Un libro más sobre el Cid

Estoy delante de un nuevo libro sobre el Cid. No lo ha escrito ningún español que pueda estar mediatizado, a favor o en contra, del personaje real, a favor o en contra de la leyenda.

Es un libro escrito por una profesora de Cambridge, Inglaterra. Nadie como los ingleses para contarnos, mejor que nosotros, nuestra historia. Ellos la estudian sin nuestros apriorismos, sin nuestras visiones ideológicas, cultivadas y engastadas en el subconsciente como un clavo inamovible. Puede dedicar un capitulo del libro a la película del Cid, que interpretaron Charlton Heston, en el papel del Cid y Sofía Loren, en el de Jimena.

Ella nos puede contar cómo Menéndez Pidal, tal vez sin pretenderlo, sirvió para que la figura del personaje se le aplicara a Franco. El propio Franco ya se había postulado antes como un trasunto del Cid, tan falso como falsa es la leyenda del personaje real que fue el Cid. Ella cuenta la metamorfosis de una persona real que participa como protagonista en sucesos de su época y que termina convirtiéndose en una irrealidad inventada. En el proceso de mitificación y leyenda el monasterio de San Pedro de Cardeña tendrá un papel decisivo. “Este monasterio fue una de los lugares esenciales para el lanzamiento del mito del Cid”. Quién fuera un guerrero mercenario ligado a la nobleza castellana se transformó en un guerrero mesiánico, un ejemplo de virtudes cristianas, un hombre de frontera que aceptaba la multiculturalidad con mayor soltura que nosotros en los tiempos actuales.

No tuvo problemas para combatir contra los árabes y no tuvo escrúpulos cuando guerreaba contra los cristianos. Estas guerras necesitarían muchos siglos para convertirse en Reconquista. Era simplemente una lucha por poder, por botín, por riqueza. De cada batalla en la que intervenía o dirigía obtenía riquezas suficientes para mantener su ejército de fieles.

Entraba y salía de los territorios cristianos y de los taifas árabes con la naturalidad de un conocido, un amigo o enemigo circunstancial que nadie, al parecer, le reprochaba. Fue objeto de conspiraciones incesantes del entorno de Alfonso VI por su ambición desmedida y por su papel algo turbio entre los castellanos.

La autora se atreve también con el papel de Jimena que no fue la mujer dócil, sumisa, siempre al servicio de su señor como la pintaría la leyenda. No fue en ningún caso Penélope en la realidad. La esposa intercede para que no sea desterrado su marido, conspira con quienes consideran un abuso de poder los destierros que el rey aplica al Cid. Se la ve vendiendo sus propiedades para poder sobrevivir, abandonada meses por el marido, bien desterrado, bien acuciado por la necesidad inagotable de mayor riqueza. Lo cual nos introduce en un mundo, el de entonces, que no cuadra con las interpretaciones que tenemos en los tiempos de ahora. ¿Y si aquellos tiempos no fueron tan esquematizados como la leyenda nos lo ha contado? ¿Y si la vida entonces, los flujos del poder, eran menos polarizados de lo que creemos? La gente convivía en la paz o en la guerra con amigos o enemigos coyunturales. La idea de cruzada fue un armatoste supracultural que no caló entre la gente corriente hasta siglos más tarde. En unos territorios de convivencia líquida nada era tan simple como posteriormente se nos trasmitiría. La complejidad de la convivencia nos invita a entender aquellos tiempos más cercanos a nuestros planteamientos, menos estereotipados.

Y llegados aquí, aún no les he dicho el libro sobre el que escribo. Se titula 'El Cid, vida y leyenda de un mercenario medieval', cuya autora es la profesora Nora Berend, editado por Critica, en la primera edición española de mayo de 2025.