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Tiburona: “Si nos llaman solo para cubrir la cuota 'femenina', no lo vamos a hacer”

El grupo Tiburona

Susana Monteagudo

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“Las chicas malas lo hacen bien”, decía la cantante M.I.A. en uno de sus mayores éxitos. Y, ciertamente, son ellas las que hacen avanzar el feminismo, sean o no conscientes. Mala fue aquella que levantó la voz, la que ejerció su libertad sexual o la primera en enfundarse unos pantalones. Y Tiburona hace honor a su nombre al representar a esas chicas, malas por incómodas y por carecer de pelos en la lengua, que reparten collejas como panes. La mujer cándida, calladita, pasó a la historia. “Si haces las cosas como toda la vida, sin cuestionar nada ni poner en tela de juicio a quienes siempre han tenido privilegios, entonces vas a caer bien. De la otra manera, corres el riesgo de que haya gente a la que no gustes. Pero es que hemos venido a hablar claro”, dice Supercarmen (batería y voz), quien comparte pasión y escenario con otras dos madrileñas treintañeras, Rita Dolores (bajo y voz) y Laura del Amo (guitarra y voz).

Llevan juntas casi una década. Primero en The Ladies y después en Juanita Banana, bandas en las que cogieron experiencia y con las que alcanzaron ese nivel de veteranía que ahora exhiben en Tiburona, apelativo bajo el que se refundaron en 2019. Su prometedora inercia se frenó con la irrupción de la pandemia, ese limbo en el que se esfumaron tantas aspiraciones: “Habíamos sacado un epé justo antes e íbamos a presentarlo el mismo mes en que nos confinaron. Fue un bajón enorme. Pero, por otro lado, eso nos ayudó a componer el primer álbum, no sin antes sentarnos a reflexionar sobre dónde queríamos llevar este nuevo proyecto”, rememora Rita. De aquel tiempo de obligado recogimiento brota su debut, Sola y feliz (Folc, 2021), una colección de canciones frescas, socarronas y continuistas respecto de su raigambre garajera, grabada en los estudios de Paco Loco en El Puerto de Santa María.

A mediados del último año pasan del ralentí a las marchas largas al alzarse con el máximo galardón del Villa de Madrid y fichar por el sello Montgrí (Cala Vento, Lagartija Nick, Biznaga), con quienes acaban de publicar su segunda referencia. Nos extinguimos (Montgrí, 2024) es un muestrario de guitarras furiosas, destellos beat, surf acelerado, guiños fronterizos y voces armonizadas que van de la rabia más punkarra a la dulzura melódica del doo wop. El trío las defenderá en directo el 24 febrero en Córdoba, el 2 marzo en Barcelona, el 9 de marzo en Castellón, el 27 de abril en Madrid y el 10 de julio en el festival Tsunami Xixón (Gijón).

Con pie y medio en el clásico sonido garajero, Tiburona destina el otro medio a elaborar una propuesta personal, contemporánea y adictiva. “Como venimos de proyectos anteriores en los que había un estilo muy definido, nos habíamos ido acomodando a eso. Hemos seguido siempre esa línea del garaje, lo ye-yé, lo sixty, porque es algo que hemos trabajado mucho, nos gusta y nos funciona. Somos muy creativas aportando ideas de esos géneros, pero también hemos querido seguir expandiéndonos, abriendo miras e introduciendo más gustos propios”, explica Rita.

Gustos que, a poco que se investigue, resultan tan divergentes como complementarios y les han servido para dar esa pátina de originalidad a su propuesta. Están ahí, fácilmente detectables. Supercarmen colecciona vinilos de los años 60: “Sobre todo de garaje latinoamericano, a nivel coleccionismo. Me gusta mucho el punk, el punk rock y el rock & roll clásico. A Laura le mola el folk, la americana, el country... De hecho, las partes de trémolo del álbum son suyas”. Y Rita confiesa ser más ochentas: “el post-punk, el punk de esos años... Cosas de electrónica, incluso. También el pop y rock británicos”.

En lo que sí parecen estar de acuerdo es en la transversalidad del proyecto. El feminismo lo vertebra todo. Aunque sin resultar excluyente. “Sentimos que el feminismo va intrínseco a nuestra propuesta y creemos que así debería ser también en la sociedad. No tendría ni que ser un adjetivo. No debería hacer falta ni mencionarlo. Por eso somos una banda, no una ‘banda de chicas’, aunque estemos orgullosas de serlo y lo reivindiquemos”, insiste Supercarmen. Es precisamente esta categoría la que les trae de cabeza en según qué ocasiones señaladas por el calendario: “Parece que por ser un grupo formado por chicas reivindicativas y cañeras, tu sitio está solo en el 8 de marzo. Se produce mucho pinkwashing ese mes y tenemos la agenda llena de propuestas, y hay veces que nos negamos a participar, especialmente si la propuesta viene de productoras que hacen otras cosas donde no se cuenta con nosotras. Nos parece un poco hipócrita. Si es solo para cubrir la cuota del ‘festival femenino’ no lo vamos a hacer”.

