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El bar Heliogàbal de Barcelona vuelve a estar en la cuerda floja

Maria Coma en el Heligàbal, en octubre de 2010

Nando Cruz

10 de abril de 2024 22:06 h

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Parece una información de 2016, pero es de ultimísima hora: el futuro del bar Heliogàbal vuelve a ser más que incierto. El prestigioso local de conciertos recibió hace un mes una notificación del distrito de Gràcia instándole, entre otras indicaciones, a reducir su aforo de madrugada a 33 personas a partir del 13 de abril. “En caso de incumplimiento de esta resolución se ordenará el cese de la actividad”, advertía el comunicado. Para Albert Pijuan, propietario del negocio, “esto es la ruina”. Lo afirma con el conocimiento de causa que implica haber aplicado esta normativa hace ya más de tres semanas. “Ahora mismo, trabajando con un aforo de 33 personas, perdemos cada mes doce mil euros”, calcula. “Y esos 120.000 euros anuales son los que permitían pagar los sueldos”, añade.

La notificación del Departamento de Licencias del distrito de Gràcia tiene su origen en una inspección de la Guardia Urbana realizada en junio de 2023 en la que se constató que los limitadores de volumen no cumplían los requisitos y que en el local había más de un centenar de personas. Un mes antes, y después de tres costosas obras que han durado seis años, el Heliogàbal había inaugurado por fin su nuevo escenario en el local contiguo. A partir de ese momento, su licencia de Espai de Cultura Viva le permite acoger hasta 150 personas durante los conciertos, pero a partir de media noche, su aforo debe reducirse a 33 personas. Una segunda inspección en noviembre comprobó que el local seguía acogiendo más de un centenar de personas de madrugada y es ahora cuando el distrito ha activado el expediente.

Lo del Heliogàbal parece una maldición. En 2016, tres años después de recibir el Premi Ciutat de Barcelona por su labor de difusión musical, el local de la calle Ramon y Cajal empezó a coleccionar visitas y multas de la Guardia Urbana. Ahora, apenas un año después de inaugurar su nuevo escenario, la restricción de aforo a partir de medianoche puede llevar a la empresa a la quiebra. Se da la paradoja que hace seis años el aforo del Helio era de 49 personas y ahora, que dispone de 25 metros cuadrados más de superficie para el público (además de un escenario mayor, una segunda barra y una rampa de acceso que funciona como salida de emergencia), su aforo de madrugada es de solo 33 personas.

Dinero público a la basura

Más paradójico aún es que tras acometer unas obras que han costado más de 600.000 euros y que fueron sufragadas en parte con dinero público (150.000 euros del Ayuntamiento de Barcelona y 120.000 de la Generalitat de Catalunya), el Heliogàbal acabe realizando menos conciertos que antes. Esta, reducir el número de concierto, es una de las pocas soluciones inmediatas para mantener el negocio a flote. Desde que se inauguró el nuevo escenario, la sala había recuperado su ritmo habitual y la previsión era cerrar el año programando cerca de doscientas actuaciones. Lo más probable es que tenga que eliminar un concierto por semana y acabar 2024 celebrando cincuenta menos de las previstas. 

“Cada concierto que organizamos significa perder dinero porque toda la taquilla va para los músicos y nosotros asumimos el pago del IVA”, explica Pijuan. (Alquilar la sala cuesta doscientos euros que los músicos recuperan tras vender las primeras 20 entradas). El sueldo de los trabajadores que confecciona la programación artística del local no proviene de esos conciertos, sino de lo que ingresen las barras. “Y son sueldos de mileurista”, aclara el dueño del Helio. Pero si a medianoche el bar solo puede acoger a 33 personas, el consumo se resiente y pagar los sueldos se complica. La segunda medida inmediata, vista la situación a la que se enfrenta el Helio tras la notificación del distrito, ha sido bajar los sueldos del equipo programador y despedir a algunos camareros.

Pero la situación financiera del ya legendario local de Gràcia no se resuelve con dos tijeretazos. En 2016, el Heliogàbal ya afrontó una primera amenaza de desaparición cuando tuvo que hacer frente a dos multas que sumaban 22.000 euros. Aquel envite se resolvió organizando un concierto benéfico en Razzmatazz en el que colaboraron grupos afines al local. Esta vez, y después de las obras, Heliogàbal SL asumió una deuda de 250.000 euros con el banco. Más de diez veces la cifra de aquellas multas de 2016. Ya se han devuelto 50.000 euros y “la idea es devolver 50.000 euros más cada año, pero si la situación no mejora será imposible conseguirlos”, asume Pijuan, que además calcula otros 150.000 euros de gastos fijos entre los sueldos de trabajadores y el alquiler del local.

