Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Ellas los amaron más jóvenes: cinco mujeres que desafiaron el tabú de la edad

'Victoria y Abdul', la película que retrata la estrecha relación de la reina con un criado 40 años más joven

Mónica Zas Marcos

Decía Leticia Dolera que “a las mujeres se nos mantiene a raya a través de nuestra sexualidad”. Muchos pensarán que esto es agua pasada, y que el género femenino disfruta tanto o más que los hombres de un sexo libre y variado. Menos mal que, en ocasiones, la actualidad política arroja un poco de luz sobre los prejuicios que se tienen aunque no se admitan.

El último comentario de Trump hacia la primera dama francesa fue especialmente ilustrativo. El presidente norteamericano le hizo una radiografía de arriba a abajo a Briggitte Macron, de 64 años -24 más que el dirigente francés-, para después añadir: “Estás en muy buena forma. Preciosa”.

No fue solo el “piropo” machista e inapropiado de un hombre que considera a las mujeres meras vasijas decorativas y con pussys al alcance de su mano. La reacción hacia la señora Macron, su físico y la relación directa con su edad lleva siendo una comidilla desagradable desde la investidura de su marido. Es más, los años de diferencia con este fueron el detonante de los artículos más bochornosos que se han podido leer en la prensa internacional.

¿Cuántos años se lleva Trump con Melania? 24. ¿Cuántas veces se ha tratado este hecho como una rareza? Casi ninguna. En todo caso el foco se ha puesto sobre ella y sobre sus facultades intelectuales o sus oscuros intereses para estar con el magnate. Si esta diferencia nos resulta evidente al común de los mortales, aún más a quien ha vivido en propias carnes el escarnio de estar con un hombre más joven.

Así le ocurrió a la escritora Dolores Conquero, que calmó sus quebraderos de cabeza buscando casos de mujeres célebres que fueron felices y rompedoras. “Porque cada pareja que se forma en la que ella es mayor que él, derriba un trocito de prejuicio y a lo mejor, algún día, se acaba con este tabú”, escribe la periodista en la introducción de su libro, Amores contra el tiempo (Editorial Planeta).

Desde la reina Victoria de Inglaterra hasta Coco Chanel o la Pasionaria, todas ellas inspiraron a Conquero, que ahora ofrece su legado a las que todavía hoy tildan de cougar [puma] por amar sin atender a razones. Aquí van algunas de sus historias.

Dolores Ibárruri, Pasionaria

La metamorfosis política de la joven Dolores Ibárruri, mujer de minero y madre de seis hijos -de los que solo sobrevivirían dos- a Pasionaria, lider del Partido Comunista en España, es apasionante y de sobra conocida. Sin embargo, Conquero ha querido centrarse esta vez en la discriminación sexual que sufrió por parte de sus enemigos políticos y de sus propios compañeros de lucha.

Cuando ya se había separado de su marido y vivía en Madrid dedicada en cuerpo y alma a su escaño de diputada por Asturias, Pasionaria conoció a Francisco Antón, un joven militante del partido. Él, de 28 y ella, de 42, iniciaron una discreta relación que más tarde le traería problemas. “Se tenía una imagen de Dolores de una virgen, de una monja. Era una mujer, y por tanto tenía no solo el derecho sino la obligación de tener una vida sexual normal”, contaría más tarde su mano derecha, Irene Falcón.

Los camaradas increpaban a Antón por atreverse a yacer con un símbolo de la lucha obrera, y a ella por mancillar la imagen del partido de puertas para afuera. Por culpa de esto, la propaganda franquista la tildaba de “tiorra roja”, “comehombres” e incluso “puta de burdel”. Conquero asegura en su libro que, entre los insultos y la moralina leninista -“que entendía la libertad sexual como promiscuidad”-, Pasionaria superó muchos tabúes sobre la condición femenina en política, pero no en materia sexual.

Marie Curie

Marie y Pierre Curie se entienden como un todo. Desde las investigaciones, hasta el Nobel y el mausoleo que ambos comparten, sus figuras han estado unidas. Tras la muerte de su marido en 1906, la científica llevó el luto en silencio y soledad, e incluso prohibió a sus hijas nombrar al padre en su presencia. Pero, algunos años después, su colega de laboratorio, Paul Langevin, se convertiría también en su amante y fuente de problemas.

