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Catálogo de pequeñas cosas que se ven en la gran ciudad si levantas la cabeza y andas despacio

José Antonio Luna

Franz Kafka tenía una relación de amor y odio con Praga, la ciudad donde nació. Al mismo tiempo que admiraba sus imponentes catedrales, el arte gótico y sus calles estrechas, se sentía atrapado en una ciudad que no parecía dejarle escapar. “No deja que te marches. Tendríamos que quemarla desde ambos extremos, desde Vyšehrad hasta el castillo, tal vez entonces se podría huir de ella”, escribió el autor de La metamorfosis (1915). Pero allí pasó la mayor parte de su vida. Quizá fuera porque, más allá de las multitudes, del reloj astronómico y del puente de Carlos, los recovecos de la capital checa eran más seductores de lo que cabría pensar.

El de Kafka no es un sentimiento único, ni de una época ni de un país. Las grandes urbes, normalmente epicentros del progreso, son al mismo tiempo núcleos de las prisas y del individualismo. Es lo que también ocurre en un lugar como Madrid, donde la animadversión se mezcla con la adoración dando lugar a un extraño cóctel agridulce.

“Madrid fomenta las prisas y a veces hace falta detenerse un poco en las cosas, pero también es verdad que cuando me voy dos días ya la echo de menos. Esta prisa madrileña es como un acicate para mantener la curiosidad y sentirse vivo”, explica a eldiario.es Belén Bermejo, editora y fotógrafa. Es también la autora del libro Microgeografías (Plan B), con el que propone una mirada diferente de la ciudad alejada de los carteles luminosos y los grandes edificios.

Bermejo muestra que Madrid no es solo la Gran vía o el edificio Capitol. Es una localidad que huele a churros, que tiene placetas con hechuras de pueblo y en la que los grafitis dan vida (y color) a las paredes más grises. Son estos rincones especiales los que forman sus “microgeografías”, un mapa particular y fuera de lo común que nos descubre a través de su cámara. “Cuando paseo por la ciudad fotografío todo aquello que me llama la atención. Me gustan los grandes monumentos, pero creo que lo más brillante y aparatoso es lo que normalmente nos llama la atención. Yo casi siempre prefiero las cosas pequeñas y las que están más escondidas”, asegura la escritora.

Su foco apunta a las grietas, a las cerraduras oxidadas y a las puertas viejas. Es, como la misma fotógrafa lo define, “la poética de lo cotidiano” que suele pasar desapercibida: “Normalmente vamos tan deprisa que no vemos las fotos. De hecho, algunas imágenes están tomadas al lado de casas de amigos o de sitios por los que pasamos todos los días”. No obstante, el encanto del lugar a veces queda subordinado ante la urgencia de la rutina. Y lo que cambia en este fotolibro no es el escenario, sino los ojos de quien lo mira.

El empeño de Bermejo por ahondar en lo cotidiano no se queda en lo anecdótico. No tiene reparo en colarse en patios o jardines para inmortalizarlos a través de su objetivo, una actividad que tampoco se ha encontrado exenta de algún que otro toque de atención. “Suelo decir algunas veces que soy periodista, una pura mentira porque ni he estudiado periodismo ni nada, pero si menciono que estoy haciendo un reportaje lo mismo puedo medio convencer a alguien”, señala la autora con ironía.

En este “universo paralelo” de la fotógrafa, sin embargo, no hay lugar para el blanco y negro porque es un estilo con el que dice no identificarse. Por el contrario, destaca la importancia de los tonos vivos y los encuadres que juegan con la simetría al más puro estilo Wes Anderson, director del que Bermejo reconoce ser muy fan: “Me encanta su paleta de colores, y en Madrid hay bastantes sitios que parecen sacados de sus películas. Solo hay que descubrirlos”.

Se acabó el Madrid “del cambio”

Las elecciones municipales y autonómicas del pasado 26 de mayo cambiaron las tornas políticas de la ciudad. Al menos, del ayuntamiento que hasta entonces dirigía Manuela Carmena. Aunque todavía se encuentran en proceso de negociación, las fuerzas de izquierda no suman mayoría y es probable que los definidos como “gobiernos del cambio”, aquellos que surgieron tras la indignación del Movimiento 15-M, acaben siendo desplazados por la derecha.

“Estoy un poco triste. Aun así, quiero mantener el optimismo y pensar que nadie va a echar por tierra todas las cosas buenas que se han hecho. Como Madrid Central, que cuenta con el apoyo de muchos madrileños”, valora la artista sobre este nuevo escenario político. Añade que “espera y desea” que los partidos de izquierda lleguen a algún tipo de acuerdo, ya que de lo contrario “nos convertiríamos en la vergüenza de Europa”. “Sería llamativo que una ciudad como Madrid tuviera un gobierno donde la extrema derecha estuviera representada”, lamenta.

Por razones como estas, a Bermejo le cuesta identificar una imagen de su obra que refleje el momento actual de Madrid, ya que su libro “es demasiado alegre”. Pero sí es capaz de señalar otra que simboliza el futuro de la ciudad, aquello en lo que le gustaría que se convirtiera. Esta instantánea no aparece entre las páginas del fotolibro, y la tomó el día anterior a la realización de esta entrevista cuando salía del hospital. Se titula “Madrid rojo”.

Un “granito” de arena para la oncología

Otra de las peculiaridades de Microgeografías es que su autora ha decidido destinar los beneficios íntegros para proyectos del área de Oncología Médica del Hospital La Princesa de Madrid, uno de los lugares donde ha sido tratada para curar su cáncer de mama.

“Creo que la sanidad pública, los profesionales y la atención que tenemos es extraordinaria. Me parecía gratificante y quería aportar mi granito de arena, ya que yo precisamente estoy recibiendo tratamientos innovadores y soy el ejemplo de todo lo que se ha avanzado”, dice la fotógrafa.

Asegura que después de todo continúa mirando adelante y caminando mucho, algo que ya hacía antes pero que ahora ha potenciado por recomendaciones médicas. “Sigo buscando y observando. Siempre voy con mi cámara y con mi móvil, y voy a seguir haciendo muchas fotos”, asegura. De hecho, a veces piensa que realiza demasiadas: “Menos mal que no hay carrete, de lo contrario no ganaría para dedicarme a esto”. Pero no, nunca son suficientes.

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