Sara Gómez, cuatro años de lucha judicial, política y social contra las negligencias
Cuatro años después de que Sara Gómez perdiera la vida el 1 de enero de 2022 tras someterse a una cirugía estética en una clínica privada de Cartagena (Murcia), su familia continúa luchando en los tribunales para que se haga justicia pero también batallan a nivel político para cambiar la ley y, a nivel social, creando una red de apoyo a otras mujeres víctimas de negligencias.
La casa de Damián Gómez y Felisa Sánchez, los padres de Sara, es un mausoleo a la memoria de su hija: de las paredes cuelgan decenas de fotografías y retratos de la mujer, de los cuadros que ella pintaba, de los mensajes manuscritos que le enviaba a su madre, y de cientos de pingüinos, ave que le fascinaba y que su madre atesora en todas las formas y tamaños imaginables.
Su muerte provocó un enorme revuelo en la Región de Murcia y en el resto de España: la mujer, de 39 años, había sido operada en un quirófano alquilado de un hospital privado de Cartagena y desde allí fue trasladada a la UCI del Santa Lucía, donde falleció un mes después.
Los pormenores de lo que ocurrió en ese quirófano, explica a EFE Rubén Gómez, el hermano de Sara, los ha tenido que ir recabando la familia ya que ni el centro donde se practicó la operación (el hospital Virgen de la Caridad, del Grupo Ribera), ni la Consejería de Salud, lamenta, “han movido un dedo en este tiempo”.
La familia tiene claro que el fatal desenlace de la operación estuvo directamente relacionado con la falta de experiencia del cirujano, especializado en cirugía cardiovascular pero no en estética a pesar de que se publicitaba como tal, y en que las cánulas que utilizó para hacer la liposucción no estaban homologadas en España y su uso negligente le provocó lesiones en la práctica totalidad de sus órganos.
A pesar del estado crítico que mostraban sus analíticas, su traslado a la UCI del hospital público Santa Lucía de Cartagena se retrasó durante más de cuatro horas y tampoco allí fue operada cuando se detectaron los primeros síntomas de sepsis.
Nora Gómez, la hermana menor de Sara, fue la primera que pudo verla cuando fue trasladada a la UCI: “Sara estaba aterrorizada. Estaba muy, muy, débil y tenía muchísimo miedo. Recuerdo que me dijo que se iba a morir porque le habían perforado todos los órganos, que lo había escuchado en el quirófano”, ha explicado a EFE.
Tras su muerte después de 29 días de agonía, la familia comenzó otro largo camino, el judicial, que se prolonga ya cuatro años sin que se haya cerrado aún la instrucción. El pasado mayo, la jueza que investiga el caso consideró que había indicios para abrir juicio oral contra el cirujano y el anestesista que la operaron y contra otros ocho médicos que la asistieron en el hospital público, pero todas las partes han recurrido el auto y han solicitado nuevas declaraciones.
“Es agotador. A veces piensas que no se va a llegar a nada pero seguimos luchando, seguimos unidos y batallando por la verdad, para que se haga justicia”, resume Nora antes de denunciar que el anestesista que firmó los partes no fue quien realmente intervino en el quirófano, y que la clínica privada no contaba con la licencia de la consejería necesaria para hacer operaciones estéticas.
La promesa que le hicieron a Sara incluía también que ninguna mujer volviera a sufrir una situación como la suya y, para ello, se embarcaron en una lucha política para promover una nueva ley, que llegó a ser aprobada en el Congreso por abrumadora mayoría y publicada en el BOE en septiembre de 2022, pero que fue paralizada por la Audiencia Nacional y no está en vigor.
La denominada ley Sara quería poner coto al intrusismo y evitar que un médico sin especialización en cirugía estética pudiera hacer ese tipo de operaciones, pero fue recurrida por la Asociación Española de Cirugía Estética.
“La ley Sara tiene muchos enemigos, y esos enemigos son los propios médicos” lamenta Rubén, que critica el “gigante del corporativismo médico” al que sienten que llevan enfrentándose desde la muerte de su hermana.
Felisa, la madre, destaca el apoyo social recibido durante todo este tiempo, y que ella quiere devolver: “Yo ya lo he perdido todo, tuve que dejar mi trabajo, estoy en tratamiento psicológico, he perdido las ganas de todo. Lo que me quede me voy a dedicar a ayudar a personas para que esto no pueda suceder”.
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