El martes, Juan Francisco Pérez Llorca se sumará a la tan arraigada tradición del PP valenciano de coronarse president sin pasar por las urnas. Tiene mérito. De cinco, solo dos (Zaplana y Camps) ganaron (en modo arrasar) unas elecciones. Los otros tres (Olivas, Fabra y ahora él) tocaron mare de retruécano. Creo que me falta uno, pero ya nadie se acuerda de Mazón. Suerte que es un partido que lleva la estabilidad por bandera o podríamos darnos por jodidos.
De hecho, ya podemos. En eso sí que se ha puesto manos a la obra. Cuando los efectos de la dana aún perduran, el nuevo presidente de todos los valencianos que se quieran dar por aludidos se ha hecho negacionista. Lo peor es que seguramente Juanfran no lo sea por convicción, o —como los terraplanistas— porque lo ha visto en un vídeo de YouTube. Lo es porque se lo ha impuesto Vox, el partido que ahora gobierna la Comunitat desde la muy madrileña calle Bambú, sede de Vox, y no desde Génova como hasta ahora.
A todos nos ha pasado. Es un trance con mimbres de pesadilla. Estás en el trono dando lo mejor de ti mismo cuando te das cuenta de que te has quedado sin papel. Con los gayumbos por los tobillos, te recorres media casa andando como un pato. Aunque sea a modo de metáfora, el nuevo presidente ha dado con la solución: fuera calzoncillos, de ahí la expresión ‘a calzón quitao’. Si hay que humillarse ante otro partido (en este caso, con el bonus track de que es la ultraderecha) hay que hacerlo a lo grande. Menos subvenciones a la tauromaquia (que ya llegarán) y un guiño a la violencia intrafamiliar (que también llegará); les ha comprado todo el crecepelos que le vendían.
A diferencia de Fausto, aquí no está el alma en juego sino la vergüenza. El que la tenga. El alcalde de Finestrat ha contratado una tarjeta revolving de las que es casi imposible pagar. Algunas medidas —las relativas a la inmigración— son puro papel mojado, un poco de alfalfa racista para que coman los ultras, porque no tenemos competencias.
Como buen cristiano, además, ha apuntado directamente a los menores no acompañados. Por supuesto, hay subida de impuestos (a los que menos tienen) disfrazada de bajada (a los que más tienen): va a recortar el impuesto de transmisiones, que, sin duda, es la primera preocupación de los que no llegan a fin de mes (y que cada vez son más). Una medida que, hay que reconocerlo, es popular y popular, pero que solo beneficia al que le vaya a caer del cielo más de un millón de euros. El resto lo pagaremos con menos servicios públicos.
Que Pérez Llorca llegue al Palau de la Generalitat dice tanto de la mediocridad de Vox como del PP. Las encuestas (menos la del CIS, que da ganador a Lerma) van todas en el mismo sentido: los ultras podrían perder cerca de la mitad de sus escaños y Vox ganar más del doble. En esas circunstancias, los de Abascal no necesitan ni sorpasso. Pueden permitirse ganar unas elecciones siendo el tercer partido más votado. Pero ni en esas circunstancias se han atrevido a ir a elecciones. Podrían incluso haber tumbado a Juanfran para los amigos y haber obligado al PP a quemar un candidato. De paso, alimentar la lucha de los populares entre Madrid y València. Tampoco lo han hecho. Han preferido un acuerdo, en realidad un trágala, y seguir gobernando desde la oposición. Ya lo dije, y estoy de acuerdo conmigo mismo: son la ultraderechita cobarde. Y vaga. Muy muy vaga.
