El coste económico y mental de opositar en pandemia: “Mi examen lleva diez meses de retraso”

Analía Plaza

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Ana Isabel Rodríguez es de Sevilla, tiene 27 años y oposita para ser auxiliar administrativa en la Junta de Andalucía. Estudia desde 2017. “A la convocatoria de ese año no me presenté. La siguiente salió en noviembre de 2019. El examen iba a ser en mayo de este año: se retrasó con la pandemia, salió una fecha para octubre, se volvió a retrasar, salió otra para noviembre, hubo un repunte de contagios, lo aplazaron y la última noticia que tenemos es que será el 21 de febrero. Van diez meses de retraso”, comenta. “Al principio lo vi como oportunidad para ponerme al día, pero quiero hacerlo ya porque tengo un gran agotamiento físico y mental. Opositar es una carrera de fondo. Levantarte y no saber si podrá haber el examen es horrible”.

A Francisco Sevilla, de 38 años, le pasó algo similar. Aprobó una oposición para auxiliar administrativo del Estado en octubre del año pasado. Le dieron la nota en julio, después del confinamiento, y hasta esta semana no han salido los destinos. En ese impás —no tan extraño, haya pandemia o no— decidió prepararse otro examen para auxiliar de la Junta. “Para no aburrirme en el confinamiento, porque el temario era similar y porque eso me garantiza quedarme en Andalucía”, explica. Confía en estar en su destino (probablemente, Madrid) para cuando sea el examen, el mismo que el de Ana Isabel.

“Intentaré venir y hacerlo porque ya me he machacado. Pero mi mente está agotada y no mantengo el ritmo. Me está afectando psicológicamente: no veo futuro”. Hasta que las fechas se aclaren, aguanta en el piso en el que vivían sus padres cobrando el ingreso mínimo vital.

2020 ha sido un año convulso para el empleo público. La oferta de 2019 fue la mayor de la última década, con 33.973 plazas, pero muchas convocatorias han quedado retrasadas hasta 2021 o se han aplazado sin fecha. A eso se suma la avalancha de nuevos opositores, de las miles de personas que ante la incertidumbre económica deciden probar suerte en la administración. La oferta pública de empleo de 2020 también es generosa: 28.055 plazas, sin contar las de Guardia Civil (2.154) y Policía (2.366).

“Todos los opositores deben ser conscientes de la incertidumbre. Nunca hay garantía de en qué fechas se celebran los exámenes, es muy aleatorio. Pero la pandemia lo multiplica”, explica Jonathan García, CEO de OpositaTest, una plataforma para hacer exámenes online. “La desinformación es absoluta. Y no es que te paralicen con un horizonte, es que no sabes si será mañana, dentro de un año... Esa incógnita impide centrarse. ¿Y cómo informa la administración? Pues como puede”.

Su web avisa a los usuarios de los cambios de fecha para que puedan centrarse en estudiar, así que García viene siguiendo el vaivén de los últimos meses. “Entiendo que, en esta situación, las administraciones están apagando fuegos. ¿Es una crítica? Sí”, añade. “Aunque no sea el mejor momento para echarles la culpa, tienen a toda esta gente pendiente. Que expliquen cuáles son los planes”.

Casos de aplazamientos hay muchos. Las oposiciones a maestro de primaria, por ejemplo, se han retrasado a 2022 en comunidades como Madrid para que coincidan con las de otras autonomías. Las de secundaria están aplazadas al año que viene o sin fecha en casi todas las comunidades. Correos tenía previsto hacer los exámenes en otoño y el coronavirus lo impidió, pero al menos ya han abierto las instancias. Se han inscrito 150.000 personas para cubrir 3.381 plazas, algo menos que el año pasado, cuando se presentaron 166.000 personas para 4.005 puestos. El sindicato CSIF asume que, en contexto de crisis, las solicitudes aumentarán en los próximos años y demanda que Correos amplíe la oferta.

“Ahora necesitamos la autorización sanitaria. Dar una fecha sería generar una falsa expectativa”, apunta Óscar Venteo, portavoz del CSIF en la empresa pública. “Pero estamos expectantes: se ha jubilado mucha gente, crece la paquetería y hacen falta nuevos perfiles”.

