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Entrevista

Pedro Almodóvar: “La gran película sobre la Guerra Civil aún no se ha hecho”

Almodóvar en su despacho de El Deseo

Francesc Miró

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Con un primer polémico pero brillante cartel, tras inaugurar la Mostra de Venecia y conseguir la Copa Volpi a Mejor Actriz de Penélope Cruz, Madres Paralelas llega por fin a las salas españolas. Uno de sus filmes más políticos –todos lo son–, en el que el realizador manchego reflexiona sobre las maternidades contemporáneas y la memoria histórica de un país que no olvida a sus muertos en las cunetas. Con esta película Pedro Almodóvar ya tiene a sus espaldas 22 largometrajes, una filmografía que le sitúa como uno de los cineastas más importantes del mundo.

Su película inauguró Venecia y se podrá ver en cines el 8 de octubre. Otras películas de ese festival no llegarán a salas de cine convencional y se verán en plataformas. ¿Cómo ve el debate de las ventanas de exhibición actualmente? 

El hecho de que el cine pierda toda su parafernalia, hasta la más banal, no es bueno para las películas en sí. Lo hemos visto con el problema de Scarlett Johansson con Disney. Las grandes estrellas de Hollywood van a un porcentaje de taquilla, porque tienen tales sueldos que llevan por contrato un fee de ganancias en theatrical, que lo llaman. Y si los ingresos de theatrical se reducen porque Disney decide que también se puede ver en su plataforma, pues resulta que el sueldo de las estrellas también se reduce. Esa demanda denota una situación que todavía no está resuelta. 

Para mí el cine es la gran pantalla. No concibo el cine si no es con esa gran pantalla. No concibo que la película cumpla con su naturaleza de ser, que es el hecho de que tú seas minúsculo frente a un universo que te absorbe y te arrebata. Susan Sontag llegó a hablar de los cines domésticos y decía que se perdía algo porque el acto del cine es en una sala rodeado de desconocidos. Y solo de ese modo una película puede llegar a arrebatarte. 

Van a desaparecer muchísimos cines y los pocos que quedarán serán lugares de culto

Yo creo que condenar a las películas a pantallas menores minimiza mucho el efecto de las películas en sí. Pero al mismo tiempo me da la impresión de que todo está cambiando. En España nunca ha habido una industria audiovisual, y ahora la hay gracias a las plataformas. De hecho, si buscas un equipo tienes que empezar a hacerlo con seis meses de anticipación, porque está todo el mundo trabajando y eso es muy bueno. Pero, quieras que no, a mí me da la impresión de que los autores, cuando piensan en que sus ficciones se van a ver en una televisión de casa, incluso sin darse cuenta, adoptan otra forma de narración. Y al contrario: el autor que sabe que su película se va a ver en un cine también la concibe de otra forma. En definitiva: creo que estamos condenados a que las películas se vean a través de las plataformas. Van a desaparecer muchísimos cines, y los pocos que quedarán serán como lugares de culto donde iremos a ver a los autores de ese momento y a los autores de toda la vida. 

En Madres paralelas se cruzan multitud de reivindicaciones, desde los derechos trans a la memoria histórica. ¿Cómo de importante es que el cine sea altavoz de estas reivindicaciones? 

En mi caso, para enterarme de la historia de un país, me baso más en las novelas y en las películas que veo, que en los libros de historia. El mejor modo, no sé si de entender, pero desde luego de enterarse de cuál ha sido la historia de un lugar es a través de la ficción. El cine ocupa un lugar preponderante en el relato. Uno no debe sentirse obligado a dar visibilidad, a tener un discurso político, ni hacer cine social, ni a representar realmente los problemas que ves en la calle. Cualquier creador lo que debe es enfrentarse a qué es lo que quiero contar y cómo lo quiero contar. 

A mí hay muchas cosas de nuestro país que me preocupan y que, sin embargo, no he sacado en mis películas. Pero en esta película sí que es verdad que he tratado, conscientemente, de dar visibilidad a parte de nuestro imaginario y de nuestra historia, supongo que también por el hecho de haberme convertido en una persona mayor y haber hecho ya 21 películas. Entonces... me voy decantando por otros temas, que son estos.

