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El catedrático Vicenç Navarro fue apartado de la Universidad Pompeu Fabra por acoso laboral y abuso de poder

Vicenç Navarro, en una entrevista para EFE en 2015

Pau Rodríguez

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Gritos, comentarios despectivos, tono intimidatorio y exigencias fuera del horario laboral. Este es el trato que dispensó durante años el catedrático de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) Vicenç Navarro, según explican algunas de sus secretarias e investigadoras. Así lo relatan sus testimonios, recabados por elDiario.es, y que concuerdan con el resultado de un expediente que la Barcelona School of Management (BSM), centro adscrito a la UPF, le abrió en 2021 y en el que constató “fehacientemente” –afirman fuentes de la institución– abuso de poder y acoso laboral a raíz de una denuncia.

Siete de sus sucesivas secretarias durante más de 20 años relatan gritos constantes, desprecio, reprimendas en público y en algunos casos insultos. También aseguran algunas haber sufrido ataques de ansiedad a la vista de otros compañeros del Departamento de Ciencias Políticas y Sociales de la Pompeu Fabra donde impartía docencia y tenía su despacho Navarro. Otras profesoras y coordinadoras académicas de sus programas, como el Máster en Políticas Públicas y Sociales que dirigía a través del centro adscrito UPF-BSM, describen también exigencias habituales fuera del horario laboral, de noche o incluso de madrugada, y voluntad de control sobre sus comunicaciones con otros profesores. 

Cuatro de esas trabajadoras afirman que se quejaron a la dirección o a Recursos Humanos del centro adscrito, sin resultado alguno. Tres de ellas verbalmente y una por carta en 2019. En este último caso tampoco hubo consecuencias ni se trasladaron las quejas al catedrático, algo que él ahora aduce en su defensa.

Según la universidad, el cierre del citado expediente, que fijan a mediados de mayo de 2021, llevó a la Barcelona School of Management a apartar a Navarro de sus funciones. Se le comunicó la “discontinuidad” de su contrato laboral y se formalizó su jubilación el día 31 de ese mes. En ese momento, el catedrático tenía 83 años y llevaba desde 1996 como profesor, primero en la Pompeu Fabra y luego en este centro adscrito, donde fue director del máster. 

A la extensa carrera académica de Navarro se le añade además su faceta pública de articulista y referente de la izquierda española, especialmente en los últimos diez años como figura vinculada a Podemos y a los 'comuns'.

Hoy, a sus 85 años, Navarro niega las acusaciones. Las considera una “conspiración” para destruir su imagen y denuncia que durante el procedimiento abierto contra él en la Barcelona School of Management no fue llamado a ofrecer su versión de los hechos. Al contrario de lo que dice la universidad, afirma además que primero se jubiló y luego tuvo conocimiento de la denuncia. 

En la Barcelona School of Management, que no está sujeta a los protocolos de violencia psicológica de la Pompeu Fabra, aseguran que la instrucción confirmó la denuncia debido a la “cantidad de testimonios que describían los mismos hechos” y recomendó “con vehemencia” finalizar la relación laboral con él. Fuentes del centro añaden que se citó entonces a Navarro para comunicarle esas conclusiones y se le dio “la oportunidad de hacer alegaciones”. En esa reunión, añaden, el académico no reconoció los hechos ni aportó elementos que contradijeran el expediente. Y acto seguido le comunicaron la decisión de “discontinuar” la relación laboral, concluyen.

Por parte de la Pompeu Fabra, la actual rectora desde febrero de 2023, Laia de Nadal, ha pedido abrir una nueva investigación de oficio, esta vez sí de acuerdo con el protocolo de la universidad, para “aclarar el alcance de las informaciones sobre los casos de acoso laboral que se le atribuyen” y “en la medida de lo posible reparar el daño”. 

El caso de Navarro se conoce después de que elDiario.es publicara el “abuso de poder” del catedrático de neurofarmacología Rafael Maldonado, también en la UPF, dentro de una serie de reportajes sobre conductas abusivas y de acoso perpetrados por distinguidos académicos que incluyen el acoso sexual de uno de Física de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), Álvar Sánchez, o el acoso laboral de la arqueóloga de la Universitat de Barcelona (UB) Margarita Díaz-Andreu.

Gritos e insultos a las secretarias

“En mi recuerdo tengo cuatro o cinco ataques de ansiedad. De llorar, caerme al suelo y que me faltase aire. De tener que salir al patio con compañeras y que otras se quedaran cubriéndome por si llegaba Vicenç y tenía que volver corriendo al despacho”. Este relato es el de una secretaria que trabajó para él entre 2001 y 2005. “En la vida puedes tener jefes más o menos exigentes, pero nunca un extremo así”, señala. 

