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La música de Star Trek: canciones para el siglo XXIII

Spock y su arpa

Patricia Godes

En el año 2266 los viajes por el espacio son la cosa más natural del mundo. 150 razas estelares forman parte de la Federación de Planetas Unidos. Sus naves surcan el universo profundo para llegar donde nadie ha podido llegar guiadas por instrumentos musicales diatónicos, voces negras llenas de magia y la sempiterna música de las esferas.

300 años antes, en 1966, la fantasía de un productor televisivo llamado Gene Roddenberry, idealista y simpatizante comunista, convirtió los decorados de cartón piedra y los uniformes y pelucas de nylon en un universo alternativo donde nunca se mata al enemigo, donde las mujeres ostentan los mismos grados militares que los hombres y donde africanas, rusos, japoneses, escoceses, sureños y vulcanianos conviven en paz y armonía con un objetivo común: descubrir mundos y civilizaciones y apaciguar conflictos entre piedras dotadas de voluntad, niños asesinos envejecidos prematuramente, extraterrestres pacifistas que son a la humanidad como nosotros a la ameba, etc., etc., etc. Una tripulación de pequeños héroes anónimos vestidos de rojo, azul y dorado despliegan su valor en las más extrañas circunstancias dirigidos, eso sí, por un superhéroe tradicional, compendio de todas las virtudes, y un científico extraterrestre de orejas picudas dominado por la lógica.

Tanto en aquel  supuesto futuro humanista como en los platós de las productoras televisivas Desilu y Paramount, la música juega un papel extraordinario. El compositor Alexander Courage, fallecido en 2008, fue el creador del tema principal de Star Trek que se ha convertido en clásico y en llamada de alerta para los que deseen abandonar por 55 minutos la prosaica realidad y observar cómo las pasiones humanas se ponen a prueba en entornos imposibles e irreales: una fanfarria, una voz de soprano y el mismo Alexander imitando un motor espacial acelerando consiguen una perfecta combinación de música sinfónica, yeyé y sonidos adimensionales. A lo largo de los tres años de emisión de la serie, la sintonía, lo mismo que el fragmento de cabecera, sufrió pequeños cambios inapreciables. Van McCoy hizo una versión bailable del tema en 1976, lo mismo que Deodato, Meco (Monardo), Maynard Ferguson, etc. La fanfarria de Alexander aparece de un modo u otro en todas las bandas sonoras de los 12 largometrajes de la franquicia Star Trek.

Resulta alucinante pensar que Courage -compositor de bandas sonoras para películas de Superman y orquestador habitual de Jerry Goldsmith- necesitó solo una semana componer, orquestar, sincronizar y grabar los 80 segundos de la sintonía. Pero más alucinante resulta que 31 episodios de las series originales contengan bandas sonoras completamente originales de distintos autores, eso sí, compuestas, orquestadas, sincronizadas y grabadas semanalmente en exclusiva en una época en la que la presencia de música en cualquier producción audiovisual era mucho más generosa que ahora. Por motivos de presupuesto, en el resto de episodios se utilizó música de librerías y, al igual que se reciclaban sets de otras producciones, se reciclaron fragmentos de trabajos anteriores de Courage.

Spock y su arpa

En el universo Star Trek, existe un planeta particularmente intrigante, místico y científico a la vez, donde hace calor y donde los habitantes tienen la sangre verde: Vulcano. Con de las mentes más lógicas de la galaxia, los vulcanianos aman la música, la más matemática de las artes. El instrumento autóctono vulcaniano es una especie de arpa o laúd que se llama ka'athyra. El capitán Spock, oficial científico del Enterprise, es un buen intérprete de sus 15 cuerdas dobles, lo mismo que la teniente Uhura, oficial de comunicaciones de la nave. Los actores Leonard Nimoy y Nichelle Nichols aparecen en varios episodios tocándolo. Existe, por cierto, una simulación de arpa vulcaniana para iPad y se han compuesto conciertos para ser interpretados en reconstrucciones simuladas del.

Spock, enajenado por los malvados platonianos en Los hijastros de Platón, canta a Uhura y a la enfermera Chapel una composición del propio Nimoy titulada Maiden Wine. Un ejercicio de estilo pseudo renacentista que se encuentra recogida en uno de los cinco álbumes que el actor grabó para el sello Dot entre 1969 y 70. Con algunas canciones relacionadas con su papel en la serie y sus versiones de éxitos del momento, fracasaron entonces. Con el tiempo se han convertido, sin embargo, en cotizadas piezas de colección. No es un mal cantante gracias a su célebre voz grave, pero suena inseguro y tiene tendencia a hacer unos arrastres nada bonitos. Como a su personaje en la serie, le falta un poco de pasión.

Por su parte, Nichols había sido cantante profesional y había actuado con Duke Ellington y Lionel Hampton lo mismo que en teatro musical. Su personaje, la bella Uhura, canta con una voz tan bonita como cuando habla en el estilo de una Donna Summer jazzista. En la serie tiene a su cargo dos preciosas canciones futuristas en los episodios Charlie X y La conciencia del rey. Basada la primera en una canción tradicional escocesa y compuesta la segunda por Wilbur Hatch –director de orquesta de El Show de Lucy- con letra de Gene L. Coon.

En el mundo real, Nichols ha grabado dos álbumes, uno de standards en 1967 y otro más moderno en 1991 con su versión cantada del tema de Star Trek y ya explotando abiertamente su fama como Uhura. Los discos de William Shatner han pasado a la posteridad con la consideración de humor. Se trata de recitados de letras de éxitos pop o de tiradas de teatro clásico en jun estilo melodramático exagerado y kitsch. Sus versiones de Mr. Tambourine Man y Lucy in the Sky with Diamonds resultan embarazosas hasta para el más entregado de sus fans. En los años 2000, el intérprete del legendario James Tiberius Kirk ha retomado su carrera colaborando con pretendidas luminarias musicales como Joe Jackson, Aimee Mann o Henry Rollins pero no consigue reproducir el encanto ni la intención de búsqueda de sus grabaciones de los 60.

También la realidad musical contemporánea  a la serie queda reflejada en otro capítulo, Camino al Edén, cuando unos hippies alienígenas con vestimentas sonrojantes utilizan determinadas frecuencias sonoras para apoderarse del Enterprise. La canción que interpretan ante toda la tripulación se titula  Heading Into Eden y es el típico himno post psicodélico que podrían haber parodiado Spinal Tap después de (Listen to the) Flower People,  compuesto, por cierto, por los actores que la cantan.

Resulta interesante comparar cómo se entendía hace 50 años lo que iba a ser la música del futuro con la realidad de la música actual. La pobreza de miras y necesidad de supervivencia de la industria discográfica y las ansias de poder de sus divulgadores han conducido al desplome del interés general por la actualidad musical. Lo mismo que 50 años no han bastado para que las utopías y los avances soñados por Gene Roddenberry empiecen siquiera a tomar forma, seguimos anclados en un pasado musical inamovible. Se admiten apuestas sobre cómo irá evolucionando la música hasta el siglo XXIII.

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