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“Las instituciones europeas creadas en los últimos diez años hacen más fuerte al neoliberalismo y fortalecen la posición hegemónica de Alemania”

El economista Costas Lapavitsas.

Aldo Mas

Costas Lapavitsas (Tesalónica, 1961) fue uno de los referentes en materia económica del partido izquierdista griego Syriza, del que fue diputado hasta que dejó la formación para dedicarse a la enseñanza en Londres. Es profesor de Economía en la Universidad de Londres, desde donde escribe para el diario The Guardian y mantiene una mirada muy crítica, desde un posicionamiento de izquierdas, sobre la Unión Europea (UE).

Su último libro, The Left Case Against the EU (Ed. Polity, 2019) o 'La argumentación de la izquierda contra la UE', describe el proyecto europeo como una realidad institucional convertida en una herramienta del capitalismo alemán. Esto explicaría, entre otras cosas, el inmovilismo del país de Angela Merkel ante las propuestas de reformas que llegan a Bruselas de parte del presidente francés, Emmanuel Macron.

“Las instituciones y los organismos europeos creados en los últimos diez años son instituciones que hacen más fuerte al neoliberalismo y que fortalecen las posiciones hegemónicas de Alemania”, dice Lapavitsas en esta entrevista con eldiario.es, aludiendo especialmente a los mecanismos anticrisis creados tras los problemas vividos en la zona euro hace ya casi una década. “Lo que ha pasado constituye una lección: la UE no se puede reformar”, según Lapavitsas.

Se habla mucho de un tiempo a esta parte del euroescepticismo que profesan los partidos de ultraderecha en Europa. Pero también existe una crítica a la UE desde la izquierda. Por ejemplo, la que usted formula en su libro. ¿En qué se diferencian estas dos críticas?

No hay nada en común entre la crítica a la UE que viene de la izquierda y la que viene de la derecha. Yo critico a la UE por lo que implica para las condiciones sociales de los trabajadores y la gente pobre, por lo que implica para la desigualdad y lo que significa para el capital frente al trabajo. Yo defiendo la soberanía y la democracia para lidiar con estos asuntos. La derecha, sin embargo, está robando algunas de estas ideas, presentándolas como propias. Pero en la derecha no están en contra de las negativas implicaciones sociales de la UE.

La critica a la UE es algo genuinamente de izquierdas, no de la derecha. Tradicionalmente, los grandes críticos de la UE han estado en la izquierda. En términos históricos, esto ha sido así tanto en la Europa continental como en el Reino Unido. En la izquierda ya había críticos a la idea de la Unión Europea cuando Europa era básicamente una alianza de países socialdemócratas o países en los que la socialdemocracia era muy fuerte. Me refiero a los años 60 ó 70. Pero cuando la UE se convirtió en algo neoliberal, en los 80, 90 y los 2000, en la izquierda europea muchos se enamoraron de ese proyecto europeo. Esto es una paradoja histórica de primer orden.

Usted fue diputado de Syriza en Grecia, un partido que en su día fue muy crítico con la UE. Hay otros partidos de izquierda en Europa que han criticado la deriva neoliberal del proyecto europeo, como Unidas Podemos en España o La France insoumise en Francia o Die Linke en Alemania. ¿Qué cree que ha pasado con la crítica de estos partidos a la UE?

Todos estos partidos son muy diferentes. Creo que su relación con la UE es muy diferente. Syriza fue muy critico pero al final esa crítica quedó comprometida con la UE. Die Linke es muy europeísta y sobre Unidas Podemos no puedo hablar realmente. En general, yo veo que todos esos partidos muestran una debilidad común que es que, aunque la crítica original a la UE venga de la izquierda, en la izquierda ha habido un giro hacia una posición afín al proyecto de la UE. En mi opinión, un partido genuinamente de izquierdas rechazaría la UE y lucharía por crear instituciones en Europa que posibilitaran la lucha del mundo del trabajo contra el capital.

Usted plantea que la UE se ha convertido en un instrumento del capitalismo alemán. ¿A qué se refiere?