¿Qué vinculación personal tiene con la memoria histórica? ¿Cree que la ficción ha fallado a las víctimas del franquismo?

Yo no tengo ningún familiar desaparecido: como en la mayoría de las casas de la riquísima posguerra española, mi padre estuvo en la guerra. Le cogieron a los 19 años y le tocó el bando republicano, estuvo tres años y después los nacionales le hicieron hacer una mili de otros tres años más. Murió en el año 80. Me da mucha rabia porque ahora le haría muchas preguntas, pero él no dijo una sola palabra acerca de la guerra. Ni una sola. Pero a mí es un tema que me ha preocupado mucho porque ya van 85 años. Es mucho tiempo y el silencio ha hecho que sean los nietos y bisnietos los que ahora estén ocupándose de buscar los restos de sus familiares.

También creo que la gran película sobre la Guerra Civil está todavía por hacer. Sobre la posguerra tenemos Surcos, de José Antonio Nieves Conde, que era muy certera acerca de cómo se vivía en este país en los años cincuenta. En una familia que, como las de mis películas, venía de un estrato rural y se iban en busca de fortuna a Madrid. También tenemos El mundo sigue, de Fernando Fernán Gómez, que habla de ese Madrid de los barrios de la época y lo durísimo que era sobrevivir en esta ciudad. Estos dos ejemplos son películas muy notables, pero no se ha hablado lo suficiente de otras épocas, como por ejemplo de La Movida: hay muy pocas películas sobre esa época. Y sobre ETA también se ha hecho relativamente poco, ahora se estrena Maixabel y le deseo mucha suerte porque es una película interesantísima, pero el proceso de los arrepentidos es un tema dramáticamente muy interesante y hasta ahora era inédito. El español se muestra tímido o atemorizado a la hora de hablar de nuestros problemas, de nosotros mismos en términos de pasado.

Es importante que las nuevas generaciones puedan volver su mirada al pasado para entender ciertos problemas, pero también para negar al revisionista: la derecha trata de reescribir nuestra historia

Es importante que las nuevas generaciones puedan volver su mirada al pasado, para entender ciertos problemas cuyo origen se remonta a cuarenta años atrás. Pero también para negar al revisionista. Estamos viendo ejemplos de revisionismo como lo de Camuñas diciendo claramente que la única culpable de la Guerra Civil fue la República, con el líder de la oposición delante que no le dice nada... es delicado. Porque ese hombre está mintiendo: no hay equidistancia entre la República y el alzamiento de Franco. No: fue un golpe militar. Yo veo en ciertas cosas que la derecha trata de reescribir nuestra historia. Y contra eso aconsejo a la gente que se la lea: que lea libros de historia sobre la Guerra Civil.

Cuando vinieron los relatores de la ONU se extrañaron muchísimo de que en este país hubiera sido necesaria una generación nacida en democracia para preguntarse dónde estaban esas fosas y poner sobre la mesa la necesidad de que se exhumaran. De algún modo, siempre me he sentido muy sensible con este asunto y quería que apareciera en mis películas, pero no me salía el relato adecuado. Afortunadamente ahora me ha salido.

Recientemente se aprobó la Ley de Memoria. En esta película son las fundaciones y las asociaciones las que llevan a cabo la apertura de fosas. Ahora es la administración la que va a tener que hacerse cargo de eso. ¿Qué le parece esta Ley de Memoria, que el PP ya ha dicho que derogará si llega al Gobierno?

Me parece tremendo. Yo espero que no haya nadie que pueda derogar esta ley. Cuando empezamos a hacer la película, deliberadamente cambié las fechas de la narración para no meterme en la pandemia. Empieza en 2016 y termina en el verano del 2019. Entonces todavía no había llegado la nueva Ley de Memoria y la realidad era la que se muestra en la película: son individualidades, no instituciones, las que han realizado determinadas exhumaciones. Y han sido muy pocas, además de haber pasado por una época fatal, que fue la de Rajoy, y que tengo el gusto de mencionar en la película porque se jactó de destinar cero euros a la memoria histórica

Me parece tremebundo que un presidente diga una cosa así. Pero en efecto esos cero euros se concretaron en que durante esos años apenas hubo aperturas de fosas. Naturalmente, con los arqueólogos sin cobrar, con los antropólogos sin cobrar, toda la mano de obra y los científicos que intervienen: todo el mundo sin cobrar. Con la Ley de Memoria el cambio es absoluto por lo que tú has dicho: las fosas se convierten en un tema de la administración, no del bisnieto que está viendo a ver qué asociación o quién le echa una mano para encontrar los restos de su abuelo. Es la administración la que se ocupa de las fosas.