SUMARIO: El problema es que ni se han leído el Pacto Verde. Europa considera la nuclear como “energía de transición ecológica”
La mediocridad del PP, en cambio, está en el acuerdo. Ahora van contra del Pacto Verde en Bruselas, Pacto Verde que ellos votaron. Ahora, se esconden detrás de los agricultores —a los que han dejado tirados cuando ha habido que abrir las fronteras a las naranjas de Sudáfrica o Israel— para dar un giro copernicano. En su discurso absurdo apoyan mantener la central nuclear de Cofrentes (lo único en lo que estamos de acuerdo), pero como no se lo han leído, olvidan que nuestro amigo el átomo, en Europa, se considera una energía de transición verde. Lo es, además de ser de las más seguras. No es la panacea, todas las energías tienen pros y contras, y este es un terreno en el que la yihad ecologista pincha en hueso (como lo hizo con los transgénicos). Pero la energía nuclear es ‘además’ de las otras dentro de un pool, no hace falta que elegir. La duda es quién paga la factura de alargar su vida útil y la derecha quiere que se haga con dinero público.
En realidad, el Pacto Verde del que habla Vox, y que le ha comprado el PP valenciano, no existe. Es una caricatura. Forma parte de su discurso conspiranoico contra los globalistas por parte de unos vocingleros que forman parte de la red Network (poco hay más globalista y más elitista). Por supuesto que el Plan Verde tiene cosas buenas y malas, como el Franquismo según Catalá, pero ir a Bruselas a negociar y decir que se está en contra nos va a costar algunos cientos de millones para empezar a hablar. Eso, y que nos tomen por gilipollas. A Pérez Llorca le da igual, porque sabe que miente y que, ya que le ha tocado la lotería de presidente de la Generalitat, no va a dejar pasar la ocasión. Si tuviera que llegar al cargo elecciones mediante, sabe que sus posibilidades son bastante magras, incluso ahora que el PSPV sigue sin candidato.
Me viene a la cabeza, cuando casi tenía acabado el artículo, el vídeo de YouTube que subió el otro día la Generalitat, en el que presentaba al equipo de Mazón (sus cómplices en la gestión de la DANA) a ritmo de La perla, de Rosalía. “Dígaselo con música”, decía el anuncio aquel. La letra, dedicada a ese playboy que gasta el dinero que tiene y también el que no, le iba a Mazón al pelo. Es, quién lo puede negar, una perla de mucho cuidado. Como lo fue Milagrosa Martínez, a.k.a. La Perla, que acabó en la cárcel cuando la Gürtel le pasó por encima. No creo que el nuevo president acabe como ella. La justicia es igual para todos, pero para todos los que son iguales. Luego hay para ricos, pobres y mediopensionistas. Y qué duda cabe de que un tipo que llega a presidir el Consell con un patrimonio inmobiliario oculto que incluye un hotel a pachas con un ruso y una casa medio ilegal, y ocho viviendas, es lo que necesita el PP. O eso, o un Dalton. Se entiende ahora que quiera bajar los impuestos a los que más tienen (solidaridad de clase no le falta), bajar el de transmisiones (para que sus hijes puedan empezar doblando camisetas) y, por supuesto, ni una puta medida en el pacto de rendición ante Vox sobre la vivienda. Tampoco sobre la tasa turística. En eso ha hecho un Puig. No sé si acabará en Picassent, donde a todos nos gustaría ver a Mazón, pero el título de Perla lo lleva escrito en la frente con Kanfort.
Pero lo más interesante sería saber qué pasa ahora por su cabeza. Sumarse a las paranoias voxeras del alarmismo climático es comprar el argumentario que han financiado las empresas más contaminantes del mundo. Una cosa que no se entiende de Mazón, al que ya nadie de su partido recuerda haber aplaudido hace apenas dos semanas, es cómo podía dormir por las noches. Aunque fuera en el sofá, porque su mujer sí que se huele dónde estuvo esa hora de tiempo perdido que no consigue aclarar. Por eso, de Pérez Llorca me gustaría saber cómo les explicará a sus nietos que ha llegado a donde ha llegado apostando por un mundo peor. Dentro de unos años les podrá contar que hizo lo que pudo para que las temperaturas siguieran subiendo, la desertificación avanzara, los fenómenos extremos fueran cada vez más frecuentes… con 229 cadáveres no ya sobre la mesa, bajo tierra por culpa de los que llaman el ‘alarmismo climático’. Pero, sobre todo, me gustaría ver qué cara pondrá cuando les diga: lo hice por la paguita.