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Fernando Albizu, el 'bonachón' de los Goya: “No he visto 'Maixabel' porque me escuece”

El actor Fernando Albizu en el festival de San Sebastián

Mónica Zas Marcos

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Fernando Albizu (Vitoria, 1963) se enteró de su nominación al Goya por un mensaje. No se imaginaba que un papel secundario dentro de los secundarios de El buen patrón fuese a llamar la atención de los académicos. Pero el director, Fernando León de Aranoa, siempre ha dicho que sin él no habría muestra de compañerismo ni de conciencia de clase en la película. Es el único que se salva de la guillotina por la que pasa todo el sistema individualista y capitalista.

El personaje de Román, vigilante de seguridad de la fábrica Blanco, le ha procurado su segunda nominación a los Goya. En 2009 ya optó a mejor actor revelación por Gordos, la cinta de Daniel Sánchez Arévalo. Aunque aquella vez no era ningún primerizo: tenía 45 años y llevaba más de 15 delante de las cámaras. Albizu reivindica más humor en el cine y más conciencia de clase en la vida política para evitar que “gente humilde vote a partidos de derechas”.

¿Cómo llegó a parar a El buen patrón?

A través de un casting, en el que no sé muy bien por qué me seleccionaron. Yo habría dicho que sí aunque hubiera sido la mitad de papel, porque trabajar con Fernando [León de Aranoa] es un puntazo. Y cuando me dijeron que estaba Javier [Bardem] fui de cabeza, obviamente. Antes de leer el guion ya sabía que me quería apuntar.

Su personaje es el compañero más entrañable y Aranoa dijo que era el único con conciencia de clase de toda la película. ¿Qué pensó al leer a Román en el guion?

Al principio pensé que era un pobre tonto que no se entera de la misa la media. Luego trabajándolo me di cuenta de que es un personaje muy empático, tanto con el patrón como con sus compañeros. Siempre está en tierra de nadie y por eso le caen por todos los lados. Lo que se viene llamando un buen tipo.

Pero me gustó que fuera un vigilante de seguridad por los contrastes. El hábito no hace al monje, así que dentro de la seguridad habrá gente de todo tipo. Y que Román sea el único que va armado y se sienta un poeta también tiene lo suyo. Fernando no da puntada sin hilo.

¿Qué diría que tiene El buen patrón para haber arrasado en las nominaciones?

Básicamente que el guion es estupendo, está escrito de forma redonda. Maneja muy bien ese humor ácido para contar cosas que no tienen ninguna gracia. Además, todo el mundo se reconoce en uno de los personajes o reconoce un patrón así. Es universal. Patrones de ese tipo los hay en todo el mundo, de todos los colores políticos y de todas las razas. No es una historia de buenos y malos, sino de cómo se comporta la gente que está arriba y tiene poder.

¿Ser mal o buen patrón no tiene que ver con la ideología, entonces?

Tiene que ver con la educación y la humanidad que tenga uno. Puede que un señor con mucho dinero reparta sus finanzas o que le pague lo mínimo a los trabajadores para poder mantener su yate y su casa. Mis padres tenían un bar y tenían a los empleados contentos, porque entre otras cosas trabajaban mejor y evitaban robos. Todo sería más cómodo si los patrones tuvieran más empatía. Hay que pagar unos salarios dignos y justos.

La precariedad y las relaciones laborales nocivas no se habían tratado con humor desde Camera café. ¿Por qué cree que nos ha costado tanto acercarnos a estos temas desde la comedia?

En general en España somos muy intensos. Cuando abordamos un tema nos metemos de cabeza y no nos damos cuenta de que la vida tiene mucho humor, sobre todo cuando más drama hay. Utilizar una cosa muy dramática y que a todo el mundo le hace daño recreándose en el dolor no nos lleva a ningún lado. No es el camino para mí.

Desde el estreno de El buen patrón hasta ahora se ha aprobado una reforma laboral, pero casi no sale adelante. ¿Qué le pareció lo que ocurrió el pasado jueves en el Congreso?

Me parece patético. No entiendo lo de comprar los votos de otros y saltarse las disciplinas de partido. Es como si fuéramos niños. Es para decirles: “Señores, solucionen los problemas de la ciudadanía y déjense de juegos”. Pero como solo buscan el voto, una vez que lo consiguen ya se olvidan de todo. Y así nos va. Pero vamos, lo de ayer fue bochornoso. Y que esta reforma salga adelante porque alguien se confundió es todavía más bochornoso.

En la promoción de la película Javier Bardem dijo que hay menos conciencia social que hace veinte años. ¿Cómo lo ve?

Igual. Vivimos en una sociedad en la que triunfa el individualismo y eso implica que la conciencia social desaparece. El “yo primero” hace que salgamos todos perdiendo. Lo noto mucho en la política española. No concibo que cantidad de gente humilde vote a partidos de derechas que no defienden nada, absolutamente nada, de lo que necesitan. No concibo que haya obreros que voten a Vox, por ejemplo. Mienten sin ningún pudor y la gente se lo traga y se cree ciertas soflamas. Hay que estar más informado. Por un lado y por el otro. El ejemplo de Vox me serviría para el otro lado.

No concibo que cantidad de gente humilde vote a partidos de derechas que no defienden nada, absolutamente nada, de lo que necesitan

Pocos saben que es graduado en Diseño de moda. ¿De dónde le vino la vocación? ¿Sintió rechazo alguna vez por escoger esa carrera?

Uf, tiene un recorrido largo. Todo parte de cuando estaba estudiando arquitectura, que tenía una compañera de piso que hacía desfiles de moda para una peluquería y yo le hacía los estilismos. Como siempre he vivido rodeado de mujeres, lo tengo más fácil. La arquitectura me gustaba mucho, pero no me apasionaba, así que me vine a Madrid en 1981 a estudiar Diseño de moda.

Y no sentí ningún rechazo, estaba a la orden del día. Había mogollón de gente, no estaba mal visto. No me llamaban maricón ni me insultaban. De hecho pienso que entonces había más tolerancia de la que hay ahora. Es una cosa muy curiosa, porque Madrid era una ciudad muy antigua y muy retrógrada. La esencia del franquismo estaba aquí. Y no sé si era por tolerancia o por miedo, pero estaban ambos mundos muy separados.

Es la segunda vez que le nominan a los premios Goya. La primera, en 2009, fue como actor revelación. ¿Cómo fue postularse en esta categoría con 45 años y varios de trayectoria?

De eso se encargan las productoras. Es cierto que había hecho bastante cine, pero no un papel tan gordo, y nunca mejor dicho (ríe). La productora intenta meter el máximo número de nominados y a mí me tocó la categoría revelación. La Unión de Actores me dio el premio por el mismo papel y fue como secundario. Nunca me acuerdo del nombre, pero hubo un actor que se lo llevó con 65 años, cuando te descubren, en definitiva. Llevo toda la vida haciendo teatro, pero si no haces televisión o cine no existes. Y no es así para nada.

Como nacido en Euskadi, ¿qué opina de la película Maixabel, otra de las grandes nominadas al Goya?

No la he visto aún porque he vivido parte de esa historia, me toca y me escuece un poco. Entonces no sé si me apetece mucho verla. Tengo que verla porque entre otras cosas Urko [Olazabal] se va a llevar el Goya y tengo que ver el trabajo del que me lo va a robar (ríe). Es broma. Ya que me nominen es un triunfo.

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