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Andrés Lima: “El teatro sigue siendo una asignatura María de la cultura porque falta más apoyo público”

El madrileño Andrés Lima, Premio Nacional de Teatro

Miguel Ángel Villena

Andrés Lima (Madrid, 1961) lleva cuatro décadas dedicado al teatro y las dos últimas volcado en la dirección de algunos de los montajes más innovadores de los últimos años, que van desde la adaptación de autores clásicos a la puesta en escena de obras de dramaturgos contemporáneos como Harold Pinter (El montaplatos) o Juan Mayorga (Hamelin).

Fue uno de los impulsores del grupo Animalario, que recibió en 2005 el Premio Nacional de Teatro que ahora ha distinguido individualmente a Andrés Lima, también actor aunque en los últimos tiempos ha tenido que abandonar esa faceta en beneficio de la dirección. Jovial y sonriente, contento por el reciente premio, Lima defiende en una entrevista con eldiario.es un teatro comprometido con la sociedad y pide más apoyo público para el sector.

El fallo del premio destaca su investigación artística y su compromiso social. ¿Son los dos ejes principales de su labor teatral?

Es cierto que me gusta investigar sobre los montajes que dirijo, disponer de tiempo para cada proyecto, hablar con expertos sobre el tema que vamos a representar… Lo que más me interesa del teatro es de qué hablo y, a partir de ahí, el cómo planteo la obra ya viene dado. Estoy empeñado desde hace muchos años en ese tipo de investigación.

Por otro lado, creo que el arte lleva aparejado un compromiso social, no tiene otro remedio. En definitiva, me interesan el mundo y sus criaturas, las relaciones entre los seres humanos. Desde luego en la definición de activista cultural me reconozco totalmente, me hace ilusión.

¿Podríamos definirlo como un agitador teatral?

Por supuesto. Creo que el teatro debe mover, conmover y remover en todos los sentidos, desde los aspectos intelectuales a los emocionales. Desde esa perspectiva el hecho teatral debe reflexionar sobre la sociedad y formar a espectadores críticos.

Ha dirigido obras de autores muy diversos. ¿Qué criterios utiliza para elegir un texto concreto?

Necesito que me mueva y me conmueva y, sobre todo, que me guste. A veces me han planteado proyectos que no me han motivado y por ello no los he abordado. Soy bastante ecléctico, siempre y cuando sea teatro bueno. Por ello me encanta tanto la tragedia griega como la contemporánea, me gusta Shakespeare o la dramaturgia de Juan Cavestany o Juan Mayorga. De cualquier modo, me atrae mucho un proceso de creación colectiva de una pieza teatral partiendo desde cero.

Por ejemplo, en Shock, el último montaje que he dirigido y que todavía está de gira, hemos participado cuatro autores en la escritura y en la construcción del espectáculo. La dramaturgia puede ser una creación colectiva, algo que ya era habitual en el cine y la televisión, porque el teatro contemporáneo se nutre cada vez más de otras fuentes, es decir, de documentos, de sucesos reales… Además, hoy el teatro está muy abierto y en esa línea tenemos las magníficas fusiones con el circo o con la danza.

Desde la Transición, cuando usted empezó a hacer teatro, ¿ha aumentado la calidad y ha crecido la afición? En épocas recientes pareció que el teatro estaba sumido en una crisis imparable, pero ha renacido.

Desde los años ochenta, desde aquel periodo de efervescencia con grupos como Els Joglars, La Cuadra, La Zaranda o La Fura dels Baus, el teatro ha aumentado su calidad y ha ampliado su público y su prestigio. Buena prueba de ello son los numerosos profesionales españoles que han trabajado y trabajan por todo el mundo.

No cabe duda de que las políticas públicas de promoción del teatro han jugado un papel relevante, pero ese apoyo todavía resulta insuficiente. El teatro sigue siendo 'una María' de la cultura española porque falta más apoyo público. La red de teatros públicos fue un logro hace unos años, pero ahora muchas de esas salas se han ido semiprivatizando. Por otra parte, el IVA del 21% solo se ha rebajado en las entradas, pero la presión fiscal en el resto de la producción teatral se mantiene alta.

Así pues, es difícil profesionalizarse en esta profesión y se echa en falta además una mayor creatividad, un riesgo mayor de los programadores. Es lamentable, entre otras cosas, que no exista un teatro juvenil e infantil en España para fomentar la afición. En países como Suecia, donde trabajé una temporada, conceden mucha importancia al teatro juvenil.

Ha abandonado en los últimos tiempos su faceta de actor. ¿Piensa retomar la interpretación? ¿Es útil haber sido cocinero antes que fraile para dirigir a los actores?

He dejado inevitablemente mi trabajo como actor porque me he volcado en la dirección teatral. De todos modos, en breve voy a hacer algo de televisión como actor. Ahora bien, dirigiendo me siento muy cómodo y de hecho cuando trabajaba como actor, ya en la época de Animalario, siempre tenía el gusanillo de dirigir.

También me divierto mucho como intérprete y podría decirse que conocer la actuación me lleva a comprender mejor el mundo de los actores, que son seres frágiles con algo de impudicia al verse obligados a desnudarse tanto física como emocional o intelectualmente.

Marcello Mastroianni decía que el actor ideal debía ser un vaso vacío que se deja llenar, o sea, un ejercicio casi zen. Desde luego hay que ser camaleónico y contar asimismo con un don artístico para convertirse en otro, para pasar del doctor Jekyll a míster Hyde. En suma, lo básico de un actor es ser otro.

¿Da la sensación de que la política española se ha convertido en un teatro? Como progresista, ¿qué opina de la división de la izquierda?

Me parece desesperante la división de la izquierda y supone un absurdo que las fuerzas progresistas no hayan sido capaces de llegar a un acuerdo. Siempre es mejor estar para luego debatir, hacer… En fin, como votante habitual de Izquierda Unida mi crítica va dirigida a unos y a otros.

Ha llegado el momento de afirmar que el tópico de que los políticos mienten se ha convertido en una realidad. Creo también que pasamos por alto las excesivas e intolerables presiones que los poderes económicos ejercen sobre la política en una sociedad capitalista como la nuestra.  

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