Una respuesta artística a la masacre en Gaza y a los intentos de silenciar la solidaridad con el pueblo palestino. Así se define la exposición G€NOC1DIO, en donde 40 artistas conceptuales emplean diversos lenguajes para abordar de manera directa la violencia ejercida por Israel contra la población palestina y la criminalización del apoyo internacional. La muestra, que se podrá disfrutar hasta el 13 de enero de 2026 en la Fundación Anselmo Lorenzo (FAL) de Madrid, reúne piezas de artistas como Sebas Cabero, Nuria Güell y Byron Maher, todos ellos denunciados por delitos de odio por exponer obras similares en una exhibición anterior.
Esta exposición autoorganizada surge en un contexto de silenciamiento institucional, vigilancia del activismo y censura a las voces críticas, han expresado los artistas en una nota de prensa conjunta. “En Europa y Estados Unidos, denunciar las políticas del Estado de Israel se confunde habitualmente con antisemitismo, desdibujando los límites entre crítica política y odio religioso”, advierten.
Esta estrategia, apoyada por lobbies, normativas restrictivas y campañas mediáticas, busca deslegitimar cualquier denuncia del apartheid, la ocupación o las masacres. Así pues, la exposición que ahora presentan actúa como o un espacio de resistencia frente a la Hasbará, la propaganda estatal israelí, y la confusión deliberada entre antisionismo y antisemitismo.
Eso fue precisamente lo que les ocurrió a tres de los artistas que integran este cartel en el que hay creadores como DosJotas, Anaïs Florin, Lara Lars, Eugenio Merino and INDECLINE, María Rosa Aránega, Nicolás Cox, Porfavor, Santiago Sierra, María Cañas y Yeyei Gómez.
Sobre la legitimidad de la violencia
Junto a ellos estará Sebas Cabero y su obra ¿La solución?, un título que pone nombre a la imagen de un proyectil con el nombre de Netanyahu. Eso le granjeó la denuncia por posible delito de odio por parte del lobby sionista Acción y Comunicación sobre Oriente Medio (ACOM) y Movimiento contra la Intolerancia, al igual que sucedió con Nuria Güell y Byron Maher.
Ocurrió en noviembre de 2024, cuando sus obras fueron expuestas en lonas de gran formato en las ventanas del centro social okupado La Rosa, en La Latina de Madrid. Tras un fuerte hostigamiento policial, el espacio retiró las obras. “Lo que yo quería hacer es una reflexión sobre la legitimidad de la violencia en la resolución de los conflictos humanos”, cuenta Cabera, quien ya ha testificado en los juzgados de Plaza de Castilla.
Admite que afronta este proceso tranquilo “porque es arte contemporáneo” y porque “la libertad de expresión prevalece por encima del delito de odio”, según señala a elDiario.es. “Hablamos de arte, arte y nada más, es una obra de arte”, repite. El proceso judicial tampoco va a acallar a estos artistas. Cabero asegura que el mundo de la cultura se ha volcado con ellos. “Y ahora nos han invitado a participar en G€NOC1DIO arropados por muchísimos otros nombres importantes del arte contemporáneo en un espacio amigo como la FAL”, se felicita este creador salmantino afincado en la capital.
El autor de ¿La solución? también recalca que dentro del mundo del arte contemporáneo se necesita tiempo para pensar y reflexionar sobre los temas sociales y políticos que envuelven el día a día. “Inauguramos esta exposición cuando parece que el foco ya no está en Palestina, cuando a los medios de comunicación ya no les interesa tanto el conflicto”, opina.
Una obra de la obra tras la denuncia
Tiempo es, precisamente, lo que se tomó Nuria Güell después de ser denunciada también por ACOM y Movimiento contra la Intolerancia. En su caso, expuso una lona con el retrato de Joseph Goebbels acompañado de las técnicas de propaganda y difusión mediática de este nazi en el catálogo que acompañaba a la muestra de La Rosa. Ahora no solo expone la cara del ideólogo antisemita: “Muestro una carta que envié al presidente de Movimiento contra la Intolerancia en la que le comparto algunas reflexiones sobre la denuncia. Le digo que le regalo la lona, y que llevo días intentando hacerme socia voluntaria de la organización, pero de momento no me han aceptado, y que espero que lo haga”.
Esta artista gerundense no se queda ahí. Junto a la lona de Goebbels y la misiva, exhibe la denuncia y la documentación de la investigación policial que sobre ella recae. “Quiero abrir una vía de conversación. Hasta ahora ha sido todo muy unilateral y en ningún momento han intentado entender qué había detrás de esa obra. Se otorgaron el poder de saber qué quiero transmitir yo con una imagen”, critica Güell, quien todavía no ha sido llamada a declarar en sede judicial.