Esta secretaria, que como las demás ha accedido a hablar bajo condición de anonimato, relata insultos habituales como “tonta” o “inútil” y gritos constantes. En su caso, sucedía en el despacho que ella compartía junto a las demás secretarias del departamento. “Entraba y empezaba a gritarme enfrente de todas. Yo intentaba responderle, pero no me dejaba”, relata. 

El episodio más grave que describe es el de que estuvo a punto de recibir el impacto de una grapadora que Navarro habría lanzado en un ataque de rabia. Fue en el despacho del catedrático. “Se empezó a cabrear, no recuerdo por qué. Decía que no sabía la presión a la que estaba sometido, que ‘si digo blanco es blanco’, que ‘no creo que cueste tanto’, que ‘parece mentira’... Yo le contesté, le dije que ya basta. Y cogió la grapadora y la tiró. No sé si su intención era darme, me pasó volando al lado de la oreja”, relata. 

Se empezó a cabrear, no recuerdo por qué [...]. Yo le contesté, le dije que ya basta. Y cogió la grapadora y la tiró. No sé si su intención era darme, me pasó volando al lado de la oreja

Acto seguido, dice, Navarro trató de pedirle disculpas. Pero ella salió llorando del despacho. 

El catedrático, por su parte, niega tajantemente ese suceso. También asegura que son “mentiras” los gritos y comentarios de desprecio de los que hablan las fuentes recogidas. “Hay una campaña de descrédito contra mí”, insiste en conversación telefónica con elDiario.es. Navarro refiere solamente algunas “tensiones” y argumenta que, si existieron quejas a la UPF-BSM, deberían habérselas comunicado. “Si todo eso es cierto, ¿por qué no vino nunca Recursos Humanos a decírmelo”, alega el académico. 

Con todo, varios profesores contactados por este diario corroboran haber presenciado los gritos y menosprecios e incluso haber visto a las secretarias descompuestas por los pasillos del departamento. “Yo he visto a una secretaria llorar mientras seguía tecleando”, explica uno de ellos, que fue personal de apoyo a la investigación durante unos años. “La situación era vox populi”, añade otra académica. 

Todas las fuentes consultadas coinciden en que las quejas y comentarios en Ciencias Políticas sobre los malos comportamientos de Navarro eran recurrentes. 

Algunos de sus colegas de facultad le describen de entrada como alguien de trato difícil. Entre los que trabajaron para él dicen que era estricto, exigente y que no toleraba bien los errores, aunque no pasó ninguna línea roja con ellos. “Pero con las secretarias iba más allá. Cualquier supuesto error se traducía en gritos. Tenía una frase mítica que era: ‘Trabaja como si la vida de tu nieto dependiese de este correo’”, asegura uno de los investigadores que trabajó para él. 

Con las secretarias iba más allá. Cualquier supuesto error se traducía en gritos. Tenía una frase mítica que era: ‘Trabaja como si la vida de tu nieto dependiese de este correo'

Quien más lo trató fue su secretaria más longeva, que estuvo diez años como administrativa suya, aproximadamente entre los años 2006 y 2016. “Me gritaba mucho, casi a diario. Me trataba de inútil. Me decía que no era una secretaria, que me habían regalado el carné. Me maltrató psicológicamente”, resuelve esta empleada ya jubilada. 

Corrobora también las llamadas fuera de horario laboral con tareas supuestamente urgentes y también otra cuestión en la que coinciden la mayoría de las exsecretarias y algunos de los profesores consultados: que les demandaba encargos de carácter personal. Como por ejemplo, buscarle una tintorería, llamar al banco o al administrador de fincas, hacerle tareas de casa como bajarle la basura o la que le dio más “rabia” a esta empleada: “[Navarro] tenía unos vecinos que creo que eran sordos y yo les tenía que escribir notas diciéndoles que por favor bajasen el volumen de la tele porque ellos eran mayores. Si tienes un problema vas y llamas a su timbre, ¿no?”.

Preguntado sobre ello, Navarro se reafirma en su negativa y asegura que si existieron favores fueron puntuales y voluntarios por parte de los empleados.

En su desempeño diario en la universidad, Navarro tenía un problema, y es que no usaba el ordenador. Según explica él mismo, debido a que le producía vértigo. De ahí que necesitase tener una secretaria con dedicación exclusiva para él, algo poco habitual en la universidad y que en su caso resolvían con contrataciones a través del centro adscrito BSM, que tiene su sede en la calle Balmes. Aun así, las secretarias, igual que él, estaban en el campus de la Ciutadella, donde se imparte Políticas.

Sus tareas consistían en pasar a ordenador los artículos para prensa que él escribía a mano o que les dictaba, así como los correos electrónicos. En algunos casos, explican, también pasaban a limpio las diapositivas de su docencia o alguno de sus libros.

