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Entrevista Los Secretos

Álvaro Urquijo, músico: “Ahora tengo miedo cuando hablo, en los 80 podía decir las barbaridades que me diera la gana”

Los Secretos.

Blanca Sáinz

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Tenacidad y agradecimiento, quizá sean las dos palabras que más le rondan por la cabeza al cantante, guitarrista y compositor de Los Secretos, Álvaro Urquijo (Madrid, 1962), al hacer esta entrevista con elDiario.es. Tenacidad por ese trabajo de 42 años que les ha colocado en una holgada posición dentro de la música española, y agradecimiento por la humildad de saber que, por mucho trabajo que hubiesen hecho, si su público no les hubiese colocado ahí, nunca lo habrían conseguido. Como una comparativa entre los 80 y 2022, Urquijo repasa junto a este periódico algunos de los peores momentos musicales de la banda y analiza el por qué de un éxito que les sigue haciendo colgar el cartel de sold out como les ha ocurrido en Cantabria. Este sábado y el domingo estarán en el Faro Punta la Silla, de San Vicente de la Barquera ofreciendo dos conciertos dentro del ciclo Luz de Música, y allí, con el mismo entusiasmo de siempre, recorrerán los temas que han marcado una carrera con muchas luces y muchas sombras.

Lo que empezó siendo un solo concierto en Cantabria terminará en dos después de agotar las localidades del primero en tiempo récord. ¿Cómo se siente uno cuando, después de tantos años en la música, el público sigue teniendo tantísimas ganas de escucharle?

Es una maravilla. No hay una explicación para este fenómeno nuestro porque no somos un subproducto de una multinacional ni de haber tenido un número uno. La canción ‘Pero a tu lado’ que salió hace 27 años sin que nadie hiciese nada se convirtió en nuestro número uno. Un número uno a nuestro nivel, claro. Pero es que quien nos pone en el escenario no es ni un mánager ni una empresa de comunicación, sino la gente. Sufrimos lo nuestro cuando nos echaron de las discográficas, cuando no teníamos mánager, cuando apostábamos por hacer un tipo de canciones aunque nos costase que nos echasen a la calle. Pero, ¿qué podíamos hacer? No nos planteamos hacer caso a esos señores que, a mediados de los 80, nos decían que nos pusiésemos hombreras e hiciésemos música techno. Tomamos la decisión de hacer las canciones que nos gustaban y si luego no les gustaban a los demás, pues nos retiraríamos. Pero tuvimos claro que mientras pudiésemos elegir, íbamos a elegir la música que sentíamos y nos salía del corazón.

Quizá ese fue el secreto de su éxito...

Pues no lo sé. Pero te sientes muy afortunado al llegar a este punto 42 años después. Conozco bandas buenísimas que no han tenido esa conexión con la gente y que no triunfaron, y eso es porque, al final, la pelota está en el público, que es el que decide qué canción va a ser famosa, cuánto tiempo vas a estar sobre los escenarios, en cuántos sitios vas a tocar y si te va a ir bien o mal. El público, que es sagrado, es el que nos ha puesto donde estamos, y ver que eso ocurre 42 años después no me deja palabras para describirlo…. Nosotros no nos metimos en la música pensando en el triunfo, en las listas de éxitos ni en el dinero que íbamos a tocar. Fue por afición y se ha convertido en un fenómeno que a mí me supera. Tenemos la suerte de que nuestro gusto a la hora de hacer canciones coincide con el gusto de la gente, pero estamos alejados de modas y de multinacionales que nos han tratado fatal. Somos un grupo antiguo. La mayor parte de nuestros discos, que son bastantes, están bajo un contrato discográfico que habla de vinilos y CDS como mucho, y luego irrumpió internet y cambió las normas del juego. Y ver que todavía el directo funciona, que es lo único que nos queda a los músicos, porque ya no se venden discos y las plataformas no pagan bien, por lo menos a nosotros. Decides tirarte a la carretera y ves que te responden, sientes que te están dando la vida. Si yo estuviese aquí metido y sin conciertos estaría deprimido y muy decepcionado.

¿Es más fácil ser artista hoy en día que hace 40 años?  

