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Por puta, otra manera de ver el acuerdo sobre Grecia

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Daniel Jiménez - Podemos La Sagra

El acuerdo de la Troika para Grecia lo ha dejado meridianamente claro: el proyecto europeo se basa en la violencia. Violencia ejercida siempre por los más poderosos contra los más débiles, contra los que siempre sufren las consecuencias de unas políticas económicas genocidas. Podríamos llamarlo lucha de clases, si no fuera porque no es posible luchar contra el verdugo. No hay lucha de ningún tipo, solo una víctima y un agresor. Por eso no es desacertado denominarlo violencia de clase. Muy similar, por cierto, a la violencia de género. Ambas se basan en el absoluto y continuo abuso de poder. La diferencia es que la de género se aplica sobre las mujeres, y la de clase sobre los siempre oprimidos.

El agresor de clase, al igual que el de género, humilla siempre a su víctima. Le niega a ésta cualquier tipo de control sobre su persona. Es más, si la descubre intentando tomar las riendas de su destino, por ejemplo vía referéndum, la castigará de forma todavía más inmisericorde y sádica. No hay peor pecado para una víctima que intentar levantar la voz y reclamar la propiedad de sí misma. O eres mía o de nadie. Si te vas, te mato: el mensaje del agresor es muy claro. Así como su capacidad para ejecutar en cualquier momento la sentencia.

Capacidad emanada de su absoluto control sobre la víctima. Control de varios tipos, comenzando por el psicológico, en el que el agresor de clase, al igual que el de género, se esfuerza de continuo, sembrando el pánico con cada gesto y cada frase. Apoyándose en esta labor en su brazo armado mediático, en esos miedos de comunicación que son la amplificación de la voz del agresor, y como tal tienen por misión atemorizar y sojuzgar a la víctima.

El agresor también se esmera en el control económico, sabedor de que la víctima no puede valerse por sí misma. De que si es abandonada por él, posiblemente se quede en la indigencia, al límite incluso de la supervivencia. Es un punto débil claro que por supuesto se va a encargar de explotar Para ello tiene a su disposición los mercados y los bancos, que pueden provocar que el dinero de todo un país se volatilice mañana mismo. Pero lo hago por tu bien, cariño, por el bien de los dos, por el bien del proyecto europeo.

Y por último, también hay un control físico, una violencia física, ejercida sobre la víctima de clase, al igual que sucede con la víctima de género. ¿O acaso no es física el hambre de los más débiles de Grecia? ¿o el frío de los que en invierno no pueden poner la calefacción en este país? Pero ni siquiera hace falta recurrir a la metáfora. Veamos los disturbios que han estallado últimamente en las calles helenas por el acuerdo. Y los que seguirán estallando. Claro que hay violencia física.

A pesar de estas similitudes, también hay diferencias entre ambos tipos de violencia. La violencia de género ya ha sido señalada por nuestra sociedad como un problema que hay que combatir. Quizá no con el empeño y la voluntad política suficientes, pero al menos, sabemos que es muy difícil –no diremos imposible –ver a un gobernante defendiendo claramente a un agresor de género. Todo lo contrario de lo que sucede con los agresores de clase europeos, cuyo estilo imitan con mucho gusto algunos aquí en España, donde nuestro gobierno, así como el PP, no hacen más que amenazarnos con lo que puede pasar si votamos mal.

Como todo maltratador, eligen este lenguaje de la amenaza para mostrarnos que no somos libres para tomar una dirección distinta a la que ellos desean. El mensaje es muy claro: si votamos a quien no debemos dentro de unos meses, nos pasará lo mismo que a Grecia. España también será humillada, atemorizada, castigada y saqueada por haber querido tomar un camino distinto. Y además se merecerá todos los castigos que caigan sobre ella. Por puta.

Daniel Jiménez escribe aquí y puedes seguirlo por Twitter

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