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Entrevista Director de procesos electorales de la Generalitat

Ismael Peña-López: “Estamos tensionando el sistema sanitario para unas elecciones que no hacía falta que fuesen ahora”

El director de la oficina electoral de la Generalitat, Ismael Peña-López

Arturo Puente

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Su puesto es uno de aquellos que cuanto menos se vean, mejor. Pero las circunstancias lo han hecho imposible. Ismael Peña-López (Mataró, 1973) es el director general de participación ciudadana y procesos electorales, o lo que es lo mismo, el último responsable técnico de las elecciones catalanas del próximo 14 de febrero. Profesor en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y experto en participación, Peña-López ha ocupado un cargo político durante los últimos dos años, pero aún habla como un académico. El encargado del 14F reconoce que la integridad del proceso puede verse afectada si un nímero elevado de mesas no se constituyen o si la participación se desploma, un escenario que sin embargo cree improbable. En cambio, asegura con firmeza que la Generalitat ha hecho lo máximo posible para garantizar una jornada de mínimo riesgo sanitario y, a la vez, garantizar el derecho al voto de toda la población.

¿El Govern puede garantizar que las elecciones del 14 de febrero serán seguras, tanto para la gente que vaya a votar como para aquellos que sean miembros de una mesa electoral?

El Govern puede garantizar que se ha minimizado el riesgo de contagio, tanto para votantes como para los miembros de las mesas. Y estamos seguros de que habrá pocos espacios públicos tan seguros como los locales electorales, por no decir que serán los más seguros de todos. 

Si se han podido minimizar tanto los riesgos, ¿por qué el Govern intentó retrasar las elecciones?

El motivo para retrasar las elecciones era, por un lado, de legitimidad democrática. Lo estamos comprobando estos días, hay gente que tiene miedo de ser miembro de mesa y gente que está diciendo que no irá a votar porque tiene miedo. Y eso genera muchas dudas sobre la legitimidad. Ahora mismo tenemos dos problemáticas importantes. La primera es si acaban no constituyéndose muchas mesas, cosa que creemos que es improbable pero es una cuestión que nunca había sido una posibilidad. La otra es la comparación de las elecciones de Portugal. ¿Qué pasa si hay una participación del 35-39% o quedan 400.000 personas sin votar? Son cuestiones que no tienen que ver con la seguridad sanitaria, sino con la confianza de la gente, y eran el motivo principal para optar por aplazar.

Pero también se esgrimía en su momento la cuestión sanitaria.

La otra cuestión era cómo tensionamos el sistema sanitario. Ejemplo: ahora mismo queremos fortalecer la seguridad de los miembros de las mesas haciéndoles test y con unas EPI completas a última hora, en la franja de voto para personas contagiadas y contactos estrechos. Para hacer eso a, como mínimo, 30.000 personas nos hace falta un apoyo profesional, habrá que hacer una formación y en algunos casos por parte de profesionales sanitarios. La tensión que imprimimos al sistema sanitario y de protección civil es brutal, nos cuesta mucho reubicar recursos que ya tenemos comprometidos por la pandemia. Estamos sobrecargando el sistema sanitario para hacer un evento de primera magnitud que no hacía falta que fuese ahora mismo.

Usted mismo firmó un informe que decía que, de mantenerse las elecciones el 14F, “la legitimidad del proceso electoral se veía afectada prácticamente en su totalidad”. ¿Lo mantiene?

Este martes hemos tenido una crisis. La gente rechaza el derecho al sufragio pasivo, en el sentido de dejar que los partidos puedan hacer campaña en actos electorales presenciales. Lo que dice el protocolo, y es lo que ha trasladado el Govern, es que se excepcionan los confinamientos municipales para que los partidos puedan hacer actos de campaña y que la gente pueda ir. Ha habido mucha gente que esto no lo ve bien, que cree que no se debe hacer. Pues eso afecta, mucho, al sufragio pasivo, es decir, no solo al hecho de que yo pueda votar, sino que yo pueda ser votado. ¿Qué hacemos? Si censuramos la libertad de los partidos para hacer mítines y la libertad de las personas para acudir estamos vulnerando las elecciones clarísimamente, especialmente la de los partidos políticos más pequeños.

Pero, ¿no hubiera sido mejor que los partidos llegaran a un acuerdo para hacer todos los actos telemáticos?

Una previa. Yo creo que el Govern ni permite ni prohíbe hacer nada. Lo que hace es tomar una normativa de rango constitucional y aplicarla. El derecho al sufragio pasivo es un derecho constitucional de primer orden. Por tanto lo que se ha hecho es ver cómo se lleva a la práctica, preservando derechos que en este caso están confrontados, como es el derecho a la salud y el del sufragio. Pero tenemos que eliminar la idea de que el Govern permite o no, lo que puede hacer es encajar las piezas mejor o peor. 

