El gentilicio indígena de Lanzarote y Fuerteventura: ¿majo o majorero?
“El gentilicio histórico de los habitantes de Lanzarote y Fuerteventura, reconocido en las fuentes antiguas, es mahorero, no es ni majo ni maho. Eso es una construcción moderna y posterior”. Esta observación la hizo un lector cuando utilicé el vocablo majo en mi último reportaje –Los romanos llegaron a Lanzarote en el siglo I antes de Cristo. Baltasar Hernández, que así se llama el lector, acompañó su afirmación con tres citas para fundamentar su opinión. Con el propósito de arrojar luz a este asunto, hemos consultado a lingüistas y filólogos –no es exactamente lo mismo- de las dos universidades públicas de Canarias, a arqueólogos majoreros y lanzaroteños, a la Real Academia Española (RAE), al diccionario histórico del español de Canarias de la propia RAE y al diccionario básico de canarismos de la Academia Canaria de la Lengua.
La conclusión es clara. El lector tiene razón en la primera parte de su afirmación, pero no en la segunda porque hay matices. Y vamos a explicar por qué tras la investigación que hemos realizado. ¿Es correcto el gentilicio majorero –con jota- para los guanches de las dos islas orientales? Sí. De hecho debería de ser el predominante porque las fuentes históricas hablan de “mahorero”. ¿Es correcto el gentilicio majo para los primeros canarios de Lanzarote y Fuerteventura? No es incorrecto, tal como establece la Academia Canaria de la Lengua.
El sonido. Es fundamental aclarar este aspecto porque ayuda a clarificar el dilema que plantea este reportaje. La tradición oral es fundamental en la evolución de las palabras, también de la toponimia. Esta afirmación es incuestionable, como lo es la evolución de los sonidos en la pronunciación de cualquier palabra; ejemplos hay centenares en cualquier lengua del planeta. En el español, la letra H tiene orígenes distintos, de manera que en los textos antiguos pueden pronunciarse como aspirada o muda. No obstante, según nos comenta el lingüista Jonay Acosta, “la normalización ortográfica llevada a cabo por la RAE a mediados del siglo XVIII la convirtió en una grafía muda”. O sea, antes de esa fecha, la pronunciación era similar a la jota actual; de ahí la evolución lógica al término fonológico majorero.
El lector tiene razón al afirmar: “El gentilicio histórico de los habitantes de Lanzarote y Fuerteventura, reconocido en las fuentes antiguas, es mahorero”. En efecto, Alonso de Espinosa señala en un texto de 1594: “los mahoreros que assi se llamã los naturales de aquellas Islas de Lançarote, y Fuerte ventura” (sic). Las otras dos citas en las que se apoya Baltasar Hernández para defender que el gentilicio aborigen es mahorero son de Frutuoso -«Os islenhos destas duas ilhas se chamam mahoreros, que em nossa linguagem quere dizer criadores de gados, porque êste é seu oficio»- y de Torriani, que escribió en 1590: “Dalli antichi iso-//lani fu detta Maoh, dalla quale essi chiamaronsi Maohreri, come da Sicilia Siciliani” .
Parece evidente que denominar majoreros –con jota, para adaptarnos a la norma ortográfica vigente- a los primeros habitantes de las dos islas orientales es acertado. El catedrático de la ULPGC Maximiano Trapero, cuando le comuniqué: ‘quiero redactar una noticia sobre el gentilicio indígena de Lanzarote y Fuerteventura: ¿majo o mahorero (no sé si con j o con h)?’, me respondió lo siguiente: “En cuestiones de lengua, guíate siempre por la oralidad: no cabe otra que majorero”.
Un zapato llamado maoh o majo
El diccionario histórico del español de Canarias de la RAE aporta luz al debate. Certifica que el gentilicio original es mahorero y explica el origen de esta palabra. Obviamente se apoya en fuentes escritas. Abreu y Galindo dijo lo siguiente: “Los naturales destas dos islas, Lanzarote y Fuerteventura, se llaman mahoreros, porque traían calzados de los cueros de las cabras, el pelo afuera, unos como zapatos, a quien ellos llaman mahos; y algunos quieren decir que el nombre propio de la isla se dijo de este nombre, maho. Ibídem (lib. 1º, cap. xi, p.60): El vestido y hábito de los de esta isla era de pieles de carnero como salvajes, ropillas con mangas hasta el codo, calzón engosto hasta la rodilla, como los de los franceses, desnuda la rodilla, y de allí abajo cubierta la pierna con otra piel hasta el tubillo; y mahos, calzados, de donde son llamados mahoreros”.
El teldense Marín de Cubas, apoyándose en texto de Espinosa, escribió en 1694: “Traen todos en los pies majos, que es un pedazo de cuero por zapatos de donde son llamados majoreros. Venían delante de las andas cuatro capitanes con capotillos de badana llamados tamarcos, braguillas de junco, majos en los pies y guapiletes en la cabeza, y lo demás desnudo”.