Su compromiso con el feminismo también las guía en la selección de versiones con que aderezan sus discos. Si en el álbum de debut se decantaron por Aquí en mi nube (Get Off of My Cloud) de The Rolling Stones revisitada por la ye-yé Sonia en 1966, ahora acometen Brebaje de amor (Love Potion Nº 9) de The Searchers en la versión de Angélica María de 1962. “Nos hacía gracia meter una canción originalmente interpretada por hombres pero en la versión de una mujer, en aquella época en que ellas no hacían quizá tanta música”. Ambas acompañan en su repertorio a En Egipto se anda así (Walk Like an Egyptian), el clásico de The Bangles que pertrecharon en colaboración con Los Jaguares de la Bahía ―la banda del productor Paco Loco― durante el último día de grabación de Sola y feliz.

Se atreven, incluso, a transitar el siempre resbaladizo terreno de la prostitución para denunciar la trata, señalándolos a ellos, los puteros, en Almuerzo desnudo, uno de los temas que integran Nos extinguimos. “El protagonista es un putero. Queremos poner el foco en él. Nunca, nunca en ellas”, asegura Supercarmen. Y lo hacen buscando inspiración en la novela de William Burroughs de la que adoptan el título. “No sabíamos qué nombre ponerle y, más que la novela, visualizamos Almuerzo desnudo (1991) de David Cronenberg. La película tiene esos tintes desagradables, en plan Serie B. Además, el título nos encajaba porque el protagonista está desnudo por estar consumiendo [sexo] y nos pareció perfecto”.

Tampoco falta en este inventario la tradicional cuota destinada al tándem amor-desamor representada en cortes como Pensando en ti, Persona favorita Pt.1 o Que mueras bien; ni el repaso a otras temas de interés social, como en Relación abierta, Gobierno cero o en la fronteriza Horizonte de sucesos, donde exponen, sin paños calientes, la grave crisis climática que enfrenta el planeta. “Habla del destino inminente al que nos dirigimos si no cambian nuestras acciones… Aunque cambiarlas tampoco nos va a asegurar nada”, dice Supercarmen. Curiosamente, fue su título provisional (Nos extinguimos) el que acabó dando nombre a todo el álbum, como explica Rita: “Estuvimos dándole bastantes vueltas y al final nos dimos cuenta de que todas las canciones, sin pretenderlo, tenían una idea compartida de que hay cosas que están extinguiéndose… Pueden ser tanto relaciones, como el planeta en sí, como las personas, como muchas cosas. O incluso conceptos e ideas que si no se están extinguiendo deberían extinguirse porque se lo merecen”.

El que finalmente ha quedado fuera del álbum “por cuestiones logísticas” es Cartel precioso. El sencillo, publicado en marzo del pasado año y de ánimo punk, se explayaban con dureza contra cierto modelo de industria musical. Su letra habla por sí sola: “Te dan cuarenta bandas, escuchas a unas cuantas. El resto no te importa porque su Instagram te encanta. Grabaron con Fulano, conocen a Mengana. Llenamos el cartel de endogamia prefabricada. (...) Te da igual cómo toquen mientras compartan droga con la gente más guapa en los circuitos de moda...”. Supercarmen aclara que, en ningún caso, han querido reflejar situaciones o vivencias propias: “Cuando estás dentro del mundillo acabas percatándote de cómo funciona todo. Son muchas cosas las que criticamos. La droga, por ejemplo, algo que une en este negocio y si no estás ahí muchas veces te quedas fuera. O, si no tienes una madrina o un padrino no entras dentro del slot, que muchas veces es ‘¿quieres meter a esta banda? Pues méteme a estas otras que también están conmigo’. En eso nosotras hemos estado un poco más huérfanas, nos lo hemos tenido que ganar, nunca nos han puesto por ir de la mano de nadie”.

También recalca que no pretenden juzgar a las bandas “porque al final” todas quieren “lo mismo”: “Queremos tocar y queremos que se nos vea y y lo entendemos. Es, sobre todo, una crítica a los magnates, esa gente que está haciendo determinados festivales y ni siquiera está dentro del circuito. Se están cargando las salas. Las cierran porque ellos pagan más. Y pagan más porque tienen muchísimo dinero, porque son empresas y están avaladas por bancos y por grandes marcas”. 

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