Dicho eso, el protocolo de actos de campaña, aprobado por unanimidad en la mesa de partidos, ya habla de eso. Dice que todo debe ser telemático y la excepción debe ser lo presencial. Y dentro de eso, dentro de los actos presenciales, la mayoría deberían ser al aire libre, y solo los mínimos, a puerta cerrada. Eso lo deja clarísimo el protocolo y todos los partidos lo han aceptado. Que después lo cumplan más o menos depende de cada partido, yo creo que debería de penalizar que los partidos hagan campaña contra el protocolo, como les penalizan otros actos poco responsables.

¿Depende de lo que pase el 14F se puede llegar a concluir que ha sido un proceso electoral que no ha tenido legitimidad?

Espero que no. El Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC) nos pide que hagamos todo lo posible para que tenga legitimidad. La seguridad ya la teníamos. Ahora lo que nos exige la resolución es redoblar esfuerzos para que esta legitimidad no se vea comprometida. Pero si se quedan 300 mesas sin constituir el día 14F pueden verse afectadas 300.000 personas. Y aquí tienes un problema.

¿Han tenido ya noticia en esa dirección, de gente que rechaza acudir a las mesas?

Sí. Hay gente que ha recibido la notificación y que está escribiendo directamente a las Juntas Electorales de Zona alegando que tiene motivos para librarse, y también se están multiplicando el número de citas en los centros de salud. Intuimos, o tenemos la práctica certeza, de que son gente que necesita un certificado médico para alegar su condición de enfermo o confinado, o bien de persona de riesgo, y justificar así que no quiere estar en la mesa.

Sobre los tests de antígenos a los miembros de las mesas, ¿está garantizado de que se harán tests a todos sus miembros?

Sí, seguro.

¿A primera hora de la mañana?

Esto no lo sabemos, como tenemos el sistema de salud muy tensionado debemos de mirar cuál es el mejor momento para hacerlo, quizás son unos días antes. Eso todavía no está cerrado.

A diferencia del País Vasco y Galicia, en Catalunya se permitirá a los contagiados acudir a votar, lo que supone unos desplazamientos, interacción con los miembros de mesas... ¿Por qué han tomado esta decisión?

La pregunta es la contraria, la comunidad internacional se ha cuestionado en los últimos meses por qué Galicia y el País Vasco fueron casos excepcionales donde se prohibió que las personas contagiadas fuesen a votar. IDEA Internacional, que es el think tank de referencia en procesos electorales, señala como caso excepcional el de Galicia y País Vasco. Y hay casos donde los tribunales constitucionales han revocado la prohibición que habían hecho los gobiernos. La excepción mundial es no dejar votar, la norma es dejar votar a la gente.  

Mucha gente se pregunta ahora por el voto electrónico. ¿Es posible, a día de hoy, implantarlo? 

Perfectamente, no hay ningún problema. O el problema no es legal, porque una vez tienes la ley ya está. De hecho la ley que estaba en el Parlament había tenido el visto bueno del Consell de Garanties Estatutàries. El tema económico es un añadido, pero después de lo que nos estamos gastando en COVID, nos hubiese salido a cuenta. Tampoco es un tema tecnológico, tenemos diferentes tecnologías que además se pueden combinar entre ellas y que generan una gran aceptación, con algunas pequeñas cuestiones o dudas, pero que son minoritarias. Y el gran problema es la poca práctica, para comenzar en el uso de una identidad digital. El segundo es el desconocimiento del proceso de intervención o de seguimiento del voto. Sabemos qué pasa con la papeleta que entra en una urna y en cambio no sabemos cómo se hace este procedimiento de forma virtual, que puede ser igual de seguro.

¿Cuánta gente ha pedido el voto por correo? Hace unas dos semanas me dijo que eran unos 40.000...

Ahora estamos en unos 70.000, no llega. Ha hecho un salto en los últimos días. 

Teniendo en cuenta que hay unos 5,5 millones de votantes, tampoco estamos hablando de una cifra muy alta.

Triplicábamos las de 2017 pero la suspensión del TSJC nos hizo perder 6 o 7 días.

Viendo que es un porcentaje tan bajo, ¿cree que se ha fomentado el voto por correo suficientemente?

La gente odia a muerte a la Generalitat porque hubo momentos en que toda la publicidad institucional, tanto online como de medios, era del voto por correo. Insisto, tal vez son pocos los datos que tenemos ahora, pero teniendo en cuenta que estamos prácticamente duplicando y triplicando antes del pinchazo del TSJC creo que ha habido un cambio de tendencia. Tampoco ayuda no saber si finalmente la fecha de voto será el 14 de febrero o no. Creo que hemos hecho mucho esfuerzo y, por ejemplo, Correos ha tenido que contratar a 1.000 personas más esta semana para atender toda la demanda, está abriendo el sábado muchas oficinas, ha ampliado las tardes... Por lo tanto la respuesta a la campaña se ha visto, ha tenido un impacto. ¿Sigue siendo pequeño en relación al total? Sí, pero en comparación a la tradición [del voto por correo] de Catalunya que siempre es muy pequeña, del 1,5 o 2%, creo que duplicaremos o triplicaremos el porcentaje muy probablemente. 

