Municipales, talón de Aquiles

Asamblea de Podemos en Gran Canaria

Enrique Bethencourt

Las Palmas de Gran Canaria —

Resultan difíciles de entender las excesivas precauciones de Pablo Iglesias ante las elecciones municipales de mayo de 2015. Es verdad que es fácil imaginarse el efecto devastador para la marca que tendría el hecho de que representantes electos facilitaran gobiernos municipales del PP o de otras formaciones conservadoras. O que en la oposición o formando parte de gobiernos sus concejales tuvieran comportamientos poco edificantes.

Pero estamos hablando de unas elecciones muy relevantes. En las que se eligen a los rectores de las instituciones más cercanas a los ciudadanos y ciudadanas, las que más impactan en su calidad de vida, las que resuelven sus pequeños y grandes problemas, las que prestan buena parte de los servicios. Borrarse de las mismas no parece una decisión demasiado responsable. Y resulta una visión parcial, cuanto menos, de la democracia y de la importancia de cada uno de los niveles del entramado institucional, supeditando todo al Gobierno estatal.

Algunos analistas son muy críticos ante esa decisión. Es el caso del profesor de Filosofía José Pérez que en Podemos: mito y realidad, uno de los artículos de opinión más lúcidos que se han publicado sobre el partido de Iglesias en la prensa canaria, plantea que se trata de un “descarado desprecio” por sus bases.

José Pérez se hace una serie de preguntas al respecto: “¿Entre su millón de votantes no hay unos miles de personas fiables para las candidaturas? ¿Para qué se están reuniendo en asambleas municipales si sólo podrán presentarse con otra marca para apropiarse del mérito si lo hacen bien y para culpar a los demás si lo hacen mal? ¿Tan claro tiene Iglesias que van a entrar en la política de pactos con la ”casta“ (o a abstenerse y dejar gobiernos al PP) que prefiere no aparecer por las municipales para que no se le hundan las expectativas de voto en las generales? ¿Tan claro tiene que va a decepcionar a muchos de sus ilusos votantes?”.

Pero parece bastante claro que entre una cosa y otra, entre el poder municipal y su relevancia para la vida cotidiana de la gente y los intereses de Pablo Iglesias de llegar más temprano que tarde a La Moncloa, la elección no admite la menor discusión ni implica la menor duda.

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