Gràcia y la música en vivo

El actual conflicto del Heliogàbal es solo uno más en una dinámica que se remonta décadas atrás y que ha supuesto la desaparición de los escenarios más emblemáticas de Gràcia: del mítico San Carlos Club al salón Cibeles, pasando por KGB, Monumental (también conocido como Artículo 26), la discoteca Verdi o el Alfa Bar. Ese parecía ser también el destino del Heliogàbal hace solo cinco años. “La jefa de licencias y el jefe de servicios jurídicos del distrito me recomendaron que nos fuésemos del barrio”, explica Pijuan. No solo no aceptaron el consejo, sino que emprendieron las obras de ampliación del local respaldados por un plan estratégico del departamento de cultura del gobierno de Ada Colau que crearía una categoría especial, los ansiados Espais de Cultura Viva, que blindaría legalmente este tipo de establecimientos de alto valor cultural ante el recelo de los respectivos distritos y la oposición vecinal que pudieran despertar.

Para acogerse a esa nueva categoría, el Heliogàbal debía acometer una serie de obras que finalizaron en mayo de 2023. El nuevo escenario se inauguró en junio, pero en las semanas precedentes se realizaron algunos conciertos piloto para probar el equipo de sonido y los accesos. Una de aquellas noches ya se personó en el local la Guardia Urbana y levantó acta de varias incidencias: un extintor mal ubicado, una salida de emergencia mal señalizada… El acta también describía “un espacio diáfano sin mesas y sillas, con luces tenues y de colores y gente que baila”. Traducción: aquello parecía una discoteca, pero el local carecía de licencia de discoteca. Ahí empezó el nuevo calvario del Helio.

Ahora, los días de concierto, se vende un máximo de 120 entradas y hacia las once, cuando termina la actuación, hay que vaciar el local por completo y, una vez en la calle, dejar entrar de nuevo al local un máximo de 33 personas. Con tan poco público, no tiene sentido contratar a un discjockey que pinche música. Sin embargo, sí hay que contratar a un vigilante cuya misión durante las siguientes tres horas será garantizar que no se rebasa el aforo del local. Es una obligación que no tienen decenas de bares de Gràcia que están abiertos hasta las tres de la madrugada y en los que probablemente sí se estén rebasando aforos.

Pijuan asume que el recelo hacia su negocio nace “del miedo a que si salen 150 personas a las tres de la mañana del Heliogàbal harán follón. Pero harán el mismo follón si salen de cualquier otro bar”, intuye. “En Gràcia hay cientos de bares y uno de ellos, el nuestro, tiene un proyecto cultural. ¿Qué arreglas cargándote precisamente el bar que tiene proyecto cultural?”, se pregunta. “¿Y qué es mejor: tener a la gente comprando a los lateros y haciendo botellón en las plazas o tenerla en un local insonorizado como el Helio?”, añade. Por todo ello, y como vecino del barrio, se suma a la queja de cualquier comerciante: “Nos están echando. Al final en Gràcia sólo habrá tiendecitas para guiris y coctelerías”.

Un incidente en el peor momento

En medio de esta situación tan incierta, hace tres semanas varios transeúntes se detuvieron en la esquina de Ramon y Cajal con Montmany, a escasos metros del Heliogàbal, a cantar a plena voz. Eran las tres de la madrugada. Una vecina se les encaró desde su casa y les lanzó agua. Los jóvenes respondieron atacando la entrada de la vivienda y rompiendo los cristales de la puerta. “Es la primera vez que ocurre algo así en casi treinta años y ha tenido que pasar ahora”, lamenta Pijuan. El incidente llega en el peor momento. La vecina incluso ha repartido cartas animando al vecindario a denunciar al Heliogàbal para que lo cierren.

Tras programar más de cinco mil conciertos y haber dialogado con gobernantes de todos los partidos en el ayuntamiento de Barcelona y en el distrito de Gràcia, el Heliogàbal afronta su trigésimo aniversario en una situación incomprensiblemente difícil dada su aportación al tejido cultural de la ciudad. Todo se resolverá la próxima semana en una reunión en el Institut de Cultura de Barcelona cuyo objetivo es buscar una solución de urgencia. En 2018, el Heliogàbal abandonó la Associació de Sales de Concerts de Catalunya, de modo que carece de ese estratégico respaldo para afrontar tan delicada situación. En los días más nublados, Pijuan baraja la opción más drástica: cerrar cuanto antes para no perder más dinero. “Cada semana que pasa se acumulamos más deudas”, asegura. 

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