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Ceuta recibe como un alivio y sin apenas críticas públicas la repatriación de los menores marroquíes llegados en mayo

Desalojo de menores solos en Ceuta.

Gonzalo Testa

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El tercer furgón cargado con 15 menores migrantes solos marroquíes camino de su repatriación forzada llegó este domingo a la frontera de Ceuta escoltado por la Policía Local ante apenas media docena de periodistas y activistas. La operación iniciada el viernes por el Ministerio del Interior y el Gobierno de la Ciudad sin el aval de la Fiscalía ni del Servicio de Protección a la Infancia autonómico ha generado fricciones en el Consejo de Ministros y tensiones internas, pero en la ciudad autónoma apenas ha generado un murmullo de disconformidad social y menos política. Todo lo contrario.

El único partido que ha alzado la voz contra las formas que está usando el departamento de Grande-Marlaska ha sido Izquierda Unida, absolutamente irrelevante, y la voz del exsecretario general de CCOO en la ciudad, Juan Luis Aróstegui, líder histórico del localismo, es la más crítica que se puede escuchar. “En un país democrático no existe el incumplimiento de la ley por consenso, que es lo que parece que está pasando en Ceuta con el asunto de la expulsión de los menores: quienes se desgañitan a diario exigiendo el cumplimiento de la ley, hoy callan, como quienes reclaman para si todos sus derechos. Este es un esperpéntico 'Fuenteovejuna”, ha lamentado, “contra los más vulnerables”.

La ciudad, “en un suspiro” desde que vio entrar irregularmente a hasta 90 marroquíes por minuto en los peores momentos de la avalancha consentida o instigada por Marruecos del 17 al 19 de mayo (pasaron hasta un total de 12.000 de los que se calcula que un 25% siguen en territorio español), ha recibido como un alivio el inicio de las devoluciones de menores. Poco o nada parece importar el mar de dudas sobre si se están cumpliendo los requisitos y procedimientos legales o no, como han denunciado o dejado entrever desde el Defensor del Pueblo hasta la Fiscalía, pasando por multitud de oenegés (entre ellas dos locales, Maakum y Elín) y el Ministerio de Derechos Sociales.

El Ejecutivo regional del PP; el PSOE, que lo sostiene desde la oposición y dirige la Delegación; y Vox, que ganó las últimas elecciones generales en la ciudad, han coincidido por primera vez públicamente en algo: esto es bueno. El resto de partidos con representación institucional (MDyC y Caballas), no han piado. “Los hechos han demostrado que sí se podía hacer a pesar de los insultos que recibíamos por solicitarlo: antes se escudaban en una legislación que, como se ha podido comprobar, no era impedimento”, se ha “congratulado” por la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez el líder local de la ultraderecha, Juan Sergio Redondo.

Para los socialistas, el inicio de las devoluciones de menores ha sido la prueba de que en su partido “trabajamos para dar soluciones a los problemas que afectan a Ceuta, y ahí están los resultados”. En el Gobierno de Juan Vivas valoran no solo lo tangible de reducir, aunque sea poco a poco, el número de menores extranjeros bajo su tutela, sino también que Rabat haya aceptado por vez primera tratar a la ciudad “como a cualquier otra parte de España” e incluso que consejeros del Ejecutivo pudiesen iniciar el miércoles de la semana pasada a una reunión “de alto nivel” con funcionarios del país vecino en la que se cerraron los pormenores del operativo.

La celebración de aquella cumbre motivó, cuando se enteró de la misma la Fiscalía especializada de Ceuta, la apertura de unas diligencias de protección de menores a las que la Delegación ni ha respondido y sobre las que la consejera de Presidencia local, Mabel Deu, ha informado de que solo fue “una toma de contacto”. El Ministerio Público y el Servicio de Protección a la Infancia de la Ciudad, cuyos técnicos han sido orillados de todas las gestiones, son mirados ahora con el máximo recelo por quienes temen que tarde o temprano las devoluciones paren o sean suspendidas por orden judicial.

Por parte del Gobierno de Ceuta ha sido Deu la que, junto a sus directores generales de Protección Civil y Asuntos Generales, Víctor Ríos y Francisco Pérez Hita, ha tomado directamente las riendas de las expulsiones. La Ciudad ha asegurado que de las mismas se eximirá a los menores “vulnerables”, pero las organizaciones como Save The Children encargadas de conocer sus perfiles a través de entrevistas personales no han podido verse todavía ni con la mitad de los acogidos. Nadie sabe tampoco cómo ha hecho Interior la lista de los 150 primeros que serán repatriados. 

“El que no esté contento, que se los lleve a su casa”, es el mantra más popular en una ciudad en la que los niños migrantes solos se han convertido en diana habitual, especialmente tras el éxito electoral de la extrema derecha, que desde mayo ha intentado sin éxito presentar dos sucesos como ataques de foráneos a la población local para caldear todavía más los ánimos. 

La mayoría, “a Marruecos nada” o “volveremos”

Al ritmo de 15 retornos por día que ha impuesto Marruecos (que hasta ahora jamás había aceptado repatriar menores no acompañados desde Ceuta o Melilla, cuya soberanía ambiciona), la devolución de los 750 niños y adolescentes que acoge la administración local en un polideportivo y varios campamentos de módulos prefabricados se prolongará dos meses. “Ahora se los llevan, pero avisan que 'volveremos”, han advertido trabajadores que los atienden a diario.

En el puerto, alrededor de los supermercados donde decenas piden alimento o limosna de la mañana a la noche, no quieren ni oír hablar de su patria. “A Marruecos nada, estamos aquí para buscar la vida”, despachan al periodista. El inicio de las repatriaciones ha devuelto a decenas a las escolleras y los asentamientos ilegales que todavía proliferan por la periferia, pero fuentes del Ejecutivo local insisten en que han sido “menos” de las esperadas y en todo caso no “masivas”.

El rechazo a volver es mayoritario, pero no exclusivo. Rabat, que desde mayo había bloqueado un puñado de reencuentros entre menores que deseaban volver a su país y progenitores que deseaban recuperarlos -la inmensa minoría, y únicamente consentía la vuelta de adultos- también ha flexibilizado las condiciones en las que abre sus puertas de la frontera, cerrada por la pandemia desde marzo del año pasado. Lo pudo comprobar este domingo Mohamed, de 17 años, que con su madre “enferma” se acercó al Tarajal para regresar tres meses después a casa. Aunque ni la Guardia Civil pensaba que lo consiguiese, al final lo logró.

Pocos minutos antes habían hecho lo mismo una mujer con otro chico al que no quería dejar “en la calle” en la ciudad, adonde han vuelto decenas de los jóvenes acogidos por la administración para intentar eludir su retorno forzado. Ambos accedieron a Ceuta en mayo y regresaban frustrados de no haber encontrado el sueño de prosperidad que buscaban, tal y como explicaron al agente que los recibió con idéntica estupefacción al otro lado de la valla, para cuya reapertura todavía no hay fecha. “Aquí se vive muy bien con la frontera cerrada”, ha advertido la delegada del Gobierno, Salvadora Mateos.

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