Torriani también alude a un calzado llamado maoh: “Y por zapatos llevaban un pedazo de cuero de cabra envuelto a los pies, que llamaban maohs; y hasta hoy sigue esta costumbre, pero lo hacen de camello”.
Dos siglos después de la frase anterior de Torriani, el francés Bory señaló en 1803: “Quizás sea conveniente dar aquí una pequeña lista de palabras guanches que se han conservado, tomadas de diversos autores y de notas que han tenido a bien facilitarme. Maxo, zapatos”. Para añadir: “No encerraban sus pies en un zapato; todo su calzado consistía en una especie de sandalias, llamadas maxo, fijadas con ligaduras que se ataban en la parte superior del pie”. El dato de este autor francés –aunque escriba maho con equis- es muy interesante porque 400 años después de la conquista de Lanzarote y Fuerteventura se constata la pervivencia de palabras indígenas. Todavía hoy, en el siglo XXI, tenemos palabras aborígenes en nuestro léxico, como gofio.
Pero la pervivencia de la cultura guanche no es el objeto de este artículo. Lo que ponen de manifiesto los autores citados en el diccionario histórico del español de Canarias es que el origen del gentilicio mahorero –léase majorero, tal como se escribe en la actualidad y reconoce la RAE- procede del vocablo que definía el calzado de los indígenas. Ojo, no solo en las islas orientales. En El Hierro, según detalla el filólogo Maximiano Trapero en su diccionario de guanchismos, “el término majo, siendo de origen guanche, ha pervivido en el habla popular de Canarias, pero solo en la isla de El Hierro, y allí, justamente, con la significación que ya le asignaban Torriani y Abreu: majos llaman los pastores herreños al rústico calzado que ellos mismos usaron hasta tiempos recientes, siendo primero de cuero de ovejas o cabras y después de gomas de camiones”.
El diccionario de canarismos de la Academia Canaria de la Lengua tiene dos acepciones de la palabra majo o maja. La primera es un adjetivo: “Se dice del individuo de los pueblos que habitaban las islas de Lanzarote y Fuerteventura al tiempo de la conquista de Canarias”. La segunda es un sustantivo masculino que se circunscribe a Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro: “Calzado rústico en cuya confección se emplean, entre otros materiales, piel sin curtir o goma de coche”.
¿Y qué dice ese diccionario del vocablo majorero/ra? Aporta ocho significados, pero ninguno alude al gentilicio de los aborígenes de las islas orientales. El primero refiere al natural de Fuerteventura; otra acepción es el adjetivo de perteneciente a la isla; en Tenerife y La Palma se usa para calificar a las cabras “con el lomo negro”, en Gran Canaria para definir a un pescado pequeño, salado y seco“ y también para calificar al perro bardino; en Lanzarote cuando se refiere al ”tiempo atemporalado del suroeste“, mientras que en La Gomera se usa como adjetivo ”de una cabra de color canelo“. Además, en Canarias, asevera Acosta, ”también se usa como cromónimo o nombre de color, no solo para designar animales, sino también accidentes geográficos, como sucede con unas montañas de El Hierro denominadas Las Majoreras debido a su color canelo“.
¿Qué aporta la RAE en este debate? La biblia de la lengua española afirma que majorero es un adjetivo, “natural de la isla de Fuerteventura” o “perteneciente o relativo a Fuerteventura”; no dice nada sobre el gentilicio aborigen, pero sí aporta un dato revelador sobre la etimología de majorero: “De Majorata, nombre indígena de la isla”. Respecto al vocablo majo, la RAE no lo vincula con Canarias; es un adjetivo con tres acepciones: “Que gusta por su simpatía, belleza o gracia” es la primera. Sinónimo de lindo, hermoso o vistoso, la segunda, y la tercera: “ataviado, compuesto, lujoso”.
Majo, presente en documentos notariales
El filólogo Jonay Acosta ha investigado el asunto y ha publicado interesantes trabajos al respecto. A modo de introducción, recuerda que los etnónimos y gentilicios, en muchas ocasiones, proceden del exterior y, según desde el lugar en el que se exprese, se puede decir de una manera u otra. Él se pone como ejemplo. De origen herreño de varias generaciones, tanto de padre como de madre, “en Tenerife soy herreño y en El Hierro soy tinerfeño porque nací en Tenerife”.
Este experto sostiene que “como es muy improbable que hubiera contactos fluidos entre las poblaciones aborígenes de las diferentes islas, también lo es que existieran etnónimos de alcance insular (nesoetnónimos) antes del contacto con los europeos. Así pues, parece evidente que los nesoetnónimos canarios son fruto de las relaciones extra e interinsulares acaecidas, sobre todo, a raíz de la Conquista”.
