Chimpancés en el espacio y primates en laboratorios: un libro sobre el abuso del ser humano ante su pariente evolutivo más cercano
“Cuando a principios de los 60, sin pudor usé términos como ‘infancia’, ‘adolescencia’, ‘motivación’, ‘entusiasmo’ y ‘estado de ánimo’ fui muy criticada. Peor aún fue mi crimen cuando sugerí que los chimpancés tenían ‘personalidad’. Estaba atribuyendo características humanas a animales no humanos y fui por tanto culpada de uno de los peores pecados etológicos: el antropomorfismo”, expresó Jane Goodall, etóloga y pionera en la investigación de chimpancés salvajes.
El rechazo absoluto a la explotación animal y al antropocentrismo –teoría que afirma que el ser humano es el centro del universo– son algunos de los puntos de inflexión que presenta El 2%, libro gestado por la artista visual y fotógrafa Ruth Montiel Arias (Palmeira, A Coruña, 1977) en el cual sus imágenes dialogan con los textos de las biólogas y primatólogas: María Carreras, Sara Hérnandez Cofiño, Yulán Úbeda, Olga Feliu, Catia Faria, Macarena Montes Franceschini y Layla Martínez.
El título del proyecto es una referencia al porcentaje de ADN que separa al ser humano del mono; pues compartimos el 98,7% de nuestro código genético con el de un chimpancé. “¿Es este 1,3% la justificación de un antropocentrismo desnortado y reforzado por una ciencia que exime al ser humano de sus responsabilidades con su especie más cercana?”, cuestiona Montiel Arias. “Solo en el Estado español, en los últimos 10 años, se han utilizado 3.528 primates, según los informes del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación”, informa.
Trabajar por una utopía antiespecista
“El 2% analiza los distintos patrones relacionales en el último siglo del humano con los primates no humanos, para poder plantear nuevas coexistencias en las que el objetivo principal sea proteger y construir un mundo utópico donde se incluya a los animales no humanos como ente principal”, expone Ruth Montiel Arias. El 2% invita a hallar una relación ética entre especies “como deuda moral”. El 2% cuenta con una cuidada edición –con una tirada de solo 200 unidades– que se vertebra mediante cinco capítulos: origen, opresión, antroponegación, intervencionismo y utopía postnatural. “El 2% sirve de hoja de navegación en la historia sobre nuestra relación con los primates no humanos y en repensar un futuro post-natural que les involucre”, describe Montiel Arias. El proyecto también se nutre de una página web con numerosas voces en defensa de los derechos de los animales y con documentos gráficos no aptos para personas con sensibilidad hacia los seres sintientes.
“Especismo es la discriminación basada en la diferenciación de especies a las que tenemos en menor consideración moral, podemos entender que estamos ejerciendo especismo en todo momento. Principalmente lo hacemos en nuestra alimentación, vestimenta y aseo diario ya que estamos consumiendo productos de origen animal, pero también se ejerce especismo cuando elegimos ocio o divertimento en el que se explotan animales como en los zoológicos, circos, fiestas populares y espectáculos diversos”, expone la activista gallega.
Ruth Montiel Arias utiliza el arte y la documentación para manifestar su mirada y lucha antiespecista. Uno de los ejes centrales en su trabajo es combatir la antroponegación, que es el rechazo de características compartidas entre animales humanos y no humanos. “[La antroponegación] Nos exime de plantearnos si nuestro trato hacia los animales es moral. Lo más cómodo, desde luego, es negar estas similitudes, y más si estamos utilizando a los animales para comer, vestirnos, experimentar, divertirnos”, espeta Montiel Arias. “Un ejemplo muy claro que muestra el especismo cotidiano es que la mayoría de las personas nunca consumiríamos nada que viniera de la explotación de un animal considerado de compañía, ¿quién se comería a su perro, se vestiría con la piel de su gato o permitiría que su caballo estuviera encerrado de por vida en una jaula?”, añade.
Para su anterior fotolibro, BESTIAE, Ruth Montiel Arias se infiltró durante dos años en cacerías para estudiar la posición de los cazadores ante los animales que (lícita e ilícitamente) abaten. “Es un trabajo de espionaje en la más profunda intimidad de la violencia”, confesó la fotógrafa a El caballo de Nietzsche.
Obligados a actuar
El tercer texto de El 2% –titulado: Trastornos mentales en chimpancés utilizados como espectáculos y mascotas–, escrito por la bióloga y primatóloga Yulán Úbeda, comienza con una cita que publicó en 1975 el biólogo Edward O. Wilson: “Científicos y humanistas deberían considerar conjuntamente la posibilidad de que ha llegado el momento de retirar temporalmente la ética de las manos de los filósofos y biologizarla”.
En ese mismo año, 1975, se estrenó la película Tiburón. Steven Spielberg filmó un largometraje histórico en el cual aterrorizó a toda una generación sin usar ningún animal vivo, la magia del cine analógico. Volviendo a la familia homínida, en 1993, ocurrió algo similar en la película King Kong. En cambio, en múltiples producciones cinematográficas y audiovisuales se han utilizado (y utilizan) simios y otros animales con un fin comercial. Por recordar dos títulos de largometrajes: Tarzán de los monos y Duro de pelar en la cual Clint Eastwood convive con un orangután. En televisión se han podido ver simios en la series Friends, The Big Bang Theory o en anuncios publicitarios de las marcas Cola Cao y Campofrío la cual, en 2011, disfrazó de astronauta a un chimpancé.
En cuanto al espectáculo y el mascotismo, como señala Yulán Úbeda en El 2%, este puede repercutir gravemente en los chimpancés generándoles anomalías en el comportamiento y trastornos mentales. Úbeda afirma que elaboró el primer estudio desarrollado en una especie no humana en el que se evalúa de manera global el repertorio de trastornos mentales. Para ello, analizó evidencias psicopatológicas en chimpancés adaptando la llamada “biblia de la Psiquiatría” –The Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (DSM)– a dichos primates. El fin del trabajo académico de Úbeda pretende dar herramientas para reducir el sufrimiento de animales que han vivido o viven en condición de cautividad, y sensibilizar a la sociedad mediante el conocimiento. “Fantaseo con la posibilidad de que estudios como el mío contribuyan para que en un futuro cercano se prohíba la tenencia de chimpancés como mascotas y sus usos en el ámbito del espectáculo”, escribe Yulán Úbeda.
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