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Pioneras de un derecho en peligro

Cuatro mujeres que lucharon para aconseguir el derecho al aborto / CARMEN SECANELLA

Benoît Cros

Era una granja cerca de Aviñón, en el sur de Francia, a mitad de los años setenta. Una granja común y corriente, con paja, máquinas, animales... Tres mujeres jóvenes de Barcelona esperaban, muy nerviosas, su turno. En este lugar tan inapropiado, venían a abortar. Una de ellas se llamaba Anne de Naeyer, era belga pero vivía en la capital catalana desde que se casó con un catalán. “Era algo que no te puedes imaginar, había gallinas que corrían por todas partes. Las chicas que me acompañaban estaban asustadas, así que decidí ser la primera, para que las otras vieran cómo iba y no tuvieran miedo”, recuerda. Desde entonces, Anne se convirtió en una gran luchadora por el derecho de las mujeres al aborto en España, un derecho que está hoy en peligro.

Aunque extremo, su caso refleja las grandes dificultades que tenían las mujeres para abortar durante la dictadura y los primeros años de la democracia. Nieves Simal, una enfermera de 64 años, compañera de lucha de Anne, también abortó en los 70. Falsificó la firma de su padre para poder conseguir el pasaporte y viajó a Londres con su pareja. En el avión que la llevaba de vuelta a Barcelona, ​​coincidió con algunas de las mujeres que habían estado en la misma clínica.

Anne y Nieves formaban parte de un colectivo, Mujeres por el Autoconocimiento y la Anticoncepción (DAIA, en catalán), que se dedicaba a difundir información entre las mujeres sobre algunos métodos anticonceptivos, entonces prohibidos por el régimen franquista. “Pero siempre había alguna manera de encontrarlos”, recuerda Rosa Ros, una de las fundadoras de este grupo. “Los hacíamos llegar desde el extranjero, los diafragmas los hacíamos entrar como tetinas de biberones. Además sabíamos qué farmacias tenían la píldora anticonceptiva. Bastaba con que un médico hiciera una receta diciendo que era para regular la regla”, recuerda.

Los primeros encuentros informativos se hacían en el bar Zurich, en la plaza Catalunya de Barcelona. El boca a oreja funcionó tan bien que decidieron abrir una oficina de información en la céntrica calle Casp. “Había tanta gente que la cola llegaba hasta el otro lado de la calle”, asegura Simal. Y recuerda que incluso las visitaban mujeres de guardias civiles o de militares. “Había las típicas que decían 'yo estoy en contra del aborto pero mi caso es diferente'”, recuerda Rosa con cierta ironía. “Pero nosotras atendíamos a todas”.

“Éramos un grupo de debate y de reflexión”, continúa, “recogíamos libros, los traducíamos, pero también éramos un grupo de acción”. Por ello, asesoraban a las mujeres que deseaban abortar. Las que se lo podían permitir, iban al extranjero, a Londres o Amsterdam. Para ir en avión a Inglaterra y Holanda contaban con la complicidad de una agencia de viajes que hacía descuentos a grupos de mujeres. “Cuando volvían, algunas me decían 'he paseado por Londres'. Es que, por primera vez, se sentían libres”, recuerda Ros.

Algunas mujeres, en cambio, iban a Francia, a la granja de Aviñón. Allí las atendían unos militantes que habían aprendido la técnica en los círculos libertarios de Italia.

Para las mujeres con menos recursos, existía la posibilidad de abortar en Barcelona, en viviendas particulares y con la colaboración de gente de Francia. Ros no practicaba los abortos pero ayudaba: “Siempre lo hacíamos los fines de semana. Cuando entrábamos en la casa teníamos que vigilar que no hubiera policía, que nadie nos viera entrar. Siempre teníamos miedo, pensábamos que nos detendrían. Ahora que lo pienso, éramos muy atrevidas”. A pesar de las pésimas condiciones, no hubo nunca muertes ni complicaciones para la salud de las mujeres.

La fuerza del movimiento vecinal

La fuerza del movimiento vecinalEn esa lucha, otro tipo de movimiento jugó un papel importante: el de los barrios. Las asociaciones de vecinos de Barcelona aglutinaban las diferentes reivindicaciones de los barceloneses: más viviendas dignas, más servicios públicos y, sobre todo, más derechos y libertades. En cada asociación de vecinos había una vocalía de la mujer. Manolita Prieto fue una de las figuras de ese movimiento. Nacida en Madrid, vivía totalmente implicada con la gente de Canyelles, un barrio pobre de Barcelona donde se habían instalado muchos andaluces y extremeños. “Queríamos hacer cosas nuevas para las mujeres: que supieran de los métodos, de la sexualidad, del aborto. Nos dábamos cuenta de que había mucha ignorancia”, explica.

Todos aquellos esfuerzos obtuvieron sus frutos. En 1974, se creó un primer centro de planificación familiar en El Prat de Llobregat, impulsado por mujeres del municipio. Algunas de ellas pertenecían al desaparecido PSUC, un partido muy comprometido con los derechos de la mujer. El Ayuntamiento de Barcelona, ​todavía bajo la dictadura, impulsó el primer centro institucional en el Passeig Maragall, el primero de una decena. Prieto fue una de las fundadoras del centro de Canyelles, donde trabajaba un equipo pluridisciplinar: una enfermera, una psicóloga, una asistente social y una ginecóloga.

Con la llegada de la democracia, en 1978, se legalizaron las pastillas anticonceptivas. Y finalmente, en 1985, se despenalizó el aborto en tres supuestos: violación, malformación del feto y peligro para la salud de la mujer. En 2010, en la segunda legislatura de Zapatero, se aprobó la ley de plazos que acercaba finalmente España al resto de Europa en esta materia.

Ahora, sin embargo, el derecho al aborto está en peligro por la intención del ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, de aprobar una ley que sea aún más restrictiva que el texto de 1985. “Sería volver a criminalizar a las mujeres”, se indigna Simal, “es tan alucinante que no hay palabras”. “Si lo prohíben, las mujeres continuarán abortando pero en peores condiciones”, asegura Prieto. Por su parte, Ros cree que hay también una parte de cálculo político: “Es tan absurdo que ni ellos se lo creen”.

Cerca de 40 años después del inicio de su particular combate, estas mujeres mantienen vivo su compromiso, aunque con menor intensidad. Anne y Nieves participan en algunos actos, cuando alguien se lo pide. Rosa es directora del Centro Joven de Anticoncepción y Sexualidad de Barcelona. En cuanto a Manolita, se ha implicado en otras luchas, como la que denuncia la estafa de las participaciones preferentes, o las manifestaciones contra los recortes. De vez en cuando hojea el álbum de fotos que le regalaron cuando se jubiló del Centro de Planificación Familiar. Un álbum que muestra, desde la época de la dictadura, una vida dedicada a la lucha.

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