“Cuando le decías que no te gritase, se volvía loco. Aunque conmigo no era tanto el volumen de los gritos como el tono intimidatorio”, relata una secretaria que estuvo de 2019 a 2021. “Pegaba broncas por todo y su tono vejatorio hacía el día a día insoportable”, asegura otra a la que se contrató para cubrir una baja de unos meses y apenas duró dos semanas, en 2011. Una secretaria más, que estuvo empleada entre 2017 y 2018, describe “desprecios, comentarios insultantes y chantajes emocionales”, esto último para que trabajase en horario festivo. Ella, además, se cogió la baja laboral a los pocos meses por estrés, convencida de que estaba “somatizando” ese “maltrato”. 

Una eminencia académica y referente para la izquierda 

Vicenç Navarro es una figura conocida no solo por su extensa actividad académica, sino también por su faceta como articulista en distintos medios de comunicación, y por ser un referente en investigación económica y de políticas sociales para las formaciones de izquierdas. En la última década, particularmente de Podemos y del espacio de los ‘comuns’ en Catalunya. Además de participar en numerosos actos de estas formaciones, fue uno de los autores del primer programa económico de los morados en 2015. También ha cerrado en varias ocasiones las listas electorales de los ‘comuns’, como las autonómicas de 2015 o unas generales de 2019. 

Experto en economía y estado del bienestar, Navarro ha publicado numerosos libros, entre ellos el Premio Anagrama de Ensayo 2002, Bienestar Insuficiente, Democracia Incompleta. De lo que no se habla en nuestro país

En cuanto a su currículum académico, Navarro estuvo exiliado de España durante el franquismo y pasó por universidades de Suecia, Reino Unido y Estados Unidos, donde recaló en la Johns Hopkins University (JHU) de Baltimore, de la que hoy es profesor emérito y de la que se retiró en 2021 tras 45 años de docencia. Según su biografía, ha asesorado a entidades como la Organización Mundial de la Salud (OMS), el gobierno de Unidad Popular de Chile o al de Cuba y a Hillary Clinton en materia de reformas sanitarias. 

Ya en Barcelona, en los 90 pasó por la UB y luego por la UPF, donde ha impartido docencia en la Facultad de Ciencias Políticas al tiempo que dirigía el máster de Políticas Públicas Sociales. Estos estudios, que hoy se ofrecen a través del centro adscrito BSM, son en colaboración con la Johns Hopkins, una de las universidades más importantes del mundo y que ha contribuido al prestigio académico en España tanto de Navarro como de la propia UPF. Con esta institución, la UPF y la Bloomberg School of Public Health contribuyó a fundar el Public Policy Center, radicado en la capital catalana.

Navarro, de hecho, nunca abandonó las clases en Estados Unidos, donde hacía estancias de varios meses en invierno y en verano. Viajes que compatibilizaba con su empleo en la Pompeu Fabra, como catedrático de Ciencias Políticas hasta 2008 y luego como profesor emérito hasta 2018. Durante este tiempo ha dirigido y participado en decenas de tesis y publicaciones académicas, además de liderar numerosos proyectos europeos. 

Quejas y una carta al rector en 2019

Su secretaria más longeva, la que le duró diez años, dejó el trabajo en 2016. Antes de hacerlo, se quejó verbalmente a Recursos Humanos de la Barcelona School of Management. También aseguran haberlo hecho otras tres empleadas consultadas por este diario, en algunos casos directamente a la dirección del centro adscrito, que anteriormente recibía la denominación de IDEC. Desde BSM responden que no les consta. 

Poco antes, la exsecretaria asegura que Navarro le había reprochado una baja laboral por salud, extremo que el académico también niega. “‘¿Te das cuenta de que cuando coges una baja los compañeros deben hacer tu trabajo? Estamos pagando para que disfrutes tu descanso’, me dijo”. Pero el detonante de su marcha, añade la que fue su empleada, fue un ataque de ansiedad. “Me regañó [por teléfono] porque no encontraba un correo. Yo le dije que no me gritara más. Y vino a mi despacho a gritar, a decirme que era una maleducada. Empecé a notar que temblaba, que me costaba respirar y me puse a llorar”, rememora. 

Se fue al baño de mujeres con otra colega y hasta allí irrumpió Navarro, según confirman ambas e incluso una tercera fuente que lo presenció. “Nos dijo que vaya espectáculo estábamos dando y que hiciésemos el favor de salir”, relata la exsecretaria. 

'¿Te das cuenta de que cuando coges una baja los compañeros deben hacer tu trabajo? Estamos pagando para que disfrutes tu descanso’, me dijo

Navarro, una vez más, lo rechaza tajantemente y califica la acusación de “manicomial”. 

