Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
Las pruebas de que el Hospital de Torrejón elegía a pacientes rentables
Preguntas para el PSOE: ¿escuchan a sus feministas?, ¿por qué callan los hombres?
OPINIÓN | 'El Gobierno y el Real Madrid', por Antón Losada
ENTREVISTA

Elvira Navarro: “Cuando llegué a Madrid creía que viviría en un piso de película de Almodóvar y he acabado en el de 'El bola'”

La escritora Elvira Navarro, autora de 'La sangre está cayendo al patio'

Isabel Navarro

0

La portada del nuevo libro de Elvira Navarro es un cuadro de Antonio Saura en el que reinterpreta el del Perro semihundido de Goya. Una negrura acechante y expresionista en la que ese perro es casi un rayajo o una mancha, y a lo que más se parece en realidad es a esa angustia innombrable, tan física y retorcida, que atraviesa al ser humano contemporáneo.

La autora de La isla de los conejos (2019) y La trabajadora (2014) vuelve en La sangre está cayendo al patio (Random House) a emparentarse con la seca crueldad de Cela y Delibes, pero en un contexto donde la ciudad ejerce de verdugo y los personajes caminan en el filo del trastorno mental, el abandono y la miseria.

En el primer relato, La lavadora, que nos recuerda a Christine de Stephen King, un electrodoméstico banal no deja de sangrar sin venir a cuento; en El recogedor de animales un trabajador de mantenimiento de la autopista se lleva animales heridos o muertos a su casa y observa sus cuerpos y sus instintos: “Qué sabían las bestias de lo que estaba bien”, se pregunta el personaje. En El vigilante, un recién separado que cuida una promoción de viviendas y cuya madre en la infancia “había olisqueado a sus amigos y a sus primeras novias como agua de charca”, sufre alucinaciones acústicas.

Sus historias están al borde de lo fantástico, y la autora afirma que en esa tradición se siente más cercana a autores como Edgar Allan Poe o Cortázar. Sin embargo, en Estados Unidos, donde La isla de los conejos fue nominado al National Book Award, la suelen emparentar con la 'weird fiction' de Samantha Schweblin y Mariana Enríquez, que combina lo cotidiano con lo sobrenatural y lo grotesco. Pero no solo. Hay quien también ve los matices de su mirada social. De hecho, en la crítica que le hicieron en el suplemento cultural de Los Angeles Times, Nathan Deuel dice de ella: “Una cosa que distingue a Navarro en este género de ficción de pesadilla social es que sus personajes principales son casi en su totalidad mujeres: todas inteligentes y fuertes, pero profundamente defectuosas, y por ello más humanas. Por otro lado, es una experta en la anatomía de las clases sociales y, en particular, del dinero: tanto de su poder como de la exasperante indignidad de su carencia”. Y es que el dinero, o mejor dicho su falta, es la sombra más inquietante de ese gótico mundo urbano de Elvira Navarro, en el que es tan fácil quedarse a la intemperie y solo.

La sangre está cayendo al patio es un libro lleno de bisbiseos y de voces susurradas que acechan en las sombras. ¿Qué son esas voces? ¿De dónde nacen?

Yo creo que lo que llamamos realidad es un constructo, un relato en el que unas voces se escuchan más que otras. Quizá podría pensarse que esas voces ininteligibles, esas voces otras, son algo que acecha en la oscuridad y que está por debajo de la realidad que vemos. ¿Pero no es así un poco como funciona la vida? Lo que tenemos enfrente no es todo lo que hay, sino que siempre hay elementos que están actuando por debajo y que quizá más a menudo sean más determinantes que esos elementos visibles.

Entonces ¿contar una historia en un registro naturalista sería ceñirse a una versión de la realidad que no escuchase esas voces que están ahí pero preferimos ignorar?

Exactamente. Aunque no siempre, porque a veces el realismo también las ha incluido. Pienso, por ejemplo, los grandes autores realistas como Flaubert o Dostoievski. Las novelas de Dostoievski están llenas de voces, él recorre exhaustivamente toda la paleta de lo real, incluyendo a esas voces que están por debajo. Y esa es su grandeza.

