Fernando León de Aranoa: “Estar en el paro es tan jodido que te daña hasta la identidad”
Fernando León de Aranoa viajó en 2001 a los astilleros de Naval Gijón y de Vigo para entrevistarse con los afectados por la reconversión industrial. Centenares de trabajadores que fueron despedidos de manera fulminante inspiraron a José, Lino y Santa, los protagonistas de Los lunes al sol. La película ganó la Concha de Oro en San Sebastián y varios premios Goya por mostrar la cara más vigente y dolorosa del desempleo. El buen patrón llega 20 años después con su reverso: el empleo contado a través del capataz.
Javier Bardem repite con el director madrileño en la piel de Julio Blanco, el empresario de una fábrica de balanzas industriales de la España profunda. Aranoa promete que no representa a ningún personaje famoso, pero sí verdadero. Tampoco le han hecho falta hacer entrevistas ni viajes para escribir a este “cabrón” carismático. Es universal. Quizá por eso ha sido seleccionada por la Academia de Cine como representante en los Oscar. Los poderes fácticos de un pueblo de Toledo se pueden exportar a un condado de Arizona.
Aranoa, cuyo último proyecto político había sido rodar un documental sobre Podemos en 2014, vuelve a infiltrarse en las cloacas del mercado laboral. Esta vez, desde la atalaya.
¿De dónde surge la inspiración para El buen patrón?
Lo primero que surgió hace mucho tiempo es el personaje. Quizá por eso el título es El buen patrón. Al final su carácter y su forma de manejarse con los demás dan origen a toda la historia.
Se ha hablado de Jesus Gil o del rey emérito. ¿Se fijó en algún personaje real?
En cierta medida sí. En gente cercana, que no famosa. También en situaciones que él hace, como entrometerse en exceso en la vida de sus trabajadores. Hay un par de momentos en la película que son las piedras basales. La primera es la escena en un restaurante asador donde averigua que uno de sus empleados tiene problemas con su mujer. Y la otra es la idea de controlar a sus trabajadores cruzando varias líneas rojas para que la empresa vaya bien. Cuando esas dos cosas surgieron me atrajeron mucho. Es la vez que más rápido he sabido que debía hacer una película.
¿Qué vio en las relaciones laborales que tuviera potencial cinematográfico?
Quería que tuviera comicidad. Cuando me imaginaba a ese señor me hacía sonreír. Es un desastre, pero a la vez puede ser muy divertido. Un jefe que se va a hablar con la mujer de un trabajador sin tener ni idea de cómo hacerlo tiene potencial cómico. Me regalaba el humor y a la vez servía para tratar algo muy importante en la película: el trasfondo de las relaciones laborales y cómo se entremezclan de manera perversa con las personales. En este caso las invaden por completo. Nos pasa a muchos. La película me ha permitido hablar de la precariedad en el trabajo y de lo que pasa en el mercado laboral en su conjunto.
En la película se menciona varias veces el concepto de “familia” referido a la plantilla. Lo usa Blanco, pero también muchas empresas en la actualidad. ¿Es una forma perversa de pedirle al trabajador todo su tiempo y lealtad?
Sí, además se utiliza con una connotación positiva. “Somos una familia”. Las relaciones familiares tampoco están exentas de sus problemitas. Si en algún lugar la jerarquía pesa, es ahí. Blanco se define como un padre porque así tiene más posibilidades de ejercer su autoritarismo, de manipular, enredar y hacer que las cosas sean como él quiere o como necesita que sean.
Por eso la película se llama El buen patrón, me gustaba esa denominación un poco antigua que ya no se usa porque ahora se habla de CEO. Esta es una empresa familiar, en la que antes el patrón era el padre de Blanco y daba trabajo a los padres de los actuales. Es casi un trato de vasallaje. Son relaciones muy viciadas por el tiempo y por el poder.
Varios comentarios manifiestan a Blanco como un jefe conservador o de derechas. ¿Influye la ideología a la hora de ser mejor o peor patrón?
Resulta fácil pensar que el patrón es un señor como mínimo conservador, porque tiene mucho que conservar. Algunos actores me preguntaron por su ideología y la de otros personajes, que es una cosa que no me había pasado nunca. Me hizo gracia aunque en realidad es muy útil. ¿Qué votarían? En el caso del patrón, la primera apuesta fueron las derechas de PP o VOX. Pero luego pensé que no, que el patrón se vota a sí mismo. Le da igual quién gobierne. Si lo hace alguien de derechas, cenará con él. Pero si es de izquierdas hará exactamente lo mismo.
¿Eso significa que no hay patrón bueno?
No me gusta generalizar, aunque esa frase ya es una generalización en sí misma. La lógica del sistema hace complicado que se resuelva de parte del trabajador. El empresario puede ser todo lo bueno que le deja el mercado. Pero sí que creo que hay buenos patrones. Quiero pensarlo, aunque el sistema empuje al patrón a la maldad.
En el caso del patrón, la primera apuesta fue que votaría a partidos de derechas, como PP o VOX. Pero luego pensé que el patrón solo se vota a sí mismo. Le da igual quien gobierne
Durante esta pandemia, la temática laboral se ha convertido en una prioridad. ¿Había algo que le interesaba denunciar con la película?
