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Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.

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Donde muere el Tajo

Toledo Olvidado

Miguel Ángel Curiel

Todo va demasiado deprisa en este tiempo, hasta las palabras toman una velocidad inusitada y por eso se queman en cuanto rozan lo que dicen, por otro lado los hechos que acontecen cada día son como relámpagos que iluminan una zona oscura, y por eso mismo, destellos de lo que no son o de lo que casi fue.  Después de todo queda una luz espectral en los profundos huecos, queda un vaciamiento muy cercano a la nostalgia. De pronto nieva en una ciudad del Sur, donde hace mucho tiempo no lo hacía, y sin embargo siempre nevaba en algún momento del invierno mientras el mundo iba a su velocidad natural, entonces se produce la noticia de la nevada y sus repercusiones, que por lo general son naderías sin importancias, y cuando está llegando la noticia en sí, la nieve ya se ha derretido y deja paso a la lluvia, o de nuevo al sol.

Pero este artículo no va de eso, o mejor dicho, no va de nada. Como hombre no tengo ganas de nada acaso por haber tenido en otro tiempo ganas de todo. Nos arrasa la melancolía como una helada negra un campo de cebollas. El escritor se enreda en cosas que ya no le interesan a nadie. Ha conseguido por fin hacer con sus propias palabras una alambrada con la que protegerse del poder y sus inmundicias, o si queréis queridos lectores por resultar más bello, levantar un jardín lleno de zarzas y arbustos espinosos donde esconderse.

El hombre de nuestro tiempo gasta ingentes cantidades de energía en hacer posible sueños extraños que se disipan en sus manos al momento de tocarlos. En realidad este artículo de hoy va de nada y a la vez de todo. No todo lo que es posible es realizable y por eso mismo necesario de poder realizarse, la condición humana gusta de ello. En realidad esto que estoy diciendo y os llegará de manera escrita no busca otra cosa que abriros a la extrañeza, y podría ser resumido acaso en un par de frases. Por ejemplo, ¿Para que sirve declarar patrimonio de la humanidad algo que ya debería ser patrimonio de la humanidad en la conciencia de todos? ¿Por qué no declarar la tierra entera patrimonio de la humanidad y al hombre mismo incluirlo en esa declaración? ¿No es acaso esto de sentido común?

Es como la declaración universal de los derechos humanos, sólo eso, una declaración de buenas intenciones. Su aplicación debería ser cosas de los dioses, pero como ya sabemos que ni Dios ni los dioses existen, estas decisiones dependen entonces de los hombres, pero el hombre actual, como el que nos precedió y como el que seguirá después de nosotros nunca será capaz de tal cosa, es más, cuanto más bueno sea el dios que pintemos, creamos o pongamos en órbita, peor será el hombre que se lo arrogue, pues es una ley universal que se teje entorno al homo sapiens malum.

No hace mucho vi a un hombre defensor de los animales repartiendo folletos a favor de un partido animalistas, a escasos metros de este individuo, había un hombre tirado en la acera herido de malnutrición. El animalista no sintió entonces la mínima compasión por aquel ser famélico en las entrañas de Madrid. (esto es un dato de cómo está la temperatura del mundo)

De todas maneras la intención de este articulo era otra y no divagar como un extraño por órbitas alrededor del mundo. Lo resumo aquí. Me encontraba hace unos días en Lisboa, había subido a pie por las calles estrechas de Alfama buscando uno de los miradores que hay a los pies del castillo de San Jorge, desde los que suele haber unas vistas maravillosas al Tajo. Al otro lado Seixal y Almada, y los barrios  de color blanco de la margen Sur. Hasta ese momento no había sido consciente de ello, quizás iluminado por la luz blanca de Lisboa  o por la luz más oscura de la copa de ginjihna que me sirvieron en aquella terraza. Pero lo sentí como una iluminación radiactiva. El Tajo ya no muere en Lisboa como siempre habíamos creído –si es verdad que una vez así fue, cuando el río se impulsaba con fuerza y era capaz de llevar en su seno grandes riadas que daban miedo- Ahora no, ahora el río muere a unos cuantos kilómetros aguas arriba del mar de la Paja, un poco más allá de Vilafranca de Xira, posiblemente en el momento en el que las aguas muertas del río besen las aguas saladas del mar antes de entrar en el inmenso estuario. No estaría mal que corrigiéramos este dato.

Allí, ayudado por la luz y la copa de ginjinha lo pensé. ¿Qué ocurriría si una comisión de nuestra región, junto con la de las otras regiones por la que el río muerto pasa propusiera a la Unesco declarar al Tajo patrimonio mundial de la humanidad? ¿Se lo tomarían a broma? ¿No fue ese el río en el que una vez fuimos niños felices?

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