Como ese pretendido diálogo no puede abrirse por otra vía, ahora utiliza el espacio expositivo para hacerlo. El título, por otro lado, es otro disparo hacia la organización liderada por Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia desde su fundación en 1991. El Efecto Kuleshov (o Cómo justificar 618.900,51 € en subvenciones gubernamentales para luchar contra “los delitos de odio” es el nombre que Güell ha dado a su nueva creación: “Esto es lo que esta entidad recibió de dinero público solo en 2024. Ir poniendo este tipo de denuncias quizá tiene que ver con la necesidad de justificar todo ese dinero”, explica.
Desde su punto de vista, lo que hizo ACOM y Movimiento contra la Intolerancia fue reproducir las técnicas promovidas por Goebbels, tales como crear una opinión pública con consecuencias como la autocensura y un estado de miedo y control. Ella admite que algo de temor en este proceso ha habido, aunque también una gran carga de responsabilidad como artista. “Miedo por la desconfianza en el sistema y porque estoy criando a un niño yo sola. Miedo por lo que me pueda pasar, porque Pablo Hásel sigue en la cárcel”, ejemplifica.
Un cuestionamiento directo del Estado israelí
Byron Maher se decantó por un juego de palabras para denominar a su creación, también denunciada por los lobbies sionistas ya mencionados, Estatados de Israel. En su lona, también expuesta en G€NOC1DIO, aparecía una soga formada a partir de una bandera del Estado liderado por Netanyahu. “Yo quería cuestionar al Estado de forma directa, que es quien reprime, daña, encarcela y mata los cuerpos. Y decidí no utilizar ningún elemento religioso ligado al judaísmo. El objetivo es señalar al Estado, porque Netanyahu se irá y mañana volverán a poner a otro sionista”, se explaya el también director de Arte de El Salto.
Quería cuestionar al Estado de forma directa, que es quien reprime, daña, encarcela y mata los cuerpos. Y decidí no utilizar ningún elemento religioso ligado al judaísmo. El objetivo es señalar al Estado, porque Netanyahu se irá y mañana volverán a poner a otro sionista
Desde su perspectiva, las organizaciones denunciantes ni siquiera consideran delito de odio una obra de tal calibre. “Simplemente, la consideran un problema para su propaganda proisraelí, y usan el sistema judicial para reprimir las voces de las personas y artistas que alzamos la voz contra el genocidio”, añade este artista madrileño que tampoco ha declarado todavía en el juzgado.
Ahora decide exponer su obra. “Es una forma de decirles que por más que intenten censurarme, no lo van a conseguir. Aquí todavía hay un genocidio palestino y los líderes occidentales siguen apoyando una masacre. Hasta que esto no se pare, hasta que el pueblo palestino no sea libre, esta obra, como las del resto de los 40 artistas de la exposición, seguirán siendo necesarias”, remarca Maher.
Contra el arte de la institución
Los tres artistas son conscientes del poder que tiene el arte de poder transformar la mirada y de molestar a aquellos que siempre quieren que nada cambie. Cabero afirma que es una herramienta cultural que ayuda a entender el mundo y la sociedad que habitamos. Por su parte, Güell considera que, en estos momentos, el arte es de los pocos espacios en los que se puede decir las cosas claras y cuestionar la cultura predominante, según sus propias palabras.
“Yo no entiendo el arte como una práctica contracultural, sino anticultural, como ese pequeño espacio que nos queda para pensar por qué lo establecido socialmente ha llegado a estar establecido socialmente”, agrega la autora de la obra protagonizada por el rostro de Goebbels. Asimismo, defiende que hay que seguir luchando ese espacio de libertad de expresión más allá de los intentos de censura. “Si no, seríamos una sociedad más pobre en muchos niveles”, exclama.
Sin embargo, Maher apunta hacia ese arte que él denomina mercantil y que encuentra su máximo exponente en ferias como ARCO y museos como el Reina Sofía, según su tesis. Es el arte de la institución, del blanqueo de capitales, dice. “Eso es un arte apolítico al servicio de los intereses del capital que no se sale de sus propios circuitos y lenguajes”, precisa. De este modo, defiende que “el arte politizado, el arte anarquista, debe tener un recorrido político más allá de la obra en sí, que abra caminos y cree otro tipo de conciencia, y que remueva a las instituciones”, finaliza.