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El cumplimiento de los Derechos Humanos y la justicia social es la base del trabajo social desde su nacimiento como profesión, a finales del siglo XIX. Los y las trabajadoras sociales promovemos el cambio y el desarrollo social, la cohesión social, y el fortalecimiento y la liberación de las personas, desde la práctica y basándonos en la disciplina académica. Así lo recoge la definición de la profesión aprobada por la Federación Internacional de Trabajo Social y la Asociación Internacional de Escuelas Universitarias de Trabajo Social, en su congreso celebrado en Melbourne (Australia) en 2014.
Como el resto de profesiones reguladas, el trabajo social tiene dos ejes fundamentales. Uno de ellos es la ética profesional (que parte de su propio código deontológico) y todo profesional debe cumplir. Otro es el conocimiento que se adquiere a través de la carrera universitaria y la investigación, la formación y la experiencia.
Los y las trabajadoras sociales intervenimos, acompañamos a las personas, con el objetivo de generar un cambio positivo en sus vidas. Para ello es importante contribuir a realizar las transformaciones necesarias tanto individuales como sociales. Esto lo denominamos desarrollo social. Trabajar con las personas también implica el respeto por la diversidad y por el conocimiento de las minorías.
Es fundamental que en nuestro trabajo tengamos en cuenta a las personas de manera individual, pero también al contexto donde se desenvuelven para conseguir las transformaciones necesarias que mejores su vida y su bienestar.
Pero no es sólo compromiso social lo que es necesario para ser trabajador o trabajadora social. Es importante la adquisición de competencias y conocimiento. Por eso, el trabajo social es una profesión regulada y titulada en el Espacio Superior Europeo. El trabajo social es una carrera universitaria de grado superior. Aunque menudo se nos pueda confundir con personas que tienen buena voluntad para ayudar a los demás, los trabajadores y trabajadoras sociales somos mucho más: nuestra titulación y nuestro código deontológico marcan la diferencia, si bien construimos nuestros conocimientos gracias a lo que nos aportan las personas con las que trabajamos.
La profesionalización es importante para garantizar una buena práctica en la intervención a la ciudadanía y a las instituciones, es decir es un elemento importante de garantía de que las cosas se hagan bien.
Desde los Colegios Profesionales y el Consejo General además de esa labor hemos querido reforzar la evolución hacia un trabajo social crítico y militante, comprometiéndonos en la defensa de derechos. Pretendemos incidir en las políticas económicas y sociales que persigan lograr paz y justicia social. Pensamos en todas las personas, luchamos contra la desigualdad social y respetamos las diferencias. Contribuimos a que las personas vivan una vida que merezca la pena ser vivida.