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ENTREVISTA | Juan Sisinio Pérez Garzón

“Un gobierno que no actúa y una izquierda desorientada han hecho del feminismo una voz aglutinadora”

Imagen de las protestas del pasado 8M en Madrid (Foto: Olmo Calvo)

Miguel Ángel Villena

Desde la perspectiva de uno de los historiadores que más ha estudiado el fenómeno, Juan Sisinio Pérez Garzón (Gójar, Granada, 1949) no tiene dudas al afirmar con rotundidad que “el feminismo es el catalizador de todas las reivindicaciones sociales”. Este catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha basa su argumento en la defensa radical que el feminismo ejerce de la igualdad y de la libertad y remarca que las recientes movilizaciones de las mujeres en España se hallan a la cabeza del resto de países.

Acaba de publicar actualizada su Historia del feminismo (Catarata), una amplia y didáctica síntesis de la evolución del feminismo en el mundo occidental, con especial atención a nuestro país, desde finales del siglo XVIII hasta nuestros días.

“El feminismo no aspira al poder”, señala este experto en movimientos sociales, “sino a transformar a fondo la sociedad. Por ello, se trata de un movimiento transversal e interclasista que ha ido conquistando derechos y ganando batallas paso a paso en un proceso imparable”.

No oculta Pérez Garzón que la actual coyuntura política en nuestro país con una ofensiva gubernamental contra los derechos sociales en general ha favorecido el auge de las reivindicaciones feministas, como pudo comprobarse en la multitud de manifestaciones y de paros que inundaron las calles y los centros de trabajo de muchas ciudades el pasado 8 de marzo.

“Un gobierno paralizado, que se niega a legislar y actuar en favor de los derechos de las mujeres; y una izquierda y unos sindicatos un tanto desorientados han convertido al feminismo en los últimos años en una voz aglutinadora”, describe.

¿Existe un feminismo de izquierdas y otro de derechas? Desde una perspectiva histórica, Pérez Garzón explica que, en sus orígenes apareció un feminismo de corte liberal, nacido de la Ilustración y la Revolución francesa, y más tarde surgió un feminismo con acento socialista.

“De todos modos”, aclara, “el movimiento ha adquirido tal fuerza que ni siquiera los gobiernos del PP se han atrevido a mermar o eliminar la mayoría de leyes en favor de las mujeres de los anteriores Ejecutivos socialistas”.

Asegura que “por otra parte, está claro que el poder de la Iglesia católica se encuentra en retroceso en nuestro país y, de hecho, la jerarquía sólo moviliza a los fieles cuando gobierna la izquierda”. Como prueba de esa creciente pérdida de influencia de la Iglesia en las costumbres sociales, el catedrático cita una reveladora anécdota de un pueblo castellano donde una amiga suya comenta que “los matrimonios civiles ya ganan a los eclesiásticos, es decir, al cura en una proporción de 7 a 5”.

Precisamente fue en Castilla-La Mancha, cuando Pérez Garzón ejerció como consejero de Educación socialista entre 1983 y 1993, donde el historiador se sintió interesado por la historia del feminismo a partir de la influencia de algunas de sus colaboradoras. Fueron los años donde, en su opinión, se impulsó un feminismo institucional y se alcanzó una cierta igualdad legal.

“Muchos hombres se ponen a la defensiva”

A pesar de todo, más de tres décadas después esa igualdad sobre el papel no se plasmado en una igualdad real. ¿Dónde están, pues, las claves de ese desfase que mantiene el techo de cristal o que alienta un machismo cotidiano que deriva en el asesinato de una mujer cada semana en España?

Partidario de las cuotas (“en los países nórdicos de Europa han logrado importantes avances”), de la discriminación positiva y de las listas cremallera en la esfera de la política, Pérez Garzón denuncia injusticias patentes en sectores como la sanidad y la educación. “Una abrumadora mayoría de profesionales en los hospitales o en las escuelas”, manifiesta, “son mujeres y, en cambio, casi todos los puestos directivos en esos sectores están ocupados por hombres”.

Apela también el historiador a la reacción negativa de muchos varones ante el empuje del feminismo. “Muchos hombres se ponen a la defensiva y a cada avance de las mujeres ofrecen resistencia. No quieren darse cuenta de que el feminismo apuesta por la igualdad, una aspiración que beneficia a todo el mundo”.

Con un inconfundible acento andaluz y una calmada y lúcida capacidad para explicar, fruto de toda una vida de docencia, Pérez Garzón confía plenamente en las nuevas generaciones de mujeres.

“Las jóvenes”, dice, “se han dado cuenta que la igualdad legal no se traduce en real. Por ello, han centrado sus esfuerzos en romper los techos de cristal, en fomentar el empoderamiento y en luchar por la igualdad laboral y el reparto de las tareas domésticas”.

Ahora bien, otra laguna (o un océano más bien de las políticas de igualdad) apunta a los centros de enseñanza, en especial en primaria y en secundaria donde el estudio del feminismo está incomprensiblemente ausente de los planes de estudio.

Autor de varios libros sobre la sociedad española de los siglos XIX y XX, Pérez Garzón considera lamentable la falta de visibilidad de las mujeres en los temarios de las asignaturas de Historia.

“Es cierto que algo se ha avanzado en los últimos tiempos”, reconoce, “pero queda mucho camino por recorrer. Bastará un ejemplo para entender este sangrante desequilibrio. Por supuesto que en las aulas se estudia el Manifiesto comunista que Karl Marx y Friedrich Engels publicaron en 1848 y que dio origen al movimiento comunista. Sin embargo, en el mismo año se difundió la Declaración de Séneca Falls o Declaración de sentimientos, obra de Lucretia Mott y Elizabeth Cady Stanton en la primera convención sobre los derechos de la mujer en Estados Unidos, que tiene una trascendencia similar al manifiesto marxista, pero que casi nadie conoce ni estudia”.

Manual imprescindible para comprender las luchas de las mujeres en los países occidentales en los últimos dos siglos, la Historia del feminismo, de Juan Sisinio Pérez Garzón, pretende cubrir ese hueco para un público generalista y no solamente especializado. “Con frecuencia los historiadores escribimos más pensando en nuestros colegas y en la Universidad que en la sociedad a la que debemos servir”.

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