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Cartas desde Berrocalejo II

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No hay sol sin sombra, y es esencial conocer la noche. Albert Camus. Oscurece, se hace de noche, se atalantan los animales alrededor de las encinas más viejas, y las aves se posan en los chopos. Baja la temperatura para que permanezca la fiebre del día. ¿Y en ti? Comienzo a abrigarme con recuerdos. En la escucha nocturna me llegan las citas de Elías Canetti que copiaste hace años en un cuaderno de cubiertas azules. Tu espíritu solo tiene fuerza orientado hacia un fin, abandonado a sí mismo, canta hasta la desesperación. Tu memoria, la suya, la de aquel y aquella, la de ellos, cientos, miles de memorias. ¿Ypor qué la tuya es especial? ¿A caso carece de recuerdos? Y cada palabra que llega de allí, se rasga, y como un trapo sirve, tanto para limpiar un espejo como para señalizar una rama en el viejo camino cegado de Peraleda. Es una gran memoria de carencias.

Paseo por las navas nevadas del Puerto del Pico, la capa de nieve se ha congelado, se hunden las botas en ella. Ella, esa ella que termina siendo nieve, y al helarse ¿guarda todavía más frío? Igual que se llega se va.

Junto al río crecido, un río de gente, 24 de marzo de 2025. En T.

Eso que ahora quieres escribir o decir, y aún no sale, rebosa. Eso que querías escribir hace ya mucho, y como acto de escritura es silenciosa e incomunicable, y se te escapa porque lo dices a oscuras.

Ningún miedo al río crecido, hasta los muertos vienen a verlo. Tú has hecho hoy muchos kilómetros para verlo. Vivos y muertos se concitan para verlo. Pasa por tus ojos la gran corriente, arrastra todos tus años, arrastra un gran trozo de cielo.

Carretera vieja paralela a la nueve. El cauce estrecho y sinuoso del Guadalbullón, ahora crecido, aguas de color rojo. La vieja carretera hacia el Sur sigue exactamente el curso zigzagueante del Guadalbullón. La nueva es recta. El tiempo ahora no se roza con nada, directo va hacia el lodazal, o a un punto ya inexistente, en constante aceleración, nada lo detiene hasta su extinción ¿o explosión? Quedó atrás el otro tiempo, que chocaba y lo rozaba todo. Nos arrastraba con él, igual que las aguas rojas crecidas. Lamiendo las curvas. Es en las curvas donde toma velocidad el agua.

Dice Matsuo Bashô al final de “Un poema perfecto” en “Sendas hacia tierras hondas” que el poema lo dice todo del paisaje. Si añadiese una palabra más, sería como añadir un dedo a la mano.

Los jardines secos son los más bellos, solo se huelen las raíces, todos los ojos nos perdonan.

Doy gracias ¿A qué?

Desaparecerá la rueda, también la idea de origen, con ello la “memoria” poética.

Él me llamó “poeta cuántico”

Quisiera dormir más, pasar largas temporadas dormido, aprender a dormir de nuevo, sin soñar, o en verano, largas siestas letárgicas.

Corta flores que deja en los caminos de cabras.

Liebe sucht dich. El amor te busca, la mano escarba en busca del sol en estos días lluviosos de abril.

Época, y me la imaginé como una meseta cortada a cielo abierto por todos los lados.

Palabras que se comen unas a otras, por ejemplo: Wurm a Körper, silencio a humo.

No a todas las palabras les sienta bien el silencio, ni el suyo propio, óyelas quejarse, algunas se autodestruyen.

Con la oreja, ya agrandada por la oscuridad, comenzó a oír ruedas en el aire, y a los delfines, que son los ángeles de nuestra época. 

El señor Amós Luria, en una carta de hace muchos años desde el “No lugar” -Escribo para otros días, no para los tiempos venideros. La maravilla viene de estar desgarrado entre los días y su época-.