Incluso en Alemania o Francia, países que son el corazón de la UE, donde están los grandes bancos y los grandes negocios, la UE no favorece al trabajo en su relación con el capital ni los derechos democráticos de los trabajadores. Pero, además, la UE se ha convertido en una construcción donde no hay convergencia entre países. Lo que ocurre es lo contrario. Hay ahora muchas periferias en la UE, siendo Alemania el país hegemónico. La gran industria de Alemania y el mundo de los negocios alemán son ahora fundamentales en la UE.

¿Qué ha causado esa hegemonía alemana?

Cuando uno mira al mundo, uno reconoce que Estados Unidos sigue siendo el poder hegemónico. Este poder viene de su propia potencia económica, de su poder socio-político, porque ha conseguido crear un cierto número de instituciones globales como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. Con ellas, la hegemonía de Estados Unidos se puede establecer y proteger.

En Europa, sin embargo, la hegemonía alemana no se manifiesta de esa manera. El capitalismo alemán no es lo suficientemente poderoso. No crea ni instituciones ni mecanismos para dar lugar a esa hegemonía. Lo que hace es crear su poder económico a través de las instituciones existentes de la UE. Alemania debe respetar las reglas de la UE y el europeísmo porque es el modo en que mantiene su poder.

Usted afirma que la salida que se dio a la crisis del euro ha redoblado el carácter neoliberal de la UE, con herramientas como el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). ¿No es así?

Así es. Lo que se ha conseguido es fortalecer al neoliberalismo y la hegemonía de Alemania a través de las instituciones europeas. Las instituciones y organismos europeos creados en los últimos diez años son instituciones que hacen más fuerte al neoliberalismo y que fortalecen las posiciones hegemónicas de Alemania. Lo que ha pasado constituye una lección: la UE no se puede reformar.

En 2010, cuando empezó la crisis, muchos dijeron que había que reformar la UE, planteando crear eurobonos, un gran presupuesto común, o mecanismos que transfieran recursos de los países ricos a los países pobres, entre otras cosas. Pero nada de eso se ha producido. Todas las reformas que se han producido han fortalecido al régimen previo. Las reformas en la UE no pueden tener lugar en beneficio de los trabajadores. Esto es algo que la izquierda parece no querer aprender.

Entonces, iniciativas políticas como la de su ex-compañero de partido Yanis Varufakis, el movimiento DiEM25, ¿No tienen razón de ser?

Creo que lo que Yanis Varufakis está tratando de hacer es imposible. Es una repetición de lo que él y otros trataron de hacer en sus días en Syriza. Cuando Varufakis era ministro de Finanzas, cuando entonces se presentaba a Varufakis como un “radical”, su argumento era quedarse en la Unión Económica y Monetaria de la UE pero con cambios y reformas democráticos para así mover a la UE en otra dirección. Esa fue la lógica con la que Syriza llegó al poder, pero, en semanas, la UE acabó con esos planteamientos en sus negociaciones con el Gobierno griego.

Volvamos al poder alemán. Para muchos observadores, Alemania no cuenta en modo alguno con un proyecto europeo o con algo similar a las propuestas de mayor integración que formula en París el presidente francés Emmanuel Macron. ¿Qué opina usted de esta pasividad?

Hay que entender la relación entre Francia y Alemania y la naturaleza de la hegemonía alemana yendo más allá de lo que ha pasado en Europa en los últimos años. La unión monetaria de la UE dio como resultado que Alemania emergiera como poder hegemónico en Europa. Pero esa unión monetaria no fue diseñada por Alemania. En realidad, la diseñó Francia, el país que más quería el euro. En los 80 ó 90, Francia aparecía como el líder de Europa con ese proyecto, que estaba destinado a someter a Alemania. Pero la realidad supuso otra cosa.

Cuando el euro fue implementado, los mecanismos de la unión monetaria estuvieron en gran parte determinados por Alemania, el Bundesbank y otras instituciones alemanas. Así, se logró favorecer la competitividad alemana. Todo esto no es algo que pensaran los alemanes en su día, pero no tardaron en darse cuenta. Ahora tienen todo el interés en mantener las cosas como están. Alemania sabe que la Unión Monetaria de la UE le favorece, y quiere mantenerla tal y como es pese a que es problemática y pese a las intenciones de Macron.

