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Cuando lo inimaginable se hace real

Donald Trump entrando al Tribunal Penal de Nueva York el pasado 4 de abril

Javier Pérez Royo

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Unos días antes de su último discurso sobre el Estado de la Unión, Barack Obama concedió una entrevista a Matt Lauer, de la NBC, en la que fue preguntado directamente por la posibilidad de que Donald Trump pudiera ganar las elecciones y convertirse en presidente de los Estados Unidos: ¿En ninguna parte de su cerebro puede usted imaginar que Donald Trump pueda un día pronunciar el discurso sobre el Estado de la Unión? Obama encontró la pregunta divertida y respondió riéndose “Bien, lo puedo imaginar en un sketch de Saturday Night”.

Lo ha recordado este pasado 30 de marzo David Remnick en The New Yorker, revista de la que es director. “An American Tragedy, Act III” es el título de su artículo.

Barack Obama se limitaba a decir lo que venían diciendo todos los estudios de opinión en aquellos días. La casi totalidad de los estudios considerados solventes daban por ganadora de la elección a Hillary Clinton con una probabilidad superior al 95%. La victoria de Donald Trump sencillamente no entraba en los cálculos. 

Nadie con un conocimiento acreditado de la forma en que opera el sistema político de los Estados Unidos contemplaba siquiera la posibilidad de que eso pudiera ocurrir.

Con esa quiebra en la previsibilidad de la democracia más fiable hasta ese momento, se abrió una nueva época en la que todavía nos encontramos. La realidad se está llenando de acontecimientos inimaginables. En los propios Estados Unidos hemos asistido por primera vez al impeachment en dos ocasiones de un presidente y al procesamiento por primera vez de un expresidente. Es posible que vuelva a ser procesado por otros tres delitos en los próximos meses. Y sin embargo, a diferencia de lo que le ocurría a Barack Obama, a nadie se le pasa por la cabeza descartar por completo que Donald Trump pueda volver a ser elegido presidente. Lo que era inimaginable en 2016 se considera posible e incluso probable después de todo lo que hemos visto. La amenaza del impeachment bastó para que Nixon abandonara la Casa Blanca.

Pero es que en Francia, los dos partidos que habían dominado la vida política de la V República, el gaullista y el socialista, han obtenido el 2.3 y el 1.8 % respectivamente en las últimas elecciones presidenciales. Y en Italia una candidata del partido fascista se ha convertido en Primera Ministra. Y en Alemania el partido demócrata cristiano, que había sido el eje del orden europeo posterior a la segunda guerra mundial, ha quedado reducido al tamaño de un partido mediano. Y en Holanda, Suecia, Finlandia…Por no hablar del Partido Conservador británico y el Brexit. 

Resulta sorprendente que sean los dos países que constituyen la península ibérica, Portugal y España, que fueron los dos últimos que se constituyeron democráticamente después de la Segunda Guerra Mundial, sean los que están resultando más previsibles electoralmente. Sus sistemas de partidos están demostrando una resiliencia superior a la de los países con una mucha mayor tradición democrática. 

¿Es pura casualidad o estamos a punto de entrar en un torbellino similar al que están experimentado nuestros vecinos? En este año electoral lo podremos comprobar. Pero la verdad es que nunca se me había pasado por la cabeza que Portugal y España fueran en algún momento más fiables electoralmente que los países que iniciaron el proceso que acabaría convirtiéndose en la Unión Europea.

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