Ahora una frase sin sentido de hace más de doscientos años comienza a atisbarse. Ese se las devuelve a los muertos.

Sal de ti, sal de ti, me valen los dos significados, lo que me da más sed.

Lenguas en las que no existe la palabra llave, puerta, cerrado o abierto, o la palabra “muerte”.

Desconocer, desconocer, repetir la palabra hasta que haga efecto.

Desde Granada una postal. Pero, ¿se siguen escribiendo y mandando postales? ¿Se sigue escribiendo a mano? Las caligrafías de nuestro tiempo, deslavazadas, rotas. La vieja letra de médico desapareció hace ya tiempo. La joven doctora que me recetó mi dosis de Diazepam escribió la receta a mano, en redondilla. La postal era una reproducción del Orange and Yellow de 1956. Rothko. El texto en el dorso unos versos de Amós Luria. Aquí abajo hierba/y huesos de hierba/El horizonte/ después de la gran nevada/ es una línea negra.

Oído en Paseo de los tristes, en el Darro, a la hora del paseo, de cientos de turistas moviéndose hacia ningún lugar. “Qué no te cacen”, él se refería a las fotografías de enfilada, al fuego cruzado de cientos de fotografías a la vez. ¡Qué mierda! Hoy habré sido cazado de espaldas, o de perfil en cientos de fotografías que ya estarán volando. Somos figurantes en un escenario angosto. Debería haber zonas protegidas a la fotografía, como zonas sin humo de cigarrillo.

Se rescinde la relación del hombre entre recuerdo y memoria. Quien relega sus recuerdos en la técnica visual, pronto olvida.

Mi animadversión pronto puede convertirse en amor. Él va hacia ella caminado de espaldas hacia atrás. La tragedia se vuelve cómica.

Nunca dejo que pase a mi lado un balón sin que le dé una patada. No intento que llegue lo más lejos posible. ¿Qué sé yo de las cosas que ruedan para alejarse? No, que vaya directo a lo que no veo, eso es.

Hacía sonar una guzla, un guembri o ginebri, el único instrumento con el que se atrevía, sin ningún sentido del ritmo, o conocimiento musical, lo aporreaba por la parte del caparazón, o palmeaba sobre sus tres cuerdas de tripa, como en el sexo. Se daba un sonido monocorde y desagradable. Que nadie se añada esta melodía al cuerpo, que nadie baile con espasmódicos movimientos en el momento de un temblor de tierra. Dejé de ver y oír entonces, pero el fin de la historia, bien pudiera haber sido ver a DuMa hacer romper la guzla sobre una piedra.

Hay que ahorrar en lenguaje decía X. No, no, hay que gastarlo todo, decía un tal Y., derrocharlo, como el río se derrocha a sí mismo para estar más vivo, y “en fin”, de las dos maneras se conquistaba el silencio. Adelántate a las palabras nuevas. Se comen y se tiran. Tenía miedo a los poemas futuros, en algún momento combustionan y arden.

Dejo que me absorba la palabra hoyo. Me escupe, un Jonás ultrasónico, no soy comestible. Un cielo del que cae caspa.

El cepo imita la mandíbula, hablan y hablan para olvidar.

Ayer, aún lo veo, escorado, allí.

Este camino llamado “Dehesa de los ángeles” lo atraviesa todo.

La sofisticación de una lengua atravesada por el lenguaje de los concomitantes, la deja devastada, tanto como para dejar a las palabras secas. Una lengua de iniciales, L.p.A., o B.m.n.J. Ellos saben, ellos saben escribirla así, el resto es carne. Cioran: Sin la poesía la realidad se desprecia.

Qué hacer con este frío sino amar, amarlo todo de abajo a arriba.

En los espejos negros se ve el sol, pero también se empañan.

¿Quién querrías ser? Ahora puedes ser todos o nadie. Tú mismo nadie, sin nombre, sin atributo.