Hay diferentes noticias que han aparecido durante la campaña en torno al candidato -ahora ya electo- Javier Nart, que se presentaba por Ciudadanos. Un medio digital destapó su supuesto pasado extremista, guerrillero, de juventud, donde llegó al grado de comandante, en Chad. Otro reprodujo un cartel de un acto electoral de Reus de finales de los setenta donde, en un mitin, acompañaba a Enrique Tierno Galván, figura de la transición, para hablar a favor de la candidatura del Partido Socialista Popular (que en aquella época tenía un punto de visto abierto respecto a la cuestión nacional catalana).
Tanto en un caso como en el otro, como si fueran sorpresas. Y con el objetivo, en plena campaña electoral, de sacar a la luz estas circunstanciales vitales del aludido señor Nart, para poner en evidencia una supuesta contradicción ideológica: ¿Cómo se puede pasar de una línea de pensamiento a la otra y no ser un hipócrita? Y aún más: Hay una acusación tácita de “chaquetero” político, incompatible con la imagen de su actual partido. O sea, la de alguien que cambia de camisa ideológica sin escrúpulos.
Y bien, yo no tengo nada que ver con el señor Nart. Aún más, no me gustan nada ni su partido ni su tono de discusión perennemente indignado. De hecho, no me gustaba ni cuando salía en la tele en ese programa de TVE, Tribunal Popular, que lo hizo famoso junto al bueno de Ricard Fernández Déu. Ya lo encontraba tan pagado de sí mismo como hoy en día. Pero eso no quita que me quede de piedra si alguien intenta “desacreditarlo” -a él o quien sea- con la recuperación de informaciones como estas, inútiles y de tan bajo nivel.
Sobre la primera cuestión, el mismo Nart ya ha aclarado más de una vez que, como representante del Partido Socialista Popular, su participación en el Chad, si bien comprometida, fue más bien institucional. De guerrilla, poca. El otro supuesto cambio ideológico, de cuando Javier Nart era secretario general de la sección catalana del PSP, hace referencia, como hemos dicho más arriba, a que cuando este partido se fundó tenía un punto de vista sobre el hecho nacional catalán inmensamente más abierto que no el que tiene Ciudadanos hoy. De acuerdo. ¿Y qué? El PSP fue fagocitado por el PSOE y el profesor Tierno fue elevado a la categoría de reina madre socialista. Pero el señor Nart, aunque tuvo algún cargo público, se fue de este partido y dejó los cargos a principios de los noventa indignado por los escándalos que tuvieron los socialistas del final de la etapa felipista. Discrepó y se dio de baja. No aferrarse a los cargos es precisamente un indicio clarísimo de que no quiere pasar por “aprovechado” de la política.
De aquí a militar en un partido regeneracionista como actualmente tampoco hay tanto diferencia ideológica. Pero en todo caso, ¿es que la gente no tiene derecho a evolucionar ideológicamente hacia donde le dé la gana? Pienso que hay que tener cuidado a la hora de acusar a alguien de hipocresía ideológica mientras no haya un abuso flagrante de la voluntad de mantener cargos públicos a base de cambiar las veces que sea de siglas políticas.
Es decir, alguien como el exministro Piqué puede haber sido miembro de Bandera Roja de joven y llegar al gobierno de España con el PP: una evolución sorprendente pero posible y, por lo vist , hecha de una manera coherente y razonable. Por el contrario, el caso de Josep Enric Millo sería el de un posible cambio de camisa difícil de justificar: Diputado al Parlamento catalán por CiU entre 1995 y 2003, llegó a ser portavoz adjunto del grupo parlamentario convergente entre 1999 y 2003. A las elecciones catalanas de 2003, en CiU optaron por descabalgarlo de la cabecera de lista por Girona y Millo se pasó inmediatamente al PP. En 2004 ya estaba en el comité ejecutivo de este partido y en el 2006 fue elegido diputado autonómico. De aquí se puede deducir que el señor Millo, por encima de todo, lo que quería era ser diputado (o tocar poder), fuera con quien fuera (esto sin tener en cuenta que, según Joan Puigcercós, el paso al PP se habría producido después de haber intentado supuestamente entrar en las listas de ERC por Girona infructuosamente, lo que Millo siempre ha desmentido).
Cambiar de puntos de vista políticos no significa automáticamente cambiar de camisa.
Todos cambiamos, en un grado o en otro. Y, menos en la honradez, todos los cambios entran dentro de lo humanamente razonable y comprensible. Yo mismo, a menudo, cuando me citan declaraciones hechas hace veinticinco años, me doy cuenta de que, siendo el mismo, era diferente. Por suerte son cuestiones literarias, la espumilla de la vida. Nadie me lo reprocha, no vale la pena. Qué suerte... y qué descanso.