Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

Cuando la política deja de necesitar la verdad

0

La gestión posterior a la DANA de Valencia revela algo inquietante: una política que funciona sin asumir errores ni responsabilidades. El problema no es técnico, sino humano.

Un año después, la pregunta sigue suspendida: ¿quién decidió —o dejó de decidir— cuando aún había margen para actuar? No se trata de seguir con un debate partidista, sino de entender cómo una tragedia de esta magnitud ha sido absorbida por el sistema sin que el error tenga autor ni la verdad llegue a estabilizarse.

Durante meses, el relato dominante no ha hablado con claridad de decisiones equivocadas, sino de información insuficiente: previsiones incompletas, protocolos y competencias repartidas. El error no pertenece a nadie; es del sistema. Y lo más preocupante es que esta explicación ha funcionado socialmente.

De decidir a gestionar

Decidir en una emergencia implica actuar con información incompleta y asumir el riesgo de comprometer la propia palabra. Ese gesto imperfecto fue, durante mucho tiempo, el núcleo de la legitimidad política: no se exigía infalibilidad, sino responsabilidad.

Hoy, intentan que ese gesto desaparezca. La política se presenta como gestión técnica. Cuando algo falla, no hay un me equivoqué, sino una cadena de justificaciones que diluyen la autoría en datos, modelos, protocolos o competencias. El resultado es una política que funciona institucionalmente, pero que ha perdido la capacidad de reparar el daño a través del reconocimiento honesto.

El lenguaje que ya no compromete

Este desplazamiento nace de una transformación del lenguaje. Antes, mentir tenía un coste; había una versión oficial que podía demostrarse falsa. Hoy asistimos a la plasticidad del relato: versiones que cambian y contradicciones que no se corrigen. No se asume la mentira porque ya no existe un compromiso con una verdad estable.

Cada declaración vale solo para el momento en que se pronuncia. No construye continuidad ni ata a quien la dice. Cuando el lenguaje deja de comprometer, deja de generar responsabilidad.

El tiempo ya no acusa

El papel del tiempo se ha invertido. Antes, el tiempo reforzaba la verdad y las palabras volvían como responsabilidad. Hoy, el tiempo disuelve. La saturación informativa borra la memoria colectiva y una versión nueva sustituye a la anterior sin fricción. Por eso coexisten relatos incompatibles sin que se exija coherencia. El lenguaje ya no conserva; solo circula. Es una adaptación estructural para evitar que la responsabilidad tenga autor.

Política que funciona, humanidad que se debilita

Nada de esto provoca un colapso. Los protocolos se revisan y las administraciones operan. Precisamente por eso es peligroso. Hemos normalizado una política donde no decidir es una estrategia racional y donde explicar sustituye a responder. El sistema es estable a costa de la reparación simbólica. Una sociedad puede funcionar sin verdad compartida, pero cuando la verdad deja de ser necesaria, la política deja de ser plenamente humana.

El contraste revelador

Frente a este vaciamiento, podemos observar el aprendizaje de un arte, como tocar un instrumento. Exige tiempo, fricción y compromiso. Si se falla, el error es propio; no se puede delegar en un sistema. Por eso genera significado y responsabilidad. Es un recordatorio: allí donde no se puede optimizar sin destruir el proceso, la humanidad resiste.

Una advertencia de futuro

La dilución actual de la responsabilidad prepara el terreno para un mañana de decisiones opacas. Si hoy aceptamos que la información cambió, mañana aceptaremos que el algoritmo se ajustó. La tecnología puede gestionar emergencias con gran eficiencia, pero no puede pedir perdón ni asumir culpa ni otorgar sentido al error. Si renunciamos ahora a exigir responsabilidad humana, no podremos reclamarla después.

El riesgo no es tecnológico, es antropológico. Una sociedad puede funcionar sin compromiso, pero a costa de perder la capacidad de exigir que alguien, algún día, diga simplemente:

Fue mi decisión. Yo respondo.

Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

stats