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Del sueño a la realidad: Europa de puentes contra Europa de muros

El encaje de Europa

Aina Errando

La Unión Europa atraviesa actualmente momentos complicados como proyecto político en un período de gran desconcierto general, por ello, debemos reflexionar sobre su situación actual y replantear su rumbo.

¿Qué es la Unión Europea?

La Unión Europea es una entidad geopolítica heterogénea formada por 28 países del continente europeo. Los miembros fundadores fueron Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos y el último país en incorporarse ha sido Croacia (2013). La UE cuenta con una moneda única, el euro (oficial en 19 de los 28 países miembros), bandera e himno propio.

Ahora bien, los Estados miembros son soberanos e independientes, pero existen ciertos ámbitos donde, por el “interés común”, delegan sus poderes en instituciones como el Parlamento Europeo, el Consejo Europeo, el Consejo o la Comisión Europea. Bruselas, su centro neurálgico, alberga las sedes principales. Además, el espacio Schengen, creado en 1985, se considera uno de los mayores logros de la UE. Se trata de un espacio sin fronteras internas para que los ciudadanos europeos puedan circular libremente sin estar sujetos a controles fronterizos.

La UE se presentaba en sus inicios como un proyecto ambicioso y con perspectiva de futuro para ofrecer estabilidad, dejar atrás los conflictos y aumentar la calidad de vida. Algunos de sus focos son la economía, la educación, la investigación, el medio ambiente, la justicia o la política exterior. No obstante, como apuntaba Rafael Poch en un artículo para la revista Contexto, venimos de una realidad bipolar, la de la Guerra Fría, y nos dirigimos a un mundo multipolar con diversos centros de poder.

¿Qué ha ocurrido en los últimos años?

Europa se encuentra claramente dividida en el actual contexto de globalización. Ya en septiembre de 2016 el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, pronunció su discurso sobre el estado de la Unión. En él puso sobre la mesa la fragmentación entre los países miembros y criticó a aquellos que aseguran que “el éxito es nacional y el fracaso es europeo”. Asimismo, su discurso de septiembre de 2018 se centró en temas como la migración, el cambio climático, el futuro de la UE sin Reino Unido o la apuesta por África, donde China actualmente gana la partida. El presidente Juncker aseguró que el patriotismo del siglo XXI cuenta con la vertiente europea y la nacional, sin embargo, recalcó que una no excluye a la otra.

Las desigualdades Norte-Sur y Este-Oeste que existen a nivel mundial también se hacen patentes en el mapa europeo con la inmigración como principal factor. Los movimientos populistas, nacionalistas y xenófobos han resurgido en los últimos años y las consecuencias de la crisis económica, que comenzó hace una década, aún están presentes.

Crisis migratoria

La crisis de refugiados es uno de los mayores fracasos de la historia de la Unión Europea ya que no se ha sabido gestionar bajo un mismo criterio. La Comisión Europea asegura que se han salvado vidas, se han abordado las causas de la migración y se han abierto vías seguras, sin embargo, el programa de reubicaciones y reasentamientos se ha incumplido. En el caso español, el Tribunal Supremo condenó en julio de 2018 al Estado por no cubrir la cuota de refugiados que le había asignado la UE y le instaba a tramitar las casi 19.500 solicitudes de asilo a las que se comprometió en 2015.

Dicho esto, como constata Gemma Pinyol en su análisis para Agenda Pública, en el caso de Siria la guerra civil está condicionada por Estados Unidos, Rusia y Turquía, pero es principalmente Europa la que sufre el flujo de refugiados. Asimismo, los Estados miembros no han llevado a cabo una política de asilo común y se ha desarrollado un discurso xenófobo. Por esta razón, el proyecto político se ha fracturado por vulnerar los principios de protección de derechos sobre los que se sustentó la UE después de la II Guerra Mundial.

La desconfianza en el proyecto “Unión Europea”: BrexitBrexit

Por el momento, el Reino Unido sigue siendo miembro de pleno derecho de la Unión Europea. El 52% de los votantes optó por abandonarla, el primer ministro británico David Cameron presentó su dimisión y la libra esterlina llegó a los niveles más bajos desde 1985.

El referéndum dejó claro que los jóvenes votaron a favor de la permanencia, al contrario de los más viejos, que votaron por la salida. Por otro lado, en el caso de Escocia, los votos a favor constituyeron el 62% mientras que en contra solo votó el 38% de los escoceses. Por ello, muchos analistas aseguran que intentará independizarse del Reino Unido.

Los argumentos a favor de la salida son principalmente tres: el aumento de la capacidad de control de las fronteras por parte del país, la afirmación de que el comercio con la UE es una parte cada vez menor puesto que otras economías son más fuertes y la “recuperación del control”, lema en el que se basan los que se inclinan por el sí ya que existe el convencimiento de que las instituciones menoscaban su soberanía nacional.