Lo que llamamos realidad es un constructo, un relato en el que unas voces se escuchan más que otras. Quizá podría pensarse que esas voces ininteligibles, esas voces otras, son algo que acecha en la oscuridad y que está por debajo de la realidad que vemos. ¿Pero no es así un poco como funciona la vida?

Elvira Navarro Escritora

En estos cuentos la ciudad aparece como una entidad con cualidades humanas, es incluso un personaje. ¿Se siente una escritora urbana? ¿Qué es la ciudad para usted?

La ciudad es un fenómeno inabarcable. Son tantos los vectores que están actuando en una ciudad que resultaría imposible reconstruirla en su totalidad. La ciudad la puedes contar desde el punto de vista de la movilidad, de la economía, de la migración, del comercio, del urbanismo, desde los puntos de vista de sus habitantes, desde las alturas, desde los bajos, desde el túnel de metro o imagina contarla desde el punto de vista de una rata. La ciudad es un fenómeno inabarcable. Así que cuando una ciudad aparece en un libro, por ejemplo, el París de Cortázar, en Rayuela, en realidad ese París es ficticio y no existe más que en la escritura del autor y en la cabeza de Horacio Oliveira y La Maga. Es decir, la ciudad es otro mecanismo por el cual te puedes valer para retratar la propia subjetividad de los personajes. En muchos de mis libros la ciudad es un protagonista más y las descripciones lo que hacen es dar un tono atmosférico, un tono emocional y una vibración de escritura. Así que, ¿qué es finalmente la ciudad en una historia? Palabras. Ficciones, aunque apeles a nombres reales como la calle Luchana.

Como decía Quevedo, “buscas a Roma en Roma y en Roma no la hallas”. Y claro, buscas a Madrid en Madrid y tampoco hay quien la encuentre.

[Risas] Imagina, cuando llegué a vivir a Madrid creía que viviría en un piso como el de Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Almodóvar y he acabado viviendo en un piso como el de El bola.

Imagen de la película 'Mujeres al borde de un ataque de nervios'.

En los relatos no solo aparece Madrid, también París y, más en concreto, las banlieues del extrarradio. ¿Tiene alguna vinculación con ellas?

Aparece París y banlieues porque yo estuve viviendo hace muchos años en Saint-Denis.

¿Cuándo?

Solo tenía 21 años y era la primera vez que salía de España, así que iba muy tiernecita. Me habían dado una beca Erasmus para estudiar en París 8, que es la universidad que está en la banlieu de Saint-Denis.

Nada que ver con la Sorbona.

Pero nada de nada. De hecho caí sin saber cómo en el corazón del conflicto social y fue una experiencia que me impactó tanto que todavía hoy trato de entender lo que vi y viví. Las banlieues funcionan como un apartheid. Afortunadamente aquí no ha pasado, de momento, porque la migración se mezcla mucho más con la gente de la ciudad. Pero allí ves situaciones realmente extremas, como las que cuento en el libro, de familias cuyos padres llevan sin trabajar años y viven en edificios que son puro chabolismo vertical.

¿Por qué cree que le impactó tanto?

Por la incoherencia y el choque cultural. Porque en Europa llevamos un discurso de los derechos humanos, de la integración, todo ese discurso heredero de la ilustración y de la modernidad, pero cuando llegas allí te topas con que solo un discurso, con la mentira, porque como saben qué hacer con toda esa gente, como les molesta, les apartan.

¿Y aquí? ¿Ve la misma hipocresía?

Es diferente porque la guetificación no es tan obscena, pero ¿cuántos años llevan sin luz en la Cañada Real? ¿Dónde está el basurero de Valdemingómez? Consiguen que no las veamos o que se nos olviden. Y bueno, aquí nos estamos manifestando por un montón de cosas por las que hace falta manifestarse, no te digo que no, pero estaría bien que La Cañada Real también nos doliese y nos manifestásemos por ella.

Nos estamos manifestando por un montón de cosas por las que hace falta manifestarse, no te digo que no, pero estaría bien que La Cañada Real también nos doliese y nos manifestásemos por ella

Elvira Navarro Escritora

La hostilidad viene de muchos lugares en estos cuentos, pero sobre todo de un tipo de incomunicación que parece volver locos o paranoicos a los personajes. ¿Por qué para sus personajes es tan difícil conectar con otros?

