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Así será la internet del futuro en Europa

Foto: Wikimedia Commons

ConsumoClaro

Marta Peirano, profunda conocedora del tema, tituló su artículo del 27 de octubre sobre la votación en el Parlamento Europeo de la propuesta de regulación del Mercado Único de las Telecomunicaciones: Ganan las 'telecos', Europa vota contra la Neutralidad de la Red. En él explica con precisión qué aspectos de la nueva regulación, que inicialmente tenía como objeto proteger la neutralidad de internet, implican la sentencia de muerte para el principio básico de que “un bit de información en internet es igual a otro bit”.

Se trata de una ley no escrita, salvo en Estados Unidos, que define la red como un espacio neutro y sin dueño por donde circula la información en igualdad de condiciones. Pero sobre todo, circula sin que nadie pueda favorecer un determinado paquete de datos sobre otro. Por ejemplo, la neutralidad de la red está pensada para que ninguna empresa o servicio pueda verse favorecido por el operador de telecomunicaciones si paga una determinada tarifa.

Es decir, que Facebook no pueda llegarnos al ordenador o la pantalla del móvil más rápido y mejor que Twitter en caso de pagar un precio extra; o que los vídeos de Youtube no nos lleguen con más rapidez y definición que los de Vimeo a cambio de ingresar una tarifa mayor a Movistar, Vodafone, Jazztel, etc. Podemos pensar que es un tema de empresas, que ya se apañarán entre ellas mientras a nosotros nos lleguen los servicios con un mínimo de calidad; incluso que un operador tiene derecho a cobrar proporcionalmente al servicio que ofrece, puesto que es quien ha construido las redes...

Adiós a una garantía para los consumidores

Pero no es así: a parte de que el negocio del operador es cobrar por el acceso -no por el tráfico, puesto que no es el dueño de internet-, la neutralidad de la red afecta fundamentalmente a los consumidores. El cómo, se puede visualizar con un ejemplo: imaginemos que Facebook paga una suma de dinero a Movistar, Vodafone u otro operador o proveedor de acceso, para que sus usuarios de fibra puedan navegar por sus páginas con mayor fluidez y cargando los vídeos sin demoras. Es una ventaja comparativa para los usuarios que lo sean a la vez de Facebook y el proveedor de acceso.

Imaginemos que además, tal como la nueva ley permite, Facebook paga a Movistar, Orange o Vodafone para que, en el móvil, no se les descuente el consumo de datos a sus clientes cuando están en la red social, ni siquiera al ver los vídeos. Nos parecerá perfecto, ya que nos supone un ahorro en datos. Pero supongamos que Wallapop -o cualquier otro servicio similar o nuevo que nos gusta- no puede pagar este extra al operador. Seguramente nos seguirá llegando con un ancho de banda suficiente al móvil, porque así lo garantiza lo acordado en el Parlamento Europeo, pero nos costará datos.

Y ahora pongamos por caso que Facebook decide hacer su propio Wallapop, y que aunque no es tan bueno como el original -pero paga por tener mayor ancho de banda para sus contenidos y no suponer gasto de datos- acaba por imponerse al Wallapop auténtico. Total, que al final acabamos por ir al 'Wallabook' porque es más cómodo que el humilde Wallapop, que no puede pagar los 'extras'.

Han privatizado el suelo público digital

Pues bien: este es el patrón de comportamiento que propone la regulación de la neutralidad de la red aprobada recientemente. Cambiemos los nombres por Youtube y Vimeo, Netflix y Filmin, o cualquier otro servicio fuerte y establecido respecto a uno innovador pero todavía incipiente; incluyamos también periódicos, por cierto... El caso es que si antes el grande tenía todas las de ganar, ahora arrasará y no dejará lugar a la irrupción de nuevos competidores. La regulación aprobada es rica en medidas para favorecer al poderoso, el artículo antes citado las explica con precisión.

Así, el Parlamento Europeo ha privatizado los solares de internet, que se suponía que eran de todos los europeos, y se los ha regalado a las 'telecos'. La consecuencia de esta 'cesión' es que vamos camino ser una avenida digital en la que el dueño del solar concede el suelo a la gran superficie y echa poco a poco al pequeño comercio, que es el que daba vida al barrio, el que marcaba la diferencia, aportada la diversidad y otorgaba la libertad de comprar donde a uno o una le diera la gana.

Con la actual regulación, solo nos quedará la opción de vivir en un centro comercial 2.0 de oferta limitada y plagado de grandes marcas de consumo, cautivos de la falta de alternativas y sujetos a los ritmos de innovación que interesen a la cuenta de beneficios de los poderosos del sector. Bienvenidos a la internet del futuro, un lugar nauseabundo y vulgar del que querremos salir corriendo.

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