Cinco años más joven y legalmente casado, su affaire fue demasiado jugoso para las publicaciones conservadoras de la época. Tales niveles alcanzó el tema que, cuando Curie recibió el telegrama como ganadora de su segundo Nobel, le recomendaron no acudir en persona a recoger el premio para evitar escándalos. “No puedo aceptar por principios la idea de que la apreciación del trabajo científico pueda estar influida por el libelo y la calumnia acerca de mi vida privada”, respondió ella al comité.

No se dejó vencer, pero el escarnio público sufrido en Francia le afectaría durante toda su carrera. Hasta el punto de que, en sucesivas visitas y homenajes recibidos en otros países, solo puso una condición: “que allí nadie, jamás, vuelva a sacar el tema de mi relación con Langevin”.

Coco Chanel

El apartado de Coco Chanel está marcado por un absoluto poder, magnetismo e independencia. Pero también por varias desilusiones amorosas. A medida que la diseñadora se convertía en una institución, los hombres se le acercaban a veces con oscuras intenciones. En otras, su pasado humilde hacía mella en sus relaciones con duques y nobles.

“Duquesas de Westmister hay muchas, pero Coco Chanel solo hay una”, dijo cuando el duque inglés, Hugh Grosvenor, le presentó a su aristócrata prometida cuando aún estaban juntos. A los 39 años, Coco se sintió fascinada por el duque ruso Dmtri Romanov, que tenía ocho años menos y había colaborado en el asesinato de Rasputin. A los 57, comenzó una relación con un joven oficial alemán destinado en París y cuyo affaire le costó bastante caro tras la Segunda Guerra Mundial.

Con ninguno de ellos fructificó el amor, pero en cambio sus negocios iban viento en popa. Sus biógrafos dicen que sentía satisfecha su ambición al final de sus días, por eso se entretenía con un mayordomo al que sacaba cuatro décadas y al que enseñó el oficio de joyero para matar el tiempo. Conquero asegura que solo lamentó una cosa: no haber tenido hijos.

Victoria de Inglaterra

Parece mentira que la mujer que inspiró la estricta moral victoriana, y su represión sexual, encabezase ella misma alguna de las aventuras más osadas de la época. Tras la traumática muerte de Alberto, la reina Victoria se apoyó en John Brown, un criado escocés que pronto se convirtió en su sombra. Sus hijos no lo entendían, la prensa inglesa lo tildó de escándalo y por la corte corrían los comentarios más maliciosos.

Su fiel “amigo” escocés murió 19 años después de haber llegado a palacio, y Victoria lo definió como una segunda viudedad. Escribió de su puño y letra su biografía, pero sus asesores se negaron a publicarla por el daño que podía causar a la Corona. Aún no habían visto nada. Cuando la reina tenía 67 años, apareció el criado indio Abdul Karim, que multiplicó el escepticismo que había causado Brown años antes. Primero, por las cuatro décadas de diferencia de edad con Victoria y, segundo, por su origen.

Pero de nuevo, la monarca hizo caso omiso a las críticas y dejó que la acompañase a todas horas y a todas partes. El pueblo la reconocía como símbolo de su grandeza imperial y a la vez la empezó a sentir cerca por estos espejismos de sencillez. “Todo un éxito para quien un día soñó con dejar su huella en el continente”, escribe Conquero.

Gala

Es una de las uniones más míticas de nuestra historia. Sin embargo, el comienzo fue bastante más complicado de lo que se recuerda. Cuando Dalí conoció a Gala en 1929, ella estaba casada con el poeta Paul Eluard y tenía una hija de once años. “Acaba de llegar una mujer magnífica”, le confesó el artista a Luis Buñuel, que ese verano se hospedaba también en su casa de Cadaqués.

El padre de Dalí no soportaba a Gala pues en su imaginación, en vez de amor, veía el capricho de una mujer diez años más madura y a su hijo como una especie de gigoló. Según avanzó su relación, y como recuerda Conquero, a Gala le tocó el reparto más ingrato y machista de papeles: él era visto como espíritu creativo y ella como la dura, materialista y meticona en el arte de su pareja.

Su excentricidad y prácticas amorosas liberales dieron lugar a habladurías, pero lo cierto es que, cuando Gala murió a los 87 años, Dali se dejó morir poco a poco. “No come, no duerme, es presa fácil de sus eternas y temidas neurosis”, dice la escritora en el libro. Aunque sus cuerpos finalmente no descansaron juntos, sus nombres están tan unidos como cuando él firmaba sus obras como Gala-Salvador Dalí.

Etiquetas
stats