La noche histórica del cine español se queda a medias y solo Alberto Mielgo se lleva el Oscar

Javier Zurro

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La noche histórica del cine español al final se quedó a medio gas. Nuestra industria llegaba con cuatro nominamos a la ceremonia de los Oscar, pero solo uno pudo llevarse la estatuilla. Fue Alberto Mielgo, que con su brillante El limpiaparabrisas quien consiguió una victoria que sabe a justicia poética por todos los cortometrajistas españoles que habían estado nominados desde hace años y que nunca lograron la victoria. Juan Carlos Fresnadillo, Nacho Vigilando, Borja Cobeaga, Javier Fesser, Javier Recio, Esteban Crespo y Rodrigo Sorogoyen no pudieron levantar esa estatuilla, pero Mielgo lo hizo venciendo a la todopoderosa Netflix, que era su principal rival con Robin Robin.

La cobardía de la Academia, que entregó ocho premios en una ceremonia previa a la televisada, hizo que el premio de Mielgo no se viviera en directo y que todo el mundo se enterara por Twitter. Una victoria anticlimática que empañó el momento histórico para nuestro cine. Al recoger el premio, Mielgo destacó que cuatro de los trabajos eran para adultos, lo que era importante para una técnica, la animación, que suele estar limitada a producciones para toda la familia. “La animación para adultos es un hecho, está ocurriendo, llamémoslo cine”, dijo Mielgo. “Esto es solo el comienzo de lo que podemos hacer en la animación”, añadió.

Las ilusiones puestas desde hace días en Penélope Cruz se diluyeron por completo cuando Anthony Hopkins abrió el sobre y anunció el nombre de Jessica Chastain. La actriz de Los ojos de Tammy Feye dejó a Penélope sin su segundo galardón. Una pena, porque su trabajo era el mejor de las cinco nominadas, y porque hubiera puesto su nombre en la historia del cine al lado del de Sophia Loren, única mujer que ha ganado el premio a la mejor actriz principal por una interpretación no hablada en inglés. 

Hubiera sido, además, un reconocimiento para todos sus trabajos junto a Pedro Almodóvar, que en Madres paralelas le ha escrito uno de sus papeles más exigentes. La Academia vuelve a premiar un biopic hecho por y para el lucimiento de su estrella —bajo capas de maquillaje y látex— en vez de interpretaciones más complejas y menos complacientes. Por supuesto, siguen apostando por papeles en inglés y producidos dentro de sus fronteras. 

El de Penélope Cruz era el que parecía más fácil. Desde hace semanas los principales medios han publicado las votaciones anónimas de varios académicos. En la gran mayoría de ellos salía el nombre de la española. Hasta publicaciones como Variety habían cambiado sus predicciones a última hora para apostar por ella. Ojalá haya más oportunidades.

Quien no tenía nada que hacer era Javier Bardem, que durante la previa siempre lo ha dejado claro y ha apostado por el premio de su pareja. Su papel en Being the Ricardos no es una de sus mejores interpretaciones y ese premio tenía el nombre de Will Smith escrito desde hace meses. Smith ganó el premio, y lo hizo minutos después de haber roto la ceremonia y posiblemente de hundir su carrera. El actor de El método Williams se levantó ante una broma de Chris Rock sobre su mujer y le dio un bofetón en directo ante toda la industria y millones de espectadores.

El cuarto español nominado, Alberto Iglesias, tampoco pudo llevarse la estatuilla. Estaba complicado a pesar de la excelencia de su trabajo para Pedro Almodóvar en Madres paralelas. Su galardón fue otro de los perjudicados por la decisión de la Academia de dar ocho premios en una ceremonia previa fuera del directo. Una decisión que, además, no agilizó la gala y solo sirvió para establecer premios de primera y de segunda. Su Oscar fue para otro maestro, Hans Zimmer, que lo logró por la banda sonora de Dune y que, a pesar de ser el compositor de varias de las músicas recientes más importantes del cine solo tenía en su poder una estatuilla, la lograda en 1995 por la partitura de otro clásico, El rey león.

A pesar de que el botín final parezca decepcionante, solo el hecho de tener cuatro españoles nominados es un hito histórico al alcance de muy pocas cinematografías. Se consigue en un año en el que, además, el cine español ha triunfado también en el Berlinale, donde Carla Simón ganó el Oso de Oro por Alcarràs, y en el que parece que habrá presencia española en todos los certámenes internacionales.