Al hacer una película entran en juego muchos impulsos. El primero es contar una historia con sentido del humor. Pero también el poder hablar de las relaciones que tienen que ver con lo laboral y con la precariedad. Estaban el despedido, el del ERE, el que acampa porque no puede pagar la hipoteca porque está sin trabajo, las becarias o el inmigrante. Surgió de manera natural, porque no me gusta forzar el guion para dejar un mensaje.
Por eso quería situar la película en una ciudad pequeña de provincias. Porque allí el patrón es un poder fáctico. Un tipo que tiene una fábrica de 200 trabajadores puede llamar al alcalde y al director del periódico local. Mantiene esas relaciones viciadas. Un microcosmos como este actúa del mismo modo que lo hace a nivel nacional o a nivel europeo.
En 2002 rodó la cara opuesta del patrón: la del desempleado. ¿Cómo se conecta esta película con Los lunes al sol?
Hay conexiones porque ambas tienen que ver con el ámbito laboral, pero también con el personal. Son tangenciales. Los lunes al sol es una película que reduciéndolo mucho habla del desempleo. Pero para mí era más importante la identidad. Algunos desempleados no abandonan su identidad (Santa) y otros renuncian por completo a quienes son para conseguir un puesto de trabajo (Lino). Estar en el paro es tan jodido que daña hasta tu identidad.
En este caso quería contar el espacio que aquellos añoran: el empleo. Pero también lo trágicas y lo precarias que pueden llegar a ser esas relaciones viciadas. No solamente por el patrón, también entre los propios trabajadores. No hay una sensación de compañerismo, de solidaridad ni de conciencia de clase. No hay casi nadie que se salve en la película.
El buen patrón tiene más humor que Los lunes. ¿Influyó en algo el contexto? En aquel momento España estaba a las puertas de la mayor crisis económica de la democracia.
Supongo que influye que han pasado 20 años. Pero El buen patrón tampoco es una comedia. Tiene las maneras de la comedia sin fagocitar lo importante. Yo mismo me dije que ya era lo suficientemente trágico. El humor es una manera de conjurarlo: quizá esto sea un desastre, pero que sepáis que lo sabemos y podemos hasta reírnos de ello.
En cuanto a la precariedad, siempre está ahí. Lo vi en Los lunes al sol con la gente que traté de los astilleros o de la corriente sindical de izquierdas. Ya existían las ETT, las reformas laborales, el abaratamiento del despido y muchas cosas que todavía hoy nos cuentan que son buenas para el empleo. ¿Cómo puede ser bueno que sea más fácil despedir? Es casi una paradoja. Fragmentar el trabajo para que haya más, pero de peor calidad, es algo que siempre ha estado ahí.
Las redes sociales son un espacio articulado para la disidencia. Si el propio sistema articula un espacio donde tú puedes rebelarte contra las cosas, esa rebelión deja de tener sentido.
Javier Bardem dice que hay "menos conciencia social" que hace 20 años, cuando hicieron Los lunes al sol. ¿Qué opina usted?
Hay más información, pero al mismo tiempo hay menos organización. Las redes sociales han sustituido a otras formas de organización que parecen más antiguas o más precarias, pero que quizá eran más eficaces. Las redes son un espacio articulado para la disidencia. Todos disentimos con mucho placer, pero nunca pasa nada. Es una válvula de escape para indignarte.
Si el propio sistema articula un espacio donde puedes rebelarte contra las cosas, esa rebelión deja de tener sentido. Antes el poder decía “obedece” y tú tenías dos opciones, obedecerle o no obedecerle. Si el poder dice “no me obedezcas”, estás jodido, porque si obedeces estás obedeciendo y si no obedeces, también estás obedeciendo. Al final la disidencia forma parte de un sistema inexpugnable.
¿Y en cuanto a los políticos y las instituciones? ¿Hay mayor compromiso por garantizar un empleo digno?
El Estado está para corregir los excesos en el laboral y en cualquier ámbito, solo hay que mirar lo que está pasando ahora con las eléctricas. El libre mercado tiene sus inconvenientes y, en su expresión más libre y salvaje, es una cosa tremenda. Lo mismo afecta a la distribución de vacunas que a cualquier parte de nuestra vida. Es algo que nos horroriza, pero convivimos con ello. Sabemos que en Europa estamos vacunados el 70% de la población y que en otros países no llegan ni al 1%. Es un espanto y es el mercado.
Una de las funciones del Estado, quizá de las más importantes, es evitar este tipo de desmanes. Esto es un pacto social: vivimos todos juntos, tenemos obligaciones, pagamos impuestos –que es una cosa importantísima– y también hay que aceptar que haya una regulación. Y volviendo al empleo, yo estoy absolutamente a favor de que el Estado intervenga. Así que todo lo que se haga me parecerá poco.
Por último, como director de cine, ¿usted se considera un buen patrón?
Un director tampoco es un patrón (ríe). Ojalá. Estás completamente condicionado por muchas cosas. La principal es el tiempo, que en cine es dinero. El presupuesto siempre es ajustado. Alguien lo decía hace poco: si te dan 3 millones, te hacen falta más, y si te dan 50, también te hacen falta más. Siempre estás por detrás de lo que querrías hacer. Los equipos están muy jerarquizados, pero también muy organizados. Es gente con la que llevas mucho tiempo y tienes otro tipo de relación. Quiero pensar que de amistad, pero no son mi familia (ríe).
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