Ya era hora de que la administración se hiciera cargo de las fosas. Nunca es tarde, pero el Partido Socialista tendría que reprocharse a sí mismo no haberlo hecho cuando tenía mayorías absolutas

Se ocupa tarde, porque han pasado muchísimos años. Francisco Etxeberría dice que a lo sumo va a ser posible identificar como a la tercera parte de las víctimas que están enterradas. Todas las demás... muchas no están en condiciones y va a haber muchas dificultades. Las imágenes finales de Madres paralelas son un homenaje a ellos. Es algo que hace Etxeberria, que una vez los restos han sido llevados a institutos forenses, hace que los que han participado en la apertura de una fosa se pongan en la misma postura en que estaban las víctimas. Yo he visto fotos, me impresionaron mucho y quise ponerlo como final. 

Pero bueno, que ya era hora de que la administración se hiciera cargo de esto. Nunca es tarde, pero el Partido Socialista tendría que reprocharse a sí mismo no haberlo hecho cuando tenía mayorías absolutas, a finales de los ochenta y principios de los noventa. 

Se han conseguido muchas cosas, pero da la impresión de que hay una especie de retroceso en derechos LGTBIQ. El asesinato de Samuel debía convertirse en el despertar de una lucha absolutamente necesaria

Hablando de finales de los ochenta, ¿Cuando usted hacía películas como La ley del deseo o Pepi, Luci Bom, pensaba que los derechos de la comunidad LGTBIQ estarían como están ahora? 

No, no, no… Yo de hecho, cuando pienso en los años 80, el modo en que vivíamos y las luchas de las que veníamos, ni en mi peor pesadilla hubiera pensado que en 2021 íbamos a estar socialmente como estamos ahora, con un partido de ultraderecha en el Congreso. Nunca lo hubiera pensado. O sea, creo que aquella sociedad no estaba luchando para que cuarenta años después ocurriera esto. Para mí es una realidad muy preocupante. No sé si es que antes no se hablaba de ellos y ahora sí, pero yo veo más ataques homófobos en la calle que nunca. Y estos ataques son el reflejo de la política que se está haciendo y de los políticos que tenemos en este país. La gente no se atrevería a hacer tamaña barbaridad si no existieran estos partidos de ultraderecha. O sea: 'puto maricón', es algo que corresponde a otros períodos de nuestra historia. 

A mí me horroriza y por eso creo que la lucha por los derechos LGTBIQ tiene que ser constante. Se han conseguido muchas cosas, pero da la impresión, sobre todo últimamente, de que hay una especie de retroceso. Por eso creo que no hay que bajar la guardia, y hay que denunciar todo lo que haya que denunciar. No callarse nunca y pedir justicia. El asesinato de este chico, Samuel, debía convertirse en nuestra sociedad en lo que para los americanos fue el #MeToo: el despertar de una lucha absolutamente necesaria.

El personaje de Aitana Sánchez-Gijón, en determinada escena, dice que en este país todos los actores son de izquierdas. Y que ella es apolítica porque su trabajo es gustarle a todo el mundo. ¿Cree que en este país se puede ser apolítico viviendo de una profesión creativa como el cine? 

Estuve a punto de no poner esa frase, porque me parecía un chiste fácil. Pero lo cierto es que yo esa frase la he oído tal cual en la televisión dicha por otra actriz. La pregunta que le hacían a esa actriz era si no nos había hecho más mal que bien los Goya del 'No a la guerra', porque desde entonces la derecha decidió que el cine español era su enemigo. La actriz contestó eso, que sus espectáculos eran apolíticos y le gustaban a todo el mundo y me hizo gracia porque no era una mujer de derechas. 

Ahora somos la bestia negra de los partidos de derecha, lo que ellos llaman despreciativamente los titiriteros. Yo creo que no se puede ser apolítico en esta profesión. Y de hecho los actores o directores que conozco de derechas, son abiertamente de derechas, no son apolíticos. Evidentemente querrán gustarle a las izquierdas para que vayan a verles, pero no lo son. 