Es la pregunta del millón. Por un lado te diría que sí porque tú puedes grabar en tu casa una maqueta con un ordenador y con un teclado. No hace falta que seas músico y si no sabes cantar da igual porque también hay una máquina que se llama ‘autotune’ con la que puedes hacer un estilo más urbano y sacarlo por tu cuenta. Lo subes a redes, te haces popular y no tienes ni a una compañía de discos a la que rendir cuentas y te puedes hacer muy famoso y triunfar, y eso me parece maravilloso. No dependes de un intermediario y eso provoca que vayas directamente al público y que puedas controlar tú tu obra. Pero tiene que ser que te conviertas en un fenómeno de redes y de medios, algo que queda fuera de mi cabeza porque soy más bien analógico. Pero, por otro lado, es muy difícil. Yo conozco muchos grupos muy buenos, muy jóvenes, y que tocan de muerte para la edad que tienen. Ya me hubiera gustado a mí tener esa técnica, que se nota que se han educado en academias y que tienen guitarras buenas porque hoy en día son más asequibles. Ahora hay bandas jóvenes y muy buenas que no están teniendo el reconocimiento que, para mí, deberían tener. Se ha ensanchado tanto el campo de visión que es como si antes estuviese focalizado en dos cadenas de televisión y dos emisoras de radio, y ahora se ha abierto tanto que hay muchos grupos tocando canciones maravillosas de las que ni te enteras.

Cuando nosotros éramos jóvenes, sacabas un disco y estaban varias cadenas de televisión sacándote. Nosotros por un disco hemos llegado a hacer 45 actuaciones en televisión. Cada programa tenía su actuación musical, independientemente del horario y del programa que fuese. Era un contenido cultural muy difundido, y ahora todo se ha devaluado un poco. Si hubiésemos salido ahora, a lo mejor una canción como ‘Déjame’ se hubiese difuminado en el gran flujo de contenidos. 

¿Y qué hay de la calidad?

Mi padre nos influyó y nos aficionó a una cosa que se llama música, y lo hizo en todos sus géneros y en todas sus esquinas. Aprendimos a escuchar jazz, clásica… Y luego ya, cuando éramos más jovencitos, un día mi padre entró en el cuarto en el que teníamos el tocadiscos y nos dijo que qué era la mierda que estábamos escuchando. Y eran The Clash. Él no lo entendía. Yo, sin embargo, si veo a una persona a la que le gusta algo, no soy quien para decirle nada. Generacionalmente estoy out pero tengo que respetarlo como músico que soy porque alguien libremente lo ha elegido, y la música es de las cosas más democráticas que hay. No me gustaría regañar a alguien como mi padre me regañaba a mí por escuchar música estridente.

Pero, ¿es de los que piensa que la música de antes estaba más cuidada? Independientemente del género

Si me pones en un conservatorio y hacemos una mesa redonda y hablamos de valores técnicos, armónicos, de métrica y de textos te podría hacer una valoración técnica, pero humanamente hay que respetar cualquier canción. Aparentemente, las de hoy en día sí que parecen canciones menos curradas porque me consta que muchos de los que hacen música no han tenido que aprender a ser músicos. ¿Qué ocurre? Que eso no le resta ningún tipo de valor. Si a la gente le gusta algo fresco y rítmico, aunque esté falto de contenido y con pocos sonidos, pues eso no se puede evitar. 

Lo que también me gustaría decir es que pienso que hay programas con muchísima audiencia a los que no les costaría nada dedicar tres minutos a poner al artista del momento o al que entrevisten. Incluso en un programa político se puede hacer una pausa y poner música en directo. Pero desde que están las plataformas, la música se ha desmaterializado, desde que ya no hay discos físicos, cuando ha entrado la física cuántica en el mundo de la transmisión por ondas, del 5G y de que un chaval en un móvil puede tener toda la música del mundo, ahí ya se ha bajado la calidad. 

A nosotros nos han dejado ir cuando hemos terminado un contrato en una discográfica y nos han dicho que nuestro techo de ventas es muy limitado

¿Y qué hay de las discográficas? ¿Ha cambiado algo?

