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Los guionistas que vencieron en Hollywood subrayan la importancia de la huelga: “La lucha valió la pena”

Susan Sarandon, en la manifestación a favor de la huelga de actores de Hollywood

Javier Zurro

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El 27 de septiembre del pasado año, tras 148 días de parón, los guionistas de Hollywood dieron por terminada la huelga que había puesto en jaque a la industria. Nunca antes habían estado tanto tiempo en una protesta a la que se unieron los actores y que dejaron al sector del cine patas arriba. Producciones canceladas, retrasos de series, temporadas enteras pospuestas… El sindicato que la promovió, WGA, consiguió un acuerdo que, sin ser perfecto, abordaba casi todos los puntos clave que les habían llevado a convocar la manifestación.

La última había sido 15 años antes, y en ese tiempo la industria ha cambiado tanto y tan rápido que había que dar un golpe sobre la mesa. Entre los temas más importantes, la compensación económica para las categorías salariales más bajas, el número de personas en las conocidas como ‘salas de guionistas’ y dos asuntos en los que las nuevas tecnologías han puesto el foco y que antes ni se planteaban. Uno, los llamados residuals, o el dinero que deberían cobrar los guionistas porque sus series se vean en unas plataformas que ocultan sus datos. El otro, la Inteligencia Artificial, que amenazaba con poder crear guiones sin mano humana. Ahora queda que se cumpla lo pactado, y que dentro de tres años, cuando se revise el texto firmado, se mejore y amplíe. 

Lo que ocurre en Hollywood, además, siempre se mira con lupa en el resto del mundo, y aquella huelga se vio como el ejemplo de que la unión provoca cambios, y de que era el momento de defender unas condiciones dignas antes de que fuera demasiado tarde. Por ello, desde ALMA, el sindicato de guionistas de España, se ha premiado al de EEUU por lo logrado. Dos de los responsables del comité negociador, Christopher Keyser y David A. Goodman, han venido a Madrid a recoger la mención, y de paso han explicado cómo vivieron aquellos 148 días que han supuesto un punto de inflexión. 

Para Keyser aquella acción se convirtió en algo simbólico y trascendió al sector de los escritores. “Aquella huelga fue una especie de grito de guerra para los trabajadores de todo el país. Era la evidencia de que personas que parecen pequeñas y sin voz pueden juntarse y tener una voz poderosa y lo suficientemente fuerte como para lograr grandes cosas. Los sindicatos empezaron a ver que tenían poder. Hollywood tiene una notoriedad obvia, y eso nos dio mucha atención y fue muy importante, y los periodistas y los políticos nos dieron ese foco”, explica y también anuncia que “quedan muchas cosas por hacer”. Entre ellas lograr que haya “más trabajadores sindicados”.  

Su compañero es más pesimista, y se nota en cada respuesta. Goodman pone en evidencia el gran problema que observa, y es que “las grandes empresas controlan la narrativa”. “Los trabajadores vieron este éxito, vieron que se unieron los actores, que nos manteníamos unidos, y vieron que nuestra lucha era también la suya y la punta de lanza de las que están por venir. Pero las empresas van a gastar mucho dinero para cambiar esa narrativa, para publicar que no se ha obtenido nada de esta huelga, publicarán que fue inútil y que solo causó dolor. Que el dolor que se vive ahora es por la huelga. Eso va a ser una mentira que vamos a escuchar los próximos años y que va a socavar incluso a algunos de nuestros miembros y va a socavar el valor de lo que hicimos. Pero tenemos que recodarnos a nosotros mismos y a la gente que esta lucha valió la pena. Tenemos que recordarles el valor de lo que hicimos. Pero no es fácil, porque esas empresas tienen millones de dólares para intentar ganar el relato”, opina.

