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Síndrome de la boca ardiente: un trastorno de origen confuso

Foto: Think Stock

Jordi Sabaté

Esther, lectora y socia de eldiario.es, nos envía el siguiente correo electrónico: “me gustaría que me deis información sobre el síndrome de la boca urente: origen, los síntomas, las consecuencias… ¿Influye la alimentación? ¿Está relacionado con el sistema nervioso? ¿Tiene que ver con algún tipo de alergia? Os aseguro que puede llegar a ser de muy molesta a realmente invalidante”.

Las llamadas dinias son un conjunto de afecciones dermatológicas que se caracterizan por escozor, quemazón, ardor e inflamación de las zonas del cuerpo relacionadas con las mucosas: boca, ano, pene o vulva. Se llaman orodinias cuando afectan a toda la boca, o bien glosodinia cuando sólo la lengua se ve afectada, Si los síntomas se dan en la vulva, se denominan vulvodinias; si en el ano, anodinias y cuando afectan al pene las denominamos penidinias. 

De todos modos, de todas ellas las más frecuentes son las que se presentan en la mucosa de vulvas y boca, y especialmente en mujeres; algunos cálculos aseguran que se dan cinco veces más en las mujeres que en los hombres, aunque otros más conservadores reducen la predominancia femenina de las dinias a tres mujeres por cada hombre.

La doctora María José Tribó, dermatóloga del Hospital del Mar de Barcelona, relacionaba en esta entrevista de 2007 la mayor frecuencia entre las mujeres de las dinias con los desajustes hormonales que se producen en la pre y post menopausia. De este modo, se atribuye mayoritariamente la vulvodinia a la franja de edad que va entre los 45 y los 65 años; en cambio la boca urente o ardiente sería más típica de una mujer postmenopáusica.

Ardor insoportable

Centrándonos en el síndrome de la boca urente, que es el que nos pide Esther que relatemos, baste con decir que en algunos casos, según esta publicación de la Clínica Mayo: “la sensación de ardor puede ser tan intensa como si realmente nos la hubiéramos quemado por dentro. Es más, esta sensación de quemazón insoportable puede afectar no solo a la lengua sino también al paladar, las encías, los pómulos o la garganta, tal como si hubiéramos bebido agua hirviendo.

Además, este ardor se puede acompañar de cambios en el sabor de los alimentos, que adquieren un regusto metálico, e incluso pérdida del gusto. También una potente sequedad bucal es frecuente. El malestar del síndrome de boca ardiente, por otro lado, suele tener diversos patrones diferentes. Por ejemplo, puede ocurrir todos los días, con ligero malestar a primera hora pero empeorando a lo largo de la jornada. O bien puede iniciarse apenas nos despertamos y durar todo el día, o aparecer y desaparecer sin más…

¿Cuáles son las causas?

Existe un amplio debate sobre cuáles son las causas de las dinias en general y a este respecto se puede decir que en muchos casos se trata de un trastorno mulfactorial. En ocasiones pueden ser debidas a deficiencias nutricionales, como falta de hierro, cinc, folato (vitamina B-9), tiamina (vitamina B-1), riboflavina (vitamina B-2), piridoxina (vitamina B-6) y especialmente cobalamina (vitamina B-12).

Pero en muchos casos se las relaciona con reacciones autoinmunes y alergias debidas a metales utilizados en empastes y amalgamas bucales así como dentaduras postizas mal colocadas o anatómicamente mal concebidas, que provocan rozaduras y reacciones inflamatorias. También el reflujo gastroesofágico puede provocar ardores en la cavidad del paladar y la garganta, e incluso se cita la interacción de determinados medicamentos que provoquen una excesiva sequedad bucal.

Pero en un buen número de casos uno de los factores predominantes en el síndrome de la boca urente es de origen psicosomático, es decir que está relacionado con el estrés y la ansiedad, así como con cuadros de depresión. Según la doctora Tribó, “un 75% de las afecciones conocidas como dinias tienen un trastorno psicosomático asociado”.

La facultativa cita entre ellos a todos los que afectan al periodo pre y post menopáusico y asegura que una vez detectada la causa, la enfermedad puede curarse, aunque se pueden tardar años. Finalmente avisa del peligro de que la mucosa quede seriamente dañada y atrofiada cuando el trastorno se ha vuelto crónico, lo cual alargará su tratamiento. 

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