Las claves informativas de la semana en la Comunitat Valenciana.
Jaque de izquierdas a la alcaldesa
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La zona de bajas emisiones, síntoma de la impotencia de María José Catalá con sus socios de Vox
Compromís y el PSPV oponen en València políticas de futuro conjuntas a una primera edil que está de paso
Ocurrió en el acto organizado por elDiario.es dentro del ciclo “Converses en llibertat” para presentar un número de la revista trimestral dedicado a revisar el medio siglo transcurrido desde la muerte de Franco. El director de la edición valenciana de este diario, Sergi Pitarch, preguntó en un momento dado al exalcalde de València Joan Ribó, de Compromís, y a la delegada del Gobierno en la Comunitat Valenciana, la socialista Pilar Bernabé, que habían estado charlando sobre el tema con la periodista Rosa Solbes, si podemos esperar que haya pacto de izquierdas en las próximas elecciones locales. Y ambos respondieron, sin dudarlo: “Habrá gobierno de progreso en València en 2027”.
No fue una mera declaración formal para quedar bien ante el público que llenaba la Sala Russafa porque se producía en medio de dos circunstancias reveladoras: el fracaso de la alcaldesa de València del PP, María José Català, para poder sacar adelante su descafeinada propuesta de zona de bajas emisiones, debido a que sus socios de Vox la dejaron en la estacada, y la escenificación unos días antes por parte de los portavoces de Compromís y del PSPV en el Ayuntamiento, Papi Robles y Borja Sanjuán, respectivamente, de su unidad de acción al presentar un modelo conjunto de políticas sostenibles en la ciudad. “La izquierda ensaya un gobierno en València con la propuesta de zona de bajas emisiones para salvar 150 millones del boicot de Vox al PP”, titulaba su información Laura Martínez, en referencia a la cifra que el Ayuntamiento dejará de ingresar de la Unión Europea, por posibles sanciones y planes que irán por los aires.
El diseño de políticas verdes en la ciudad, que caracterizó la etapa de Ribó en la alcaldía, es un argumento fuerte que la izquierda hace bien en convertir en el núcleo de su acuerdo, junto con una acción eficaz ante el problema de la vivienda, que el exalcalde citó como uno de los asuntos pendientes de la política local más perentorios. La debilidad del gobierno municipal que encabeza María José Català, condicionado por la extrema derecha, queda especialmente en evidencia con el fracaso de la declaración de zonas de bajas emisiones, una política que debería estar operativa desde hace tres años. Vox impone su agenda y el PP negocia un modelo de ordenanza contra la contaminación sin sanciones, que no podrá aprobarse ya este año año 2025, mientras fusiona la fundación Valencia Clima y Energía con el Centro Mundial para la Alimentación Urbana Sostenible (Cemas), creado en la época de Ribó, y borra las referencias al cambio climático de los estatutos.
Catalá, que ya fue alcaldesa de Torrent, heredó de los ocho años de gobierno de izquierdas en el Ayuntamiento unas líneas de trabajo centradas en la sostenibilidad, como la de encaminar la ciudad hacia la neutralidad climática (que ha caído en el olvido) o la capitalidad verde europea (que pasó con más pena que gloria y algún exabrupto surgido del negacionismo de Vox). Su equipo trata de culpar ahora a la oposición de las contradicciones internas. “Si Valencia no tiene ordenanza de Zona de Bajas Emisiones es porque la oposición no ha querido y Vox se ha bajado del carro”, alegó Jesús Carbonell, concejal de Movilidad, que ha conseguido que los atascos de tráfico vuelvan a ser habituales en el centro de la ciudad. Aspirante poco disimulada a dar el salto a la Generalitat en las próximas elecciones tras la caída de Carlos Mazón, la alcaldesa gestiona las tensiones con sus socios ultras y busca sortear con desperfectos menores los conflictos por su gestión. Por eso finiquitó la investigación de la dana en València sin una sola comparecencia política y sin asumir responsabilidades, pese a que València registró 17 muertes en las inundaciones. Su forma de actuar es la de una alcaldesa de paso, más pendiente de cuidar su imagen que de otra cosa. Por eso la izquierda le hace jaque con políticas de futuro que cualquier ciudad moderna debería desarrollar.
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