Se dice que el país de Angela Merkel es un “país hegemónico reticente”, según la célebre expresión del semanario The Economist.The Economist

De Alemania, como de cualquier país hegemónico, se podría esperar que ofreciera un relato, un marco ideológico o una suerte de esperanza para el resto. Pero Alemania no logra hacer esto y es por la historia del país y porque, como le decía, la hegemonía alemana emerge de los mecanismos de la UE.

Si se dijera claramente en Europa vamos a hacer esto porque los alemanes quieren que así sea, habría que esperar mucho para que eso ocurriera. Bueno, no ocurriría nunca. Aún así, el poder en la UE no está en París, ni en Bruselas, está en Berlín. Macron puede hablar mucho para Europa, pero en su país está aplicando leyes que Alemania está pidiendo. Me refiero a los cambios en la legislación laboral, la reducción de salarios, las pensiones o la transformación del sector público.

Esa agenda política, o algo muy parecido, también se ha implementado en España en los últimos años con el gobierno conservador de Mariano Rajoy.

Así es, lo que es cierto para Francia lo es también para España. Alemania también ha surgido como líder económico en Europa a través de la opresión de sus trabajadores. En su momento bajaron mucho los sueldos y se deterioraron las condiciones de trabajo. Esas reformas aplicadas en Alemania [a través de la Agenda 2010 del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder] ha creado una cierta ideología alemana según la cual: “nosotros alemanes hicimos esos esfuerzos y tuvimos éxito, el resto tiene que hacer lo mismo”.

Esto se ha convertido en una creencia compartida ahora en toda la UE. Es algo muy problemático. Económicamente, en términos teóricos, es incorrecto. En una unión monetaria sólo un país puede hacer algo así. Uno no puede replicar lo que ya se ha hecho. Además, este supuesto obliga a la austeridad en otros países.

De Grecia, su país, al igual que España o Italia, se dice que pertenece a la periferia del sur de Europa. En su libro, usted recuerda que hay otras periferias, como la periferia central, formada por los países que están alrededor de Alemania. ¿Qué papel juegan estos países en la hegemonía alemana?

La UE está creando divergencias, no convergencias. Esa periferia central es muy importante para Alemania porque está integrada en la cadena de producción industrial germana. Aporta a Alemania bienes que utiliza en su industria, también facilita una mano de obra barata y es, en suma, parte de su estructura productiva, algo que nunca será la periferia sur de Europa. Países como España o Grecia nunca serán eso. Ahora mismo son países condenados a otro tipo de existencia en la periferia. Pero tampoco a esa periferia central le va muy bien. Ha quedado dependiente de Alemania y cualquier recesión alemana le afectará más.

¿Qué análisis hace usted del brexit?

El brexit es, al mismo tiempo, algo importante y ridículo. Importante porque muestra que hay un descontento popular con la UE y con el neoliberalismo. Pero también muestra que un país tan importante como el Reino Unido, una antigua potencia imperial, no puede actuar para salir del todo de la UE. Esto está ocurriendo porque las grandes empresas y en concreto, el centro financiero que es Londres, no quieren el brexit. Los grandes negocios del neoliberalismo británico quieren estar en Europa y odian el brexit.

Paralelamente, el brexit ha causado una crisis política sin precedentes, y la izquierda está totalmente confundida. En lugar de aprovechar el brexit y proponer una transformación radical en favor de los trabajadores y la democracia, la izquierda está desaparecida en ese debate sin sentido sobre salir o quedarse en la UE. Esto causa confusión y hará a la izquierda pagar un precio muy caro.

¿Se refiere al resultado de las próximas elecciones europeas?

No es una sorpresa que al Partido Laborista le vaya ahora tan mal en las encuestas. También en el Reino Unido a la izquierda le cuesta tomar una posición clara sobre la UE. Pero yo no soy pesimista. Creo que las cosas pueden mejorar y, por otro lado, no creo que los argumentos de la ultraderecha vayan a ser muy persuasivos. Hay motivos para tener esperanzas en el futuro. Pero también es cierto que Europa ha sido llevada en una dirección muy difícil debido a la UE.

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