Yo creo que todos los seres humanos tenemos una semilla autodestructiva, y estos personajes, a veces sin darse cuenta, están caminando hacia el sumidero de su propia vida. En primer lugar, por la situación de dificultad material que atraviesan, no tienen vidas fáciles, están solos, pero además ellos también se han abandonado a sí mismos. Y es que hay gente a la que le pasan cosas objetivamente terribles, pero algo que he visto cada vez más conforme voy cumpliendo años, algo que me sobrecoge, son esas personas que se acaban perdiendo por perseguir aquello que les está destruyendo. Si estos personajes de mis cuentos hubieran sido comunicativos, significaría que alguien está junto a ellos, y cuando estás acompañado es más difícil perderte en la soledad sostenida y en tu propia inercia destructiva

La precariedad también está muy presente en sus libros.

La precariedad está muy presente, porque yo es lo que estoy viendo todo el rato, y cada vez más. Hay un proceso aquí ahora mismo en el que nos estamos argentinizando. O sea, los salarios llevan años congelados. Cuesta muchísimo acceder a una vivienda y como no la tengas por herencia o te la comprases antes de toda esta locura, lo tienes crudo. La seguridad social la están convirtiendo en una especie de beneficencia, salvo cuando tienes algo muy grave, pero muchas veces los diagnósticos están tardando demasiado en llegar. Nos estamos acostumbrando a no exigir unas condiciones dignas, porque yo creo que como sociedad hay una especie de narcotización. Estamos asumiendo una parte de la ideología neoliberal basada en una especie de pensamiento mágico, con toda esta gente joven que se ha creído que podrá hacerse rica con las criptomonedas o con el emprendimiento. Hay un individualismo atroz y creo que las soluciones solo pueden venir desde medidas pensadas en colectivo y para lo colectivo.

Estamos asumiendo una parte de la ideología neoliberal basada en una especie de pensamiento mágico, con toda esta gente joven que se ha creído que podrá hacerse rica con las criptomonedas o con el emprendimiento

Isabel Navarro Escritora

Lo siniestro está presente en tu literatura, y no es la única autora donde lo vemos. ¿Cree que el terror y lo que los norteamericanos llaman 'weird fiction' (ficción de lo extraño) sirve para canalizar nuestras patologías sociales?

Siempre. Ahora mismo, si este tipo de literatura que trata lo siniestro, lo oscuro y el terror han emergido con tanta fuerza es porque vivimos inmersos en esas sensaciones. Es indudable. La literatura siempre responde a un momento social. Incluso cuando esa literatura trata de irse por otras estéticas, lo que está haciendo es también reaccionar por oposición al momento social. Es imposible salirte de tu momento histórico y yo creo que el que estamos viviendo actualmente es terrorífico.

¿Cómo ve la vida literaria social? ¿Se siente partícipe? A veces tengo la sensación de que la rehúye.

Yo creo que la vida literaria es lo que siempre fue. Es decir, como la vida social de cualquier grupo, como la vida de los abogados de los médicos, cuando se reúnen muchos escritores lo que hay es frivolidad, cotilleo, y sí a veces también amistades e incluso conversaciones sobre literatura. Era más frívola cuando era más joven y salía más, pero ahora vivo más cerca de los personajes de mis cuentos que de la vida literaria

¿Y cómo se relaciona con la vida literaria de Internet, esa especie de burbuja libresca aspiracional?

Internet se ha convertido en una vida aspiracional per se, o sea, más allá del circuito literario, donde es verdad que también hay una burbuja. De hecho, creo que parte de esta especie de narcotización que estamos sufriendo se debe a que ahora mismo tenemos enfrente una ilusión de gente continuamente exitosa, a todos los niveles, que es la que nos procuran las redes sociales. Y no solo afecta a los escritores. Ahora mismo sé lo bien que estás, con quién, que has ido a Tailandia… El ser humano siempre ha ficcionado su identidad, que es algo que desde la Antigüedad se ha entendido como una máscara. Ya lo decía Calderón, que “la vida es sueño y los sueños, sueños son”. Esto ya estaba ahí. Lo que pasa es que ahora a ese proceso se le ha dado el volumen máximo, y el mundo virtual lo que ha hecho es poner de manifiesto algo que siempre ha estado ahí y que ahora se ha agrandado de manera atronadora.

Etiquetas
stats