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Bernard Plossu, fotógrafo: “He pretendido buscar el alma de Picasso entre estos paisajes”

Bernard Plossu presenta en el Museu Picasso de Barcelona la exposición fotográfica 'Paisatjes catalans de Picasso'.

Jordi Sabaté

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Hablar con Bernard Plossu es hacerlo con toda una leyenda, uno de los grandes fotógrafos de viajes del siglo XX, el artista que publicó ¡Vámonos!, un libro de imágenes de su estancia en México que, según el director del Museu Picasso, Emmanuel Guigon, está considerado uno de los mejores de la historia de la fotografía. Pero conversar con Plossu también es hacerlo con un anciano amable y cercano, con la mirada inquieta de un niño de curiosidad insaciable.

Plossu, nacido en 1943 en Vietnam, aunque francés de origen y educación, estrena exposición en el Museu Picasso de Barcelona tras pasar este verano por Madrid con una muestra de las imágenes captadas en sus viajes a la capital. Para la ocasión ha querido retratar, dentro de los eventos conmemorativos del llamado Año Picasso, si bien ya en 2024, los paisajes rurales catalanes a los que viajó el pintor malagueño durante su primera juventud y que le inspiraron pictóricamente.

¿Cómo surge la idea de realizar esta exposición?

Tengo una larga relación con el Museu Picasso de Barcelona y esta exposición era una idea que teníamos desde hace tiempo, algo que ya había hecho antes con pintores como Monet. Pero con la pandemia, el proyecto se retrasó, lógicamente, así que una vez pasado el confinamiento empecé a viajar por los paisajes en los que Picasso pasó parte de su etapa catalana, cuando vivió en Barcelona en su niñez y juventud. Son Gòsol en la montaña del centro de Catalunya, Horta de Sant Joan en el sur de Tarragona, Cadaqués en el norte de Girona y también la Barcelona que habitó y por la que se movió. 

¿Qué destaca de estos paisajes?

Me impresionó sobre todo Gòsol, en la montaña, a esa altura y con ese silencio entre grandes picos y bosques, todo tan salvaje que me llevó a pensar que ahí vivió y pintó un Picasso muy diferente del artista acomodado que sería después en París y Antibes, un hombre de mundo y de trato social. En cambio, tanto en el pueblo montañés de Gòsol como en Horta de Sant Joan, un pueblo con un paisaje muy mediterráneo y también muy agreste, que a mí me recuerda a Arizona con sus rocas rojas, Picasso debió sentirse como un apache, un hombre más conectado con la naturaleza, más salvaje, que se lavaba con agua del río y no tenía electricidad. Creo que ese contacto con lo primario se refleja en los cuadros que pintaba. 

Parece que también ha buscado usted ese espíritu en sus fotografías.

Porque he querido comprender a Picasso, reinterpretar lo que él sentía a través de estos paisajes de pueblos de piedra solitarios, sumergidos entre estas altas montañas de líneas perfectas, o bien entre las enormes rocas que sobresalen de los bosques en Horta de Sant Joan. He pretendido buscar el alma de Picasso entre estos paisajes.

En el caso de las fotografías hechas en Barcelona, especialmente las de tejados y altos de edificios, se diría que busca algunas de las formas picasianas que le llevaron al cubismo. 

Bueno, es que mi fotografía es muy cubista, pero en fotografía el cubismo es más invisible, en cambio en la pintura es muy obvio. Cartier-Bresson decía que una buena fotografía debe tener sentido también cuando la pones del revés y eso es lo que yo busco.

Mi fotografía es muy cubista, pero en fotografía el cubismo es más invisible, en cambio en la pintura es muy obvio

¿Le ayuda a ello el trabajar casi siempre en blanco y negro?

El color lo define todo de manera muy… como un catálogo de turismo. Aunque yo he utilizado una técnica de positivado llamada paper fresson tirage quadrichromes au charbon, inventada en el siglo XIX y que se sigue aplicando de manera artesanal. Es un proceso en el que la pigmentación de la fotografía es muy granulada y difusa, otorgando a la imagen unas sensaciones muy especiales, como de imagen antigua o atemporal. En Francia tal vez tenemos una historia un poco negativa con el color porque a Cartier-Bresson no le gustaba el color. A mí me sabe mal no haberle podido hablar de esta técnica.

Es la que usa para esta exposición, prescindiendo del blanco y negro. ¿Por qué?

Hice fotos tanto en color como en blanco y negro, pero al revelarlas tuve la intuición de que debía ser en color, con la técnica que ya le he explicado, porque así me acercaba más a lo que Picasso seguramente había buscado en el paisaje. 

Usted ha dicho en algunas entrevistas que la fotografía está más cerca de la literatura que de la pintura, porque una fotografía siempre busca contar una historia.

Pensaba más así cuando era joven, dado que mi educación había estado muy vinculada al cine, pues vivía muy cerca de la Filmoteca de París, donde vi las películas de los grandes de la nouvelle vague, pero también de clásicos como Buñuel o Bergman, que me influyeron mucho a la hora de fotografiar. En cambio con los años he evolucionado hacia una fotografía que habla menos y apela más a la intuición, al entendimiento inconsciente e intuitivo del espectador. Tengo 79 años, no soy joven y ahora me interesa la pintura. Creo que mis fotografías de los últimos tiempos buscan lo que llamo “el instante no decisivo” en las imágenes, aquel que suele pasarnos desapercibido porque habla de algo que ocurre todo el tiempo, que no ofrece variaciones. 

¿Qué tal fotógrafo fue Picasso?

Fue un fotógrafo sorprendente en el sentido de que sabía dónde mirar, qué buscar en las imágenes, en los paisajes, fotografiaba con mirada de artista por mucho que no dominase la técnica, los encuadres y otras cuestiones. Es algo que ocurre con muchos pintores, a los que les das una cámara y consiguen resultados sorprendentes, cosas en las que otras personas no suelen fijarse. Todo esto sucede porque aplican su mirada de artista a la fotografía. 

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