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Una decena de escuelas de Castilla y León no volverá a abrir en septiembre por falta de niños

Protesta en Villavieja la semana pasada.

Ángel Villascusa

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Más de una decena de escuelas rurales de Castilla y León corre el riesgo de no volver a abrir este curso por falta de niños. Cada septiembre, cuando termina el proceso de matriculación, la incertidumbre sobrevuela los claustros de profesores y los grupos de WhatsApp de padres, a la espera de saber si su centro escolar rural se mantendrá abierto otro año. Los datos provisionales de la Junta de Castilla y León indican que tres colegios rurales cerrarán en septiembre, aunque desde los sindicatos apuntan a que serán una decena. “Creemos que el dato que da la Junta no es ni aproximado, porque solo comunican aquellos que tienen un único alumno matriculado y por tanto cerrarán seguro”, señala Isabel Madruga, de CSIF.

El criterio del Gobierno autonómico es el de mantener las aulas abiertas siempre que haya al menos cuatro alumnos matriculados, aunque, en el mundo rural hay una excepción: que sean tres estudiantes siempre que exista el compromiso de los padres de escolarizar al año siguiente a los niños. Cumplir con este precepto no siempre es fácil en una comunidad lastrada por la despoblación.

“Depende de si hay una familia nueva que se muda, de una familia que se marcha, de que los chicos pasen al instituto, de que nazcan o no niños...”, explica Laura Velicia, profesora en Torrecilla de la Abadesa (Valladolid) desde hace 8 años. Este centro no volverá a abrir en septiembre después de que una familia con tres hijos haya abandonado el pueblo, obligando a su única alumna a desplazarse diariamente al centro de cabecera. El sistema de escuelas rurales castellano y leonés funciona mediante la figura de los CRA (Centros Rurales Agrupados), que cuentan con un colegio de tamaño mediano en el principal núcleo de población y aulas más pequeñas distribuidas por los municipios menos poblados de esa comarca natural.

Los profesores del centro de referencia de cada CRA se desplazan a las aulas diseminadas a impartir sus materias como idiomas, música o educación física. Para los docentes rurales, sus escuelas solo difieren de las de las ciudades en el número de alumnos, porque los equipos pedagógicos, los materiales y la tecnología, está “a la altura o por encima que en otros lugares más poblados”, señala Velicia. Pero no es suficiente. “Teníamos materiales buenísimos, pero no solo basta eso”, indica la profesora, que, tras el cierre de su escuela, se ha trasladado a Valladolid capital.

Ángel Álvarez es el director del CRA de Cabrerizos (Salamanca), que también va a cerrar una de sus aulas, la de Aldealengua, por falta de alumnos. “Este año teníamos siete niños y hay uno que se va al instituto. Parece que es posible que reabramos porque hay una familia de cuatro niños que está interesada, con lo que serían diez niños. El problema es la diferencia de edad, porque seis alumnos serían de primaria y cuatro de infantil. Y eso significaría tener juntar a niños de tres años con alumnos de sexto, y algunos son hermanos”, explica por teléfono. “Así que quizá no volvamos a abrir”.

Cuando un aula como la de Torrecilla o como la de Aldealengua cierra, los alumnos dejan de ir a las escuelas de su municipio y trasladarse a la cabecera. La comunidad y los centros dotan a los alumnos de transporte público gratuito -en ocasiones suelen ser taxis- y becas de comedor. Los niños de Aldealengua irán a Cabrerizo en minibús y se quedarán a comer en el centro, que tiene 350 alumnos. Hay veces que las propias familias deciden trasladar a sus hijos a las escuelas más grandes. Según el director del centro salmantino, el modelo es bueno, porque se suele primar la voluntad de las familias. En Aldearrubia, otra de las escuelas de Cabrerizos, la AMPA y el Ayuntamiento apuestan por mantener el colegio.

En Villavieja, Salamanca, los vecinos tratan de que no se cierre un aula

Pero no siempre es así. La administración también impone su criterio y cierra aulas más grandes. Es el caso de la escuela de Villavieja, dependiente del CRA Río Yeltes, en Salamanca, donde está el riesgo la continuidad de una de las tres aulas. En todo el colegio hay 24 alumnos, 15 de ellos de tercero a sexto de primaria y el resto de primaria e infantil. Además, hay dos alumnos con dificultades especiales. Este curso el centro ha perdido dos alumnos, y la Junta tiene previsto el cierre. “No entendemos que en los últimos años hayamos estado abiertos con 26 alumnos y ahora, que somos 24, nos vayan a cerrar”, explica Ana Mateos, portavoz de las familias.

Para Mateos, la decisión es incomprensible: “Están condenado al pueblo”. En las últimas semanas han llevado a cabo varias protestas que han contado con el respaldo de todo el pueblo. Desde la AMPA y desde el Ayuntamiento defienden que, si suprimen servicios esenciales como la educación, “la recuperación de la población va a ser imposible y en vez de favorecer el asentamiento de las familias, favorece a la despoblación”.

El futuro de estos pueblos sin escuela es una realidad ya conocida en otros lugares de Castilla y León. Hace dos años que el colegio de La Pernía, en Palencia, echó el cierre al quedarse sin niños. Para su alcalde, Mariano San Abelardo, la decisión de la Junta fue una auténtica pena. “Mis padres estudiaron en ese colegio, yo también, y también mis hijos. Para mí es una gran tristeza. El mundo rural se desangra porque la gente joven no quiere quedarse, y si tenemos menos servicios, es imposible que la gente se quiera quedar”, indica desolado.

Es este círculo vicioso que las familias de la escuela de Villavieja quieren frenar. Por ello, anuncian un pulso contra la Junta de Castilla y León en las próximas semanas. “Si el día 10 de septiembre el aula de Villavieja no está abierta, nuestros hijos no irán al colegio que les ha sido asignado. Estamos dispuestos a sentarnos en las puertas con nuestros hijos el tiempo que haga falta. No vamos a dejar que nos cierren”, señala la portavoz de las familias.

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