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De yacimientos arqueológicos

Yacimiento de Libisosa, en Albacete

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Uno de los problemas de la gestión cultural que más preocupa actualmente es el de las intervenciones arqueológicas y el estado en el que se encuentran los yacimientos. Tres son los momentos claves que se abordan en esta cuestión: la decisión de la intervención arqueológica, la excavación en sí y, por último, la gestión del yacimiento, tanto en las labores de consolidación como de difusión y visita.

Entendemos que la Consejería de Educación, Cultura y Deporte sigue las pautas, a la hora de dar permiso de excavación, de la urgencia de la misma por posible destrucción o deterioro del área arqueológica (por construcción de infraestructuras o por peligros evidentes), por la importancia que se presume de los restos a descubrir o por el interés científico para llenar lagunas en la investigación de determinado periodo o área cultural. Pero últimamente se ha generalizado el interés de muchos ayuntamientos por liderar la iniciativa en intervenciones arqueológicas que únicamente buscan “abrir nichos de riqueza en el municipio”, bien por llenar planes de empleo subvencionados, bien por introducir un nuevo punto de “interés turístico” en la localidad.

Una buena práctica arqueológica es la de, una vez realizada la intervención, volver a cubrir el yacimiento para su mejor protección y conservación. Pero, en este último caso, el interés por publicitar el yacimiento y atraer visitantes, hace que quede a la intemperie con lo que implica para su seguridad por cuestiones climatológicas y de acciones vandálicas. Debería la Viceconsejería evitar presiones en este último supuesto, ya que en muchos casos la posterior gestión del yacimiento queda en precario por falta de recursos y expuesto a su destrucción.

Hay casos de dilaciones en la entrega de piezas y memorias de excavación que suponen un flagrante fraude al interés común y rozan la tomadura de pelo

En todo caso, y una vez acometida la intervención, ha de aprobar el proyecto el negociado correspondiente de la Consejería, exigiendo se contemplen las necesarias medidas de conservación, protección y seguridad a la vez que debe de exigir que la entrega del material extraído cumpla unos estrictos plazos de entrega, así como la memoria de excavación que, en lo posible, incluya un apartado donde se redacte -en un lenguaje comprensible al gran público- las aportaciones que ofrezca el resultado de la excavación para proceder a su divulgación y así ser apreciado por la ciudadanía. Se sabe en los corrillos del mundo de la arqueología casos de dilaciones en la entrega de piezas y memorias de excavación que suponen un flagrante fraude al interés común y rozan la tomadura de pelo a las mismas instituciones que en muchos casos, además, les han subvencionado la intervención o les premian con nuevas licencias de excavación.

Ya abordamos la semana pasada la necesidad de regularizar la situación de las colecciones arqueológicas que se exhiben en los museos locales, hoy proyectamos las buenas prácticas a la gestión de aquellos yacimientos -hay más de medio centenar catalogados en la región-. Los hay tutelados por la Administración regional, con varios modelos de gestión, son los Parques Arqueológicos de Alarcos, Segóbriga, Carranque, Recópolis, el castillo de Zorita de los Canes y El Tolmo de Minateda-, los “yacimientos visitables” de Noheda, Ercávica, Ceremeño y el Conjunto de los Casares, o los monumentos arqueológicos del Monasterio de Bonaval y el de Monsalud. Fuera de este circuito, son los ayuntamientos o entidades culturales delegadas por éstos los que se hacen cargo de su custodia y los abren al disfrute de estudiantes y turistas.

Hay ayuntamientos que han establecido convenios con arqueólogos o patrocinado excavaciones arqueológicas que, en muchos casos cuentan con “centros de interpretación”, como es el caso, entre otros, de Los Hitos (Jorge Morín) en Arisgotas (Orgaz) o de Guarrazar (Juan Manuel Rojas) en Guadamur, a los que hay que añadir, también en la provincia de Toledo, el yacimiento de El Montón de Trigo de Los Yébenes (Arturo Ruíz Taboada) que aborda ahora su proyecto de estudio, restauración, conservación y divulgación sobre las pinturas rupestres. Mientras que en la capital es el Consorcio de Toledo quien gestiona la conservación y visitas del Cerro del Bú y de otros yacimientos urbanos.

Gestión de visitas o acceso libre

En la provincia de Ciudad Real es el Ayuntamiento de Daimiel quien gestiona con éxito la Motilla de Azuer, mientras que Valdepeñas se ha comenzado a hacer con El Cerro de las Cabezas; en Terrinches se excava el yacimiento de La Ontavia y Castillejo del Bonete, ambos visitables, al igual que el yacimiento romano de Sisapo en La Bienvenida; el Cerro de la Encantada, Oreto y Zuqueca en Granátula de Calatrava, el Cerro Bilanero en Alhambra, todos ellos en la provincia de Ciudad Real, mientras que Lezuza gestiona las visitas a las ruinas de Libisosa. En muchos casos se regula su visita, mediante filtros establecidos por las entidades locales de turismo, mientras que en otros lo hacen asociaciones culturales como “La Cava” que gestiona el yacimiento del mismo nombre en Garcinarro (Cuenca).

Pero, en otros casos, el acceso es libre, como ocurre con la ciudad hispanomusulmana de Vascos (Navalmoralejo), con el vecino Dolmen de Azután o con la Plaza de los Moros en Villatobas, todos ellos en la provincia de Toledo, o con las ruinas de Jamila en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real), en este caso promocionado por la Diputación provincial.

Es una lástima que la Consejería de Cultura no haya publicado protocolos de actuación que puedan seguir aquellos promotores de las intervenciones, arqueólogos y arqueólogas, gestores culturales etc. Así como el desarrollo de la Ley de Patrimonio que determine los plazos de entrega de las piezas, memorias, etc. Esperemos que, entre las promesas electorales, se incluyan estos pormenores, aunque mucho nos tememos que se sigan dando consignas grandilocuentes o vagos términos que reclamen lo que todos sabemos: el derecho al disfrute de nuestro patrimonio cultural y a que este sea suficientemente conservado y protegido.

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