Hace unos días el profesor y ex rector de la UPF Josep Joan Moreso alababa en un artículo de prensa a Kant y al concepto kantiano de razón. En ese texto se estaba refiriendo indirectamente a los estudiantes a los que había comparado con los nazis por interrumpir un acto de debate en la universidad. A la sinrazón del nazismo el profesor Moreso oponía la razón de Kant y de la ilustración en general.
Pero si hablamos de Kant y ponemos de por medio referencias al nazismo o a otros “periodos de ignominia” creo que resulta imprescindible nombrar el análisis crítico que hizo de la razón kantiana la Escuela de Frankfurt y su máximo exponente: Theodor W. Adorno.
En 1944, con las chimeneas funcionando en Auschwitz, Adorno escribía en California junto con su colega Max Horkheimer la Dialéctica de la Ilustración. En ella intentaba dar respuesta al momento en que vivían. Buscaban, así lo explicaban en las primeras páginas, el motivo “por qué la humanidad, en lugar de entrar en un estado verdaderamente humano, se hunde en un nuevo género de barbarie”.
Y es que la destrucción de la II Guerra Mundial ponía a prueba la fe en el progreso e incluso en la idea de razón alumbrada en el siglo XVIII por Kant y otros.
La conclusión principal de esa obra era que el desastre generado por la civilización europea tenía su origen en la misma Ilustración. Con el alumbramiento de la razón, decía Adorno, se había generado un instrumento de liberación, pero también un instrumento de dominación. “No albergamos la menor duda – escribía con Horkheimer– de que la libertad en la sociedad es inseparable del pensamiento ilustrado. Pero creemos haber descubierto con igual claridad que el concepto de este mismo pensamiento, no menos que las formas históricas concretas y las instituciones sociales en que se halla inmerso, contiene ya el germen de aquella regresión que hoy se verifica por doquier”. Cuando la razón dejaba de desarrollarse de forma dialéctica, cuando se convertía en un fin en sí misma creando utopías, entonces se convertía en herramienta de destrucción, de dominación.
La idea de razón de Kant es considerada como uno de los grandes logros del pensamiento europeo. Pero al perder esa instrumentalidad había degenerado justificando indirectamente la dominación e incluso la eliminación del otro. El Terror francés sería un sangrante ejemplo de esta idea: la razón revolucionaria entronizada como fin necesitó eliminar, físicamente, todo aquello que la disturbaba, todo aquello que ensombrecía la utopía. Algo similar detectó Adorno en el nacionalsocialismo. Ya lo había advertido Francisco de Goya: el sueño de la razón provoca monstruos.
En este sentido resulta interesante la crítica de Adorno que ya hiciese Benjamin a la idea de progreso y a lo que hoy llamaríamos eurocentrismo: Europa había sido la cuna de la civilización. Pero, precisamente por ello, era también la cuna de la barbarie. Europa había producido a Kant, por cierto un ilustrado bastante reaccionario en lo jurídico, pero también a Auschwitz, fruto este último no solo de la mente insana de los nazis sino de la racionalidad y del progreso.
Adorno regresó a Alemania tras la guerra y continuó desarrollando desde su cátedra en y desde el Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt esa idea de “Dialéctica negativa”. Adorno coherentemente con su pensamiento no se limitó a sus seminarios y sus libros: fue una persona que se destacó en las luchas de su tiempo, fiel a la idea de que la dialéctica era fuente de progreso y liberación y que su abandono abría las puertas a derivas destructivas. Adorno se opuso a la guerra de Vietnam, a la declaración del estado de emergencia en Alemania, a la represión del movimiento estudiantil…
Ese compromiso le comportó ataques y críticas de los apologetas de la razón de Estado y del orden liberal, pero también de los estudiantes que pretendían arrastrar al profesor al campo de la praxis. Adorno vivió las protestas de los estudiantes que derivarían en el 1968 alemán, mucho más transformador que el mayo francés. El filósofo tuvo miedo ante determinadas derivas de algunos movimientos estudiantiles. Legitimó la intervención policial en la universidad si se amenazaba la integridad de las personas. Criticó a los universitarios que, según él, confundían la revolución con la regresión. Adorno murió en 1969. No pudo ver por tanto que esa ola de protestas transformó la sociedad alemana modernizándola y emancipándola de viejos corsés sexistas y clasistas. El tiempo demostró que Adorno se equivocaba al calificar como regresivos esos movimientos. La razón crítica frankfurtiana también se le debe aplicar al profesor.
Y es que en el momento actual, de crisis profunda en lo político y en lo económico resulta imprescindible defender la razón crítica de Adorno. Los millones de víctimas de la crisis lo son también de un pensamiento único que se identificaba e incluso se identifica hoy con la razón económica y política. Es desde el pensamiento crítico desde donde se están planteando alternativas. Por ello es necesario superar la idea de razón no dialéctica y convertir el pensamiento en instrumento de liberación. En definitiva, es imprescindible recuperar a Adorno para evitar que el pensamiento único y sus ataques a la razón crítica abra las puertas a nuevos periodos de ignominia.
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