Hay partidos que han elogiado su trabajo, pero también otros que dicen que el Govern no ha hecho todo lo que tenía en sus manos para garantizar las elecciones. ¿Le ha incomodado?

Me ha parecido injusto. No la crítica en sí, sino la que no está fundamentada o es manifiestamente malintencionada. He tenido muchas críticas y muchos comentarios de gente que ha querido hacer aportaciones, y muchas se han incorporado. Pero las críticas que uno sabe que son manifiestamente malintencionadas, porque esa persona sabe que aquello que propone no se puede hacer y lo sabe, o bien es alguien que ha participado en el diseño de los protocolos o en su aprobación… Eso no es que me moleste, es que lo desapruebo y lo censuro profundamente. 

Si hubiesen tenido más tiempo, ¿qué hubiesen podido hacer que no han llegado?

Creo que más que poder hacer, sufriríamos menos. Recuerdo el primer día que conocí al equipo de procesos electorales que me dijeron “tú no te preocupes, que las elecciones siempre acaban saliendo”. Se puede sufrir más o menos pero en las elecciones al final hay unas urnas y están llenas. No es como una línea de metro que puedes inaugurar la parada 3 o 8 años más tarde. Tienes una fecha y ese día tiene que salir sí o sí. Creo que un aplazamiento nos hubiese ayudado a no sufrir, a apretar menos a los compañeros sobre todo de la conselleria de Salud, que han tenido muchos problemas, no por culpa nuestra sino por tener que hacer ahora las elecciones. Y después otros dispositivos. Cosas absolutamente prosaicas pero muy importantes, como que se acabó el papel por culpa de la pandemia y no había suficientes proveedores de papel y tuvimos que ir a buscar papel e impresoras a Madrid, pero no solo tuvimos que ir a Madrid a buscarla sino que los camiones se quedaron encallados en la nieve por culpa del Filomena.

¿Le preocupa una baja participación o cree que es un escenario poco probable?

Tengo dos aproximaciones muy distintas. Como politólogo creo que es improbable que encontremos un cambio radical respecto a otros años. Habrá una abstención que crecerá, sobre todo porque se deshincha la movilización por la cuestión nacional, eso ya se esperaba. Y seguramente habrá un impacto negativo por la pandemia. Pero yo creo que es razonable pensar que serán unas elecciones normales y que en general la gente participará de manera normal y no tendremos crisis ni en las mesas ni de legitimidad y todo irá bien. 

Mi visión como gestor público es que no me puedo permitir ninguna de estas probabilidades. La mínima probabilidad de que esto pueda pasar debo combatirla con todos los recursos que tengo. Creo que las dos visiones son compatibles: como politólogo creo que el 14F todo irá bien, porque lo creo realmente, pero como gestor no me puedo permitir confiarme, debo trabajar para minimizar esta probabilidad. 

Los partidos independentistas han acusado al TSJC de imponer las elecciones, a la Moncloa de hacer una maniobra… Esto no ayuda a legitimar el 14F, ¿no?

No, no ayuda para nada. A veces los partidos no son conscientes de hasta qué punto estas armas que utilizan son de doble filo. Y lo que les ayuda políticamente los descalza por otra. Muy habitualmente no se tiene la mirada a medio plazo de esas declaraciones sino a corto. A corto plazo hay la aclamación popular, pero después cuando eso se enfría queda un substrato que se puede girar en contra. Este caso es paradigmático y me gustaría pensar que el Govern lo ha aprendido y que lo que tal vez fue una primera reacción al TSJC se ha ido enfriando y aposentando. 

Votamos como en el siglo XIX. Con su experiencia, ¿cree que la pandemia ayudará a que votemos de una manera más acorde a los tiempos en un futuro próximo?

No. Creo que votamos como en el siglo XIX y la pandemia no cambiará absolutamente nada. Pero sí me gustaría pensar que tal vez a raíz de la pandemia, no solo para las elecciones sino para otras muchas cosas de gestión pública –salud, movilidad...–, ha habido un punto de reflexión de decir 'ostras, la gestión pública que era una cosa de burócratas y funcionarios aburridos resulta que los equipos son potentes y lo que falta es que haya una dedicación al servicio público que esté reputada, que esté bien financiada, que tenga planes, estrategia y visión'. A pesar de que tal vez no será tan glamuroso como la educación y la sanidad pública o la cultura, sí que quiero pensar que nos hemos dado cuenta de lo que estábamos perdiendo desde los 80 de Reagan y Thatcher y que esto no solo pasa por más Estado del bienestar sino por un mejor Estado del bienestar, más eficiente y eficaz. Me gustaría pensar que la gestión pública sí que empieza a estar en la arena y las elecciones no dejan de ser ni más ni menos que una pequeña parte de esta gestión pública. 

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