El auge de los populismos

El auge del populismo es uno de los grandes problemas al que se debe hacer frente urgentemente, puesto que ha generado una importante brecha y la creciente fuerza de la extrema derecha ha sido en parte causada por el aumento de la desigualdad. Además, el fascismo (aunque no todos los partidos de extrema derecha son fascistas) ha sabido reinventarse. En líneas muy generales, y como explican César Molinas y Fernando Ramírez en su libro “La crisis existencial de Europa”, los populismos de izquierdas movilizados por la defensa del Estado de Bienestar y concentrados en el sur de Europa apoyan la reforma de la UE. Los populismos de derechas concentrados en los países del norte quieren abandonarla.

El mapa se ha fracturado en dos: la vieja política liderada ahora mismo por Merkel y Macron y la nueva derecha, con diversos movimientos políticos encabezados por Salvini y Le Pen, entre muchos otros. La población más mayor siente que la globalización les ha perjudicado y sus rentas han disminuido, y los jóvenes perciben el futuro como incierto.

Como ya aventuraba Enric Bonet en la revista Contexto, la izquierda europea ha sido incapaz de sustituir a los partidos socialdemócratas perjudicados después de la crisis económica y la extrema derecha ha mejorado su organización. Por citar sólo un par de ejemplos, las elecciones del pasado marzo en Italia dieron como vencedor al Movimiento 5 Estrellas, en cambio, en Holanda frenaron (moderadamente) al candidato Geert Wilders. El último episodio tuvo lugar el pasado 14 de octubre en Baviera. Allí fue donde los socios de la canciller Angela Merkel en el gobierno central, la Unión Socialcristiana (CSU), perdieron su mayoría absoluta histórica y la extrema derecha consiguió entrar por primera vez en el Parlamento bávaro Además, el Partido Socialdemócrata (SPD), que también es aliado de Merkel, obtuvo resultados nada deseables y la gran sorpresa fueron Los Verdes. El partido ecologista obtuvo el 17,5% de los votos mientras que Alternativa por Alemania (AfD), de extrema derecha, entraba por primera vez en el Parlamento regional con el 10,2% de los votos.

Nadie puede predecir con certeza qué pasará en las próximas elecciones europeas, mas están a la vuelta de la esquina y los resultados podrían obstaculizar el “proceso de construcción europea”.

La Unión Europea es una sociedad de Estados, pero también lo es de ciudadanos y por esta razón, se debe prestar atención tanto a las divisiones intranacionales como a las tensiones entre diferentes Estados miembros ya que configuran el panorama europeo en su conjunto. Ahora bien, ¿es un proyecto compartido o cada país mira por sus intereses? Gran parte de la población no está conforme con el rumbo tomado en los últimos años y la opinión pública se ha encerrado en sí misma porque algunos ven a las instituciones públicas como parte del problema y no como la solución.

¿Qué rumbo debemos tomar?

Andrés Ortega aseguraba en su análisis para El Espectador Global que el alma de la Unión Europea se ha roto porque ya no hay una identidad común. Con una bandera con la que cada vez menos personas se sienten identificadas y con una moneda que no tiene en cuenta a los países menos ricos, la Unión Europea se enfrenta no a una sino a diversas crisis y, mientras tanto, la confianza de los ciudadanos de los países miembros va disminuyendo progresivamente.

El contexto actual dista mucho del de hace una década y, si la UE no logra replantear sus estrategias y adaptarse al contexto actual, es muy probable que no sobreviva (o, al menos, no con el mismo peso). Sin embargo, si consigue reestablecer sus bases y objetivos podrá llegar a ser ese proyecto político que animaba e inspiraba a los países miembros, una Europa “unida en la diversidad” que respete todas las lenguas, tradiciones y culturas de los países que la conforman.

Desde una perspectiva internacional, Europa tiene potencial para ser un actor global, pero como proyecto político tiene que ser repensado. La crisis actual es multidimensional. Por eso se habla de las crisis de Europa y, aunque cada una tiene sus causas –con la Gran Recesión de 2008 muy presente– y sus consecuencias, todas están interconectadas. Castells manifestaba en “Las crisis de Europa” que la UE fue un proyecto impulsado por las élites políticas de cada país, pero no hubo demasiados esfuerzos por arrastrar a sus ciudadanos y por ello se ha generado una creciente falta de legitimidad. No cabe duda que la UE necesita un tiempo de reflexión para reestablecer su estrategia y marcar un nuevo rumbo.

Aina Errando es estudiante de cuarto de Periodismo.

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