No mucho… Un grupo que quiere triunfar firma contratos que han rellenado equipos de abogados y tiene dos opciones: firmar o no hacerlo. Y si firmas tendrás que apechugar toda tu vida con lo que firmas pero también consigues un renombre y una puerta que se abre. Nosotros sufrimos eso en su día. Hoy estamos más libres, pero han pasado 40 años cuando ya podemos sacar nuestros propios discos, tener nuestra propia editorial y no tener que vender nuestra alma al diablo. Nos ha costado años liberarnos. Y, de hecho, de nuestras canciones más taquilleras el 50% no lo vemos. Eso se lo han quedado ya para toda la vida. Es con lo que negocian. No se sabe por qué la gente vende sus derechos de autor porque solamente se puede ser músico para saberlo. Las compañías multinacionales: Warner, Sony y Universal tienen editoriales que compran tus derechos de autor como si fuesen fondos de inversión. 

En el año 86, después de que nos echaran de una discográfica multinacional, firmamos con una compañía pequeña y española, y en cuestión de un año y medio llegó un gigante como Warner y se lo zampó. En año y medio pasamos de ser gente que había sacado un disco en una compañía indie, a pertenecer a una compañía de la que no sabes ni quién es el dueño y te da igual. Sé que esto no ha cambiado mucho porque conozco a gente que acaba de empezar y firma contratos donde entregan su alma. Y ahora viene el concepto 360 donde una discográfica no solamente se encarga de tus derechos de autor y tus royalties, sino que también se encarga de parte de tus conciertos, de tus redes, de tu marca… Como que te fichan y te llevan todo. Se llevan de todas las partes porque ya no se venden discos. Esto no ha sido siempre así, sino que se ha importado de la sociedad de consumo norteamericana de multinacionales, y yo no estoy de acuerdo porque lo que eres es un número y lo que quieren es comercialidad. No contemplan el valor artístico… A nosotros nos han dejado ir cuando hemos terminado un contrato y nos han dicho que nuestro techo de ventas es muy limitado. Quizá es mejor tener valores seguros que lo efímero de lo comercial. Pero bueno, que nosotros vivimos más en la cultura popular y en las casas de la gente. Nuestra música ya es un clásico.

No hay que preguntar a un artista de política, ¡por Dios! Ellos no pueden hacer su arte para unos pocos solos

Son un grupo estable sin subidones ni bajones. ¿Ha sido algo planificado?

Nuestro pensamiento fue: ya no está Enrique, hay que darlo todo. Yo cuando voy a ver un concierto me encanta que el tío que interpreta lo haga como para mí solo. Para nosotros no hay concierto grande ni pequeño, y no separamos nuestra mentalidad por eso, sino que lo damos todo. Y eso ha recuperado mucho lo que era la identidad del grupo y ha potenciado las canciones a la larga. Pero que hagamos nosotros lo que tengamos que hacer es nuestra obligación, y se merece todo eso y más.

Ha aludido mucho a que hace unos años no se discriminaba a nadie por motivos ideológicos, al menos no como se hace ahora. ¿No cree que esa tolerancia quizá vino un poco provocada por el miedo de la Transición? 

Todo lo contrario. En los años 80 y 90 lo que teníamos era un fin común, que era luchar por la libertad. Y nos la encontramos de bruces y la utilizamos, y abrimos los brazos para que todo el mundo entrara ahí. El espíritu de los 80 tenía que todos teníamos la ilusión de estar entrando en un mundo más normalizado y mejor, no con miedo. El miedo lo tengo ahora cuando hago una entrevista y pienso a ver qué voy a decir para ver qué titular me sacan. Ahora tengo miedo cuando hablo, en los 80 podía decir las barbaridades que me diera la gana. El encorsetamiento ideológico lo que hace es un sesgo que separa a la gente. No hay que preguntar a un artista de política, ¡por Dios! Ellos no pueden hacer su arte para unos pocos solos. Tengo que pedir disculpas anticipadas porque me pueden caer tortas, pero lo mío es la música, así que a mí no me hables de política, por favor, porque es otro mundo totalmente distinto y que no piensa como los artistas.

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