En este sentido, las fuentes escritas le dan la razón ya que las primeras referencias del gentilicio de los primeros pobladores de Lanzarote y Fuerteventura es mahorero. Acosta explica que a diferencia de la palabra mahorero, “con registros desde el siglo XVI, de la palabra majo, como gentilicio, no hay ninguna referencia anterior al siglo XVII”. En consecuencia, majorero es el gentilicio original, pero majo también es válido, como veremos más adelante al analizar la toponimia. Acosta aclara que “existen los dos gentilicios y se han utilizado para designar a la población de ambas islas; lo que no sabemos es si tienen el mismo origen por el problema de las grafías”. Por ello, “no es seguro que majo sea un acortamiento del primero. Se necesitan registros tempranos de majo para saberlo, ya que en el siglo XVI la j y la h representaban fonemas distintos en español y ambas grafías comenzaron a confundirse a partir de mediados del siglo XVII, debido al proceso denominado reajuste de sibilantes del español, que fue bastante tardío en las Islas y América”.
El historiador y arqueólogo José de León, originario de Lanzarote pero nacido en Uruguay, durante su tesis doctoral tampoco encontró registros de la palabra majo –con jota, equis o hache-, como gentilicio o etnónimo, anteriores al siglo XVII. Con todo, De León considera que “las dos fórmulas son válidas, majo y majorero. Las referencias documentales citan a los dos. Es verdad que en mi tesis no encontré el término majo en la documentación, pero sí es verdad que hay mucha toponimia referente a los majos en ambas islas”. El historiador cuenta con una documentación de 1590 “que habla de las chozas de los majoreros, en Tiagua –Lanzarote-, pero puede ser majorero de Fuerteventura porque ahí vivió Alonso el de Jandía. Sin embargo, en documentos notariales de Fuerteventura es muy común el término majo”. En consecuencia, sentencia el investigador, “los términos majo y majorero está vigente en las dos islas desde tiempo inmemorial”.
La toponimia, como bien dice De León, disipa dudas sobre el gentilicio majo para designar a los guanches de las dos islas orientales. El catedrático Trapero, en su diccionario de guanchismos, sostiene que “el término majo, con la referencia a sus respectivos aborígenes”, lo ha localizado en siete lugares “en Fuerteventura y en seis de Lanzarote, tanto en singular como en plural”. El filólogo aclara que “los toponimios no tienen que ser todos ellos de la época de la Conquista, pues han podido haber nacido más tarde para señalar aquella referencia”. Algunos de esos lugares son: Casita de los Majos, Lomo del Majo, Cueva de los Majos o Carrera de los Majos.
Majorero en Marruecos
El término majorero también se usa fuera de las fronteras de Canarias, concretamente en Marruecos. El director del Museo Arqueológico de Fuerteventura, Luis Mata, se quedó asombrado cuando hace ocho años, en Tarfaya –sur de Marruecos, a solo 34 kilómetros de la frontera con Sahara Occidental-, “escuché a un señor mayor saharaui, natural de El Aiun, decir que la palabra majorero la usaban para definir a una persona que se dedicaba a un oficio vinculado con la artesanía”.
Tras este hallazgo casual, el historiador majorero empezó a indagar y confirmó que, en efecto, “el término fonológico majorero se mantiene en lugares Marruecos, como sostiene el lingüista Ahmed Sabir, profesor de la universidad de Ibn Zohr”, en Agadir. Sabir relaciona el vocablo majorero, según Mata, “con un grupo étnico diferenciado por sus actividades artesanales”. “Aunque apenas se utilice”, sentencia Mata, “en la lengua bereber aún se puede escuchar el término majorero”. El libro de Sabir Las Canarias Preeuropeas y el Norte de África. El Ejemplo de Marruecos. Paralelismos Lingüísticos y Culturales, cita numerosas semejanzas entre la toponimia de origen guanche de Canarias con la de localidades norteafricanas, principalmente marroquíes. En este trabajo se recoge el término majorero.
Respecto al gentilicio de los primeros pobladores de las islas orientales, el director del MAF sostiene, como atesoran las fuentes históricas citadas en este reportaje, “la relación del término más aceptada es la que se relaciona con el tipo de calzado que utilizaban- maho- los mahoreros”. Luis Mata concluye que este calzado “debió ser tan excepcional que diferenció la nominación a los pobladores de las islas orientales del resto”, aunque como señala el catedrático Maximiano Trapero, majo también se usa en El Hierro.
Es ilustrativo destacar que el vocablo majorero o majorera lo encontramos en la toponimia de islas como La Palma –Llano de las Majoreras, en el municipio de Puntallana-, El Hierro –Camino de las Majoreras, en Frontera- o Gran Canaria –Las Majoreras, un barrio de Ingenio, o Roque Majorero, en el municipio de Mogán-.
En definitiva, el gentilicio de los indígenas, aborígenes o guanches –la RAE designa este gentilicio a “un pueblo que habitaba las Islas Canarias al tiempo de su conquista”- de Lanzarote y Fuerteventura es majorero y majo indistintamente. De la misma manera que la cultura de los primeros pobladores de Canarias evolucionó durante los aproximadamente 1.300 años que perduró hasta la Conquista, el lenguaje y el sonido de las palabras también evoluciona. Así, tras la Conquista se usaba el vocablo mahorero, como reflejan los cronistas citados, evolucionó, no se sabe exactamente por qué, y surgió el gentilicio majo sin que se perdiera el majorero.
4