Yo he vivido grandes épocas de apoliticismo. Por ejemplo, los años del 77 al 85, lo que después se dio en llamar La Movida… yo salía del Rock-Ola e iba directamente a trabajar a la Telefónica. Era joven y podía hacerlo. Pero eran años totalmente apolíticos y hedonistas: lo importante era la frivolidad y la diversión. También es cierto que nos llegó de pronto todo tipo de libertades y éramos gente muy joven, alguna increíblemente joven. Bernardo Bonezzi tenía trece cuando escribió Groenlandia con Los Zombies. Olvido –Alaska–, tenía catorce y estaba con Kaka de Luxe vendiendo fanzines en el rastro. Y no tenían fantasmas franquistas.

Se trataba de hacer lo que quisieras, del modo más inmediato y, por supuesto, con la menor cantidad de dinero posible. Pepi, Luci, Bom la hice con un crowdfunding de gente que nos daba de 50 a 1.000 pesetas. Y conseguimos 300.000 pesetas. Pero no había conciencia política porque no había fantasmas del pasado. Yo siento que fui un privilegiado por ser joven en un momento en que teníamos todo tipo de libertades ante nuestras narices, y las queríamos todas. Hubo muchos muertos en el camino, porque naturalmente aparecen las drogas y todo lo demás, pero formaba parte de esa libertad también. Yo me siento contento de haber vivido esa época y de haberla vivido así: haciendo todo lo que me apetecía hacer. 

Somos la bestia negra de los partidos de derechas: no se puede ser apolítico en esta profesión

Daniela Santiago aparece en Madres paralelas, en un pequeño papel tras su aparición en Veneno. ¿Qué opina de la Ley Trans y de la discusión que ha provocado en los feminismos? 

Me parece horrible, digámoslo, que haya clásicas del feminismo defendiendo esa postura de no aceptación de la mujer trans. Me parece terrible, porque la mujer trans podemos llamarla mujer trans, pero es una mujer. Aquello que decía la ministra Carmen Calvo de '¿cómo le vamos a dar a una criatura de 16 años la libertad para que elija su género?'. Mire: el género lo sabe desde que tiene 2 años. Esa persona que se niega a ponerse falda, o a ponerse pantalones, le está diciendo algo a sus padres desde hace mucho tiempo. Afortunadamente ahora creo que hay una conciencia mucho mayor, sobre todo por parte de los padres, y se tienen más herramientas para tirar adelante e identificar la realidad de su hijo o su hija, aunque no corresponda con la genitalidad. Excluirlas y marginarlas me parece muy injusto. Además por parte de, básicamente, mujeres de izquierdas, como la ministra Calvo. Con todos mis respetos, le diría que el chico o la chica de 16 años que decide hacer la transición, hace años que viene madurándola.

Yo doy gracias, porque a todo lo demás que te plantea la vida, que son muchos retos, la persona trans tiene que empezar por buscar el cuerpo que va de acuerdo con su identidad. Eso no es un capricho. ¡Eso nunca es un capricho! Comprendo que esto es polémico, pero yo creo que las mujeres feministas debían incluir a las mujeres trans en su lucha. 

Usted ha mostrado a mujeres trans a lo largo de su filmografía, desde los ochenta. ¿Cree que la ficción también es empoderadora en este sentido? ¿Es importante una conciencia en la industria para empezar a contratar a actrices o actores trans?

Absolutamente. Yo creo que la industria debería abrirse, porque hay más trabajos que les pueden ofrecer, no tienen que hacer siempre de puta. Hay muchos papeles que pueden incorporar en esta sociedad porque se están viendo mujeres trans en muchos otros ámbitos. 

La ficción te da un enorme poder: te da el poder de crear personajes. Personajes que impones al espectador. Esa capacidad de imponer tu propia realidad es una ventaja descomunal. Ser director te da un poder enorme, no fáctico de que la gente te traiga los cafés, sino de imponer tu propia visión del mundo. Por eso, con tanto poder el riesgo está en el abuso de poder. Porque es una profesión que se presta a que si tú tienes un espíritu autoritario, ese autoritarismo se te escapa por algún lado.

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