La que confirma que le acompañaba aquel día en el baño fue una empleada atípica, que estuvo contratada no por la Barcelona School of Management sino por la Johns Hopkins University, debido a su nacionalidad estadounidense y su puesto de coordinadora administrativa de la JHU-UPF Public Policy Center. Su testimonio es relevante porque es el único que consta en esta investigación –además de la denuncia formal de 2021– que presentó una queja por escrito. No solamente verbal. Fue en 2019, meses después de haber dejado el trabajo también harta del trato “humillante” del profesor Navarro.

Esta mujer escribió a la Pompeu Fabra y a la Johns Hopkins. En la universidad catalana afirman que fue una queja “no formal” y reconocen que no se inició ninguna investigación. Contactada la entidad norteamericana, se niegan a hacer declaraciones sobre “registros confidenciales” de su personal. 

Uno de los destinatarios de la carta fue Jaume Casals, rector de la universidad entre 2013 y 2021. Fue precisamente al término de su mandato cuando se abrió el expediente a Navarro. Sobre el episodio de la carta, recibida en un correo electrónico en 2019, Casals ha remitido un breve comunicado a este diario en el que evita entrar en estos detalles alegando “confidencialidad”. Pero a la vez afirma: “Siempre que hubo una denuncia formal se actuó de forma correcta y diligente. Subrayo el siempre”.

En la carta, que tiene cuatro páginas y una larga lista de agravios, la empleada calificaba el trato recibido como “bullying” –acoso, en castellano– y describía exigencias de Navarro como la de ponerle en copia de todos los correos que mandaba a gente de la Johns Hopkins. 

“Quería que le enseñara todos los borradores de los correos antes de mandarlos y a veces me pedía que hiciese cambios. Esta fue una de las razones que me hacían sentir muy controlada. Trabajar con él me causaba mucho estrés y ansiedad”, resume en ese texto que mandó a las instituciones en 2019.

Esa voluntad de control y las exigencias de disponibilidad las refieren otras secretarias. “Yo me tenía que llevar el móvil al baño porque si llamaba y no te encontraba en tu mesa, empezaba el acoso y las hostilidades”, asegura otra secretaria. Esa exigencia también se la transmitió a otro investigador. 

“La presión que era capaz de ejercer era muy fuerte, y cuando quería hacértelo pasar mal, lo hacía”, relata la administrativa, que describe el clima de trabajo como “tóxico” y de “control excesivo”. “Si hablaba con otros profesores le daban ataques de celos”, apunta. 

“Me amenazó con despedirme si iba con otro departamento”

Cuatro investigadores y sobre todo investigadoras consultadas constatan también los excesos de Navarro en el trato hacia ellos. Todos ellos abandonaron la UPF después de esa experiencia. Una de ellas asegura que le exigía hacer revisiones de artículos académicos que luego él iba a firmar, extremo al que ella se negó. “Conforme le daba negativas de estas, aumentaba su desprecio”, afirma. 

Otra académica afirma que en más de diez ocasiones Navarro la llamó antes de las cinco de la madrugada para pedirle tareas que decía que eran urgentes. “Era obsesivo compulsivo con el trabajo”, afirma. 

“Pero lo que más distorsionó mi vida cotidiana”, prosigue esta profesora, “es que fue una conducta abusiva”. Y añade: “Pese a estar en Políticas, yo conocía a gente de Económicas y salió allí un proyecto en el que me pidieron colaborar, con el visto bueno de todos sus séniors. Pues bien, Navarro me dijo que no podía hacerlo ni siquiera en mi tiempo libre”.

Yo, pese a estar en Políticas, conocía a gente de Económicas y salió allí un proyecto. Pues bien, Navarro me dijo que no podía hacerlo ni siquiera en mi tiempo libre [...] Me amenazó con despedirme

Esta conducta, que el catedrático nuevamente niega, le resultó “humillante” a la investigadora. “Me amenazó con despedirme si iba con ellos. Y dejé de ir”. Esta investigadora asegura que posteriormente sufrió una importante “carga psicológica”.

En este sentido, de todas las fuentes consultadas, tres aseguran haber cursado bajas laborales por problemas de salud que vinculan de alguna forma al trato abusivo que atribuyen a Navarro. Otras dos, por otro lado, aseguran haber padecido consecuencias psicológicas que les hicieron acudir a profesionales.

La mayoría de empleadas añaden a sus relatos que les causó especial rabia que el trato de Navarro contrastase con su discurso público de izquierdas y de defensa de los derechos de los trabajadores. “Es una injusticia. Un señor referente de la izquierda, que tiene respeto y prestigio por sus reflexiones, y ves que se permite maltratar a la gente que le rodea. Me hervía la sangre”, resume una. “Y en la Pompeu sabían perfectamente lo que pasaba”.

Si tienes más datos sobre este u otros casos de acoso en la universidad, puedes escribirnos a pistas@eldiario.es

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