Pese a las dificultades que implica juntar a miles de personas a hacer un examen en plena pandemia, algunas convocatorias han encontrado solución. Por ejemplo: el Ministerio de Función Pública aprobó el pasado mes de octubre el Plan de Descentralización. Era un compromiso de legislatura, recalcó la ministra de Función Pública, Carolina Darias, que el COVID-19 aceleró. Lo estrenaron los opositores al Cuerpo Superior de Administradores Civiles, que por primera vez se realizaron desde 23 centros de toda España.

También las pruebas físicas para la Policía Nacional —uno de los cuerpos en los que más plazas se convocan cada año— de 2020 se celebraron en ocho sedes distintas (Castellón, León, Ávila, Madrid, Jaén, Sevilla, Palma de Mallorca y Las Palmas de Gran Canaria), cuando antes eran solo en Ávila y las islas. En Castelldefels, 850 aspirantes a policía local se examinaron en un parking al aire libre vigilados por un dron.

Más meses gastando y sin cobrar

Al desgaste mental que supone no tener fecha de examen se suman los costes económicos de estirar la oposición. Las academias cuestan entre 50 y 100 euros al mes. Y las horas de estudio no permiten compatibilizar con un trabajo a jornada completa que cubra el resto de gastos: alquiler, suministros y manutención.

Alejandro Abellán, un joven madrileño de 32 años que oposita para bombero de la Comunidad, tiene una receta clara. “Trabajos de mierda. Es así. Tú no puedes tener una jornada de ocho horas, estudiar otras ocho y entrenar cuatro más”, dice. Estudia desde 2016, se ha presentado una vez y la próxima convocatoria será “probablemente” en 2023. “La pandemia me ha desestabilizado: tenía una rutina, iba a una biblioteca y trabajaba en una discoteca. Todo muy estructurado. Pero no es más que una piedra en el camino. Esto es muy duro y tienes que mentalizarte. Si no, estás fuera”.

Nita, opositora alicantina a policía nacional, iba a presentarse este año. Pero el coronavirus truncó su plan. “Durante el confinamiento no pude entrenar. Hay tres pruebas: las dominadas y el circuito, que en casa se pueden hacer bien, y la carrera. No me veía preparada. Además, presentarme era un coste añadido: el viaje a Castellón y la prueba PCR o de antígenos que exigían”, cuenta. Todo suma unos 200 euros, que prefirió no desperdiciar. Estudiará un año más, alargando el momento de empezar a cobrar. “Me hice un colchón trabajando durante la carrera y puedo continuar gracias al apoyo de mi familia: mi pareja trabaja y muchos días comemos en casa de mi madre”, añade.

Streaming para compartir las penas

Con las academias y bibliotecas cerradas, la pandemia ha modificado los hábitos de estudio de los opositores y ha trasladado una parte a la red. Nita dejó la academia, empezó a estudiar en casa e, inspirada por el youtuber Jaime Altozano, montó una sala de estudio en Twitch, una red social de vídeos en directo.

“Con el confinamiento dejé de hacer deporte y perdí la rutina. Cuando quise volver, no me apetecía nada. Vi que Jaime sacó una sala de trabajo y recuperé las ganas de estudiar”, continúa. “Como él solo lo hace por la tarde, me planteé hacerlo por la mañana. Me pone una obligación y ayuda a otras personas, casi todas opositoras”.

El concepto, muy extendido en el mundo de los videojuegos, es el siguiente: el streamer se conecta con su cámara encendida y los espectadores interactúan a través del chat. En el caso de las salas de estudio, como la del Altozano o Nita, la idea es establecer bloques de estudio y charlar en los descansos. Los opositores estudian así en compañía, aunque estén cada uno en su casa.

David Fuentes, fundador de la academia de oposiciones Bombero Ninja, ha hecho algo similar. “Las bibliotecas están cerradas y a mí me gusta hablar mucho con opositores, vayan para bomberos o no. Inspirado en Jaime, monté este Twitch. La experiencia está siendo muy chula”, cuenta. Fuentes ya aprobó su oposición, así que anima y acompaña a terceros a través del canal. “Mi oposición se retrasó cuatro meses, pero los que ahora van para bomberos de la Comunidad llevan más de un año. Eso es demencial. La oposición ya crea mucha ansiedad y si se alarga tanto lo dificulta todo muchísimo”, concluye. “Ya se lo he dicho muchas veces: esto no lo ha pasado antes ninguna generación”