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Los tres municipios confinados en Castilla y León temen las consecuencias: “Estábamos levantando el vuelo y nos han pegado un tiro en el ala”

Calles del centro de Aranda del Duero prácticamente vacías, este viernes. EFE/ Paco Santamaria

Ángel Villascusa

9 de agosto de 2020 09:53 h

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Los municipios de Aranda de Duero, Pedrajas de San Esteban e Íscar son los tres primeros núcleos de población de Castilla y León confinados ante el aumento de casos de COVID-19. La decisión, adoptada por la Junta de Castilla y León y aplaudida por el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, cuenta con el apoyo de los regidores, aunque se lamentan por el impacto económico que pueda tener la decisión. Tras meses de confinamiento en todo el país, las esperanzas de recuperación estaban puestas en el verano. Se esperaba que el turismo de interior y el retorno de aquellos que tienen su segunda residencia en ellos, impulsasen la economía, pero el nuevo confinamiento amenaza estas expectativas.

“Agosto es un mes bastante bueno. Viene gente a su segunda vivienda, así que esta primera quincena de agosto se está notando mucho”, explica el alcalde de Pedrajas de San Esteban, Alfonso Romo. Este municipio vallisoletano de 3.300 habitantes lleva confinado desde el fin de semana pasado, después de que un brote en una empresa avícola de Íscar se descontrolase. “La situación económica era complicada y ahora lo es más”, sentencia. El pueblo, que antes de la crisis de 2008 se enriqueció gracias a las fábricas de puertas, estaba empezando a remontar en los últimos años.

Con la COVID llegó de nuevo la incertidumbre y este rebrote evidencia que la recuperación, que empezaba a despuntar, queda más lejos de lo que pensaban. “Hay autónomos, mucha carpintería y construcción, pero durante esta semana les han dicho que no podían salir fuera y no van facturar”, sentencia. El alcalde de Íscar,  Luis María Martín, señala que a pesar de lo que se ha publicado en algunos medios, los trabajadores pueden obtener un permiso para salir, así que hay empresas que siguen funcionando con cierta normalidad. “Lo que ha provocado malestar es el trato que se ha dado en algunos medios como que estábamos poco menos que desahuciados, cuando no es así”, defiende el regidor del municipio vallisoletano de 6.300 habitantes.

A pesar de que se habla de confinamientos, en realidad, la vida dentro de los tres municipios no ha cambiado mucho. Los vecinos pueden seguir haciendo vida normal. O casi. Los locales de ocio no han cerrado y tampoco la restauración. La diferencia es que nadie puede salir ni entrar en ellos, salvo para trabajar, y eso tiene consecuencias porque los tres son polos de atracción de vecinos de otras ciudades que van a ellos a hacer sus gestiones, aunque hay muchas empresas que han decidido no arriesgar a sus trabajadores. Ambos temen que después del confinamiento el miedo continúe y haya gente que evite ir a estas dos ciudades por riesgo. “Somos gente sana y estamos cumpliendo con ejemplaridad”, apunta Romo.

Con todo, el impacto no es comparable con la de Aranda de Duero, en Burgos, el municipio más grande de la Comunidad que está confinado. Se nota en las palabras de su alcaldesa, Raquel González (PP). Aranda de Duero, 33.000 habitantes es una ciudad mediana, cabecera de comarca y sede de industrias importantes como la farmacéutica Glaxo, la lechera Pascual o la fábrica de neumáticos Michelin. “Esto no es un pueblecillo. Hay industria, hay empresas, hay sedes de las administraciones, la Cámara de Comercio está aquí... Recibimos a muchas personas que vienen de fuera a diario a hacer sus compras básicas, de ocio; y también hay arandinos que trabajan en ciudades más grandes”, señala González. Durante las próximas dos semanas -que podrían reducirse a siete días, como expuso el juez en su auto-, el pueblo ha sido confinado y la decisión ha caído como un jarro de agua fría.

El confinamiento viene en un mal momento para la ciudad. Los veranos en Aranda tienen banda sonora propia: la del Sonorama Ribera y la del Certamen Internacional de Bandas de Aranda de Duero. Ambos han sido suspendidos. “Son eventos que atraen a muchísima gente. El Sonorama es la primera vez en 20 años que no se celebra y tiene un impacto económico muy fuerte”, explica. La sensación que hay en el pueblo, describe la regidora, es “de incertidumbre, tristeza y a veces de decaimiento”. Lo resume lapidariamente: “Ahora que estábamos levantando el vuelo nos han pegado un tiro en el ala”.

En Aranda los principales establecimientos hosteleros han cerrado por decisión propia, y aunque la mayoría de los comercios siguen abriendo, la afluencia se ha reducido. La situación es similar en los dos municipios vallisoletanos confinados. “Prácticamente todos los comercios están abiertos, pero va poca gente”, señala el alcalde de Pedrajas. “Los ánimos están bien se puede hacer deporte, pasear, salir a comprar, ir a cafeterías etc, siempre cumpliendo las normas: uso de mascarilla, lavado de manos, distancia interpersonal y no juntándose más de 10 personas en locales o terrazas”, cuenta su homólogo de Íscar.

Pedrajas ha decidido cerrar los espacios comunes como piscinas o parques, una decisión que no se ha tomado en Aranda. “A parte de la normativa de la Junta, desde el Ayuntamiento decidimos cerrar parques, piscinas, etc”. La regidora arandina no comparte esta decisión y asegura que debería ser la Junta de Castilla y León quien lo decretase. “La orden de confinamiento es, como poco, escueta: recomienda, pero no impide hacer ciertas actividades”, señala. Las instalaciones municipales al aire libre en Aranda seguirán abiertas mientras dure el confinamiento. “Ya que los vecinos no pueden salir de vacaciones, que por lo menos puedan disfrutar aquí”, remata. En todos los espacios se cumplen con las medidas de distancia social y desinfección.

González no oculta su malestar sobre cómo ha llevado la Junta la decisión y cree que se podrían haber consensuado medidas en lugar de imponerlas. De la decisión del juez de autorizar el confinamiento se enteró por la prensa. “Nos hubiese gustado dar nuestra opinión y haber discutido la aplicación del confinamiento, pero no ha sido así”, dice con cierta resignación. “Espero que la decisión sirva para bajar los casos, porque si no habremos destrozado la economía. Los ahorros de muchos vecinos no dan para más, hay arandinos que no han cobrado el ERTE desde el mes de mayo, y ahora se arriesgan a no cobrar este mes que han trabajado, es muy triste”, relata. La cantidad de ayudas de emergencia social que he firmado da vértigo“. González espera que la situación pase y que Aranda vuelva a la verdadera normalidad. ”Cuando esto acabe me gustaría que todo el mundo viniera a conocernos, a comer lechazo y a beber Ribera del Duero, porque no hay otros como aquí“.

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