Un sistema roto

Aquella huelga llegó en un momento “de contracción comercial”, y para David A. Goodman por eso es importante que el acuerdo lograra “compensaciones adecuadas para los escritores, porque en un momento como este, las empresas podrían ejercer presión para contratar a la baja y que la gente ganara menos de lo que merece”. Describen el contrato firmado como a largo plazo, pero se muestran satisfechos porque “la negociación versó sobre la compensación en todos los ámbitos”. Hay cosas que no se lograron, pero se mejoró “en todas las áreas”. Eso es algo que normalmente no había ocurrido. “Normalmente cuando vamos a las empresas con todos nuestros problemas ellos nos dicen, vale, pero ¿cuál es el más importante? Y esta vez intentaron hacerlo entre bastidores con nuestros negociadores”, recuerda Goodman.

Tenemos que recordarles el valor de lo que hicimos. Pero no es fácil, porque esas empresas tienen millones de dólares para intentar ganar el relato

David A. Goodman Guionista

Esta vez les dijeron que no valía con arreglar solo una cosa. “Fue una negociación notable. Les dijimos que no lo entendían, que el sistema estaba roto en todos los sentidos y que había que arreglarlo porque eran ellos los que lo habían roto. Es verdad que llegas al final, a la fecha que consideras límite, ves que hay cosas que no se han solucionado y que no tienes la influencia para lograrlas. En ese momento no puedes decidir mantener una huelga porque no te han dado el último 5%”, reconoce Christopher Keyser y pone un ejemplo de algo pendiente: “Las empresas ahora se niegan a pagar a los guionistas durante la postproducción. Una innovación que han ideado para humillar a los escritores y tratarnos mal. Eso no lo hemos logrado revertir”, dice y confiesa su enfado ante esa derrota.

De los famosos residuals ahora toca controlar que las plataformas les den los datos. Confían en que como ahora dependen de la publicidad “los anunciantes van a necesitar esa información y cada vez va a ser menos secreta”. Eso sí, durante la negociación hubo un momento “devastador”. Un directivo de una plataforma les dijo que mucha gente dentro de la propia empresa ni siquiera sabe cómo les va a ciertos productos y que para él también era una lucha, porque “no había nada más debilitante para su fuerza laboral que no tener idea de si algo había sido un éxito o no”. Por eso lo que harán será “auditarles y asegurar que la información sea precisa”. Con la inteligencia artificial afirma que la suerte les sonrió, porque si la negociación hubiera sido tres meses antes “no se habría obtenido la protección de la propiedad intelectual porque ni siquiera se hablaba de ello”.

Las luchas del futuro

Aunque la huelga acabó de forma satisfactoria, el futuro les preocupa. Christopher Keyser cree que parte del problema es “estructural”, y fecha su comienzo al momento en que se permitió que las empresas que producían contenido también lo emitieran: “Fue devastador para la industria, porque permitió demasiado control por parte de muy pocas empresas, y estamos entrando en una fase en la que la concentración del poder va a ir a peor. No queremos vivir en un mundo en donde Amazon, que es un supermercado online; Apple, que es una empresa informática, o Disney, tomen las decisiones y produzcan todo el contenido o gran parte del mismo. Las luchas futuras deben tener un nuevo paradigma digital en el que nos podamos proteger. Hay que revertir las reglas que permiten a estas pocas empresas tener esa integración vertical y controlar el proceso de principio a final”.

David A. Goodman recuerda que esta ha sido “una huelga brutal”, y que se ha sufrido mucho para lograr “solo un contrato justo”. “Nuestra lucha como sindicato es recordarnos que esta lucha valió la pena, que tenemos la fuerza para hacerlo y que vendrán otras luchas en el futuro. Debemos unirnos entre nosotros y con otros sindicatos. El apoyo que tuvimos por ellos ha sido histórico. Miembros de otros sindicatos lucharon y sacrificaron sus trabajos para apoyarnos, y ahora tenemos que continuar y asegurarnos que esas empresas, que son globales, comprendan que los sindicatos también son globales, que los trabajadores son globales y que compartimos las mismas luchas y nos uniremos mutuamente para vencerles”.

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