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El fracaso de la fusión de los dos grandes canales de televisión reabre la guerra por el control de los medios en Francia

Instalaciones del canal francés M6.

Amado Herrero

París —

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Un año y medio de discusiones que han mantenido en vilo al sector audiovisual francés. El proyecto de fusión entre TF1 y M6 -primera y tercera cadena del país- ha durado dieciocho meses, antes de que las exigencias de la Autoridad de la Competencia francesa (ADLC) les llevasen a abandonar la operación. En un informe presentado a las partes durante el verano, el organismo regulador ya exponía los riesgos inherentes a la unión de los dos grandes grupos: posición de dominio sobre el mercado publicitario (que ascendería a un 70%) y en la difusión, además posibles conflictos en la adquisición de derechos de autor.

Riesgos que finalmente han pesado más que los argumentos de ambas partes, que abogaban por la creación de un gigante francés del sector audiovisual para competir contra las grandes plataformas de contenido estadounidenses. El proyecto comenzó a gestarse en mayo de 2021 cuando Bertelsmann (propietario alemán del grupo RTL, dueño a su vez de los canales de M6) anunció una negociación exclusiva con el primer grupo francés de televisión privada, TF1. El interés nacional, anunció M6, era el factor clave de la elección; la única vía para contrarrestar el dominio que la publicidad selectiva otorga a Disney, Netflix o Amazon, así como su ventaja en el mercado de los derechos de autor, que les permite acaparar las mejores obras y creadores.

“Es cierto que hoy, el sector audiovisual está experimentando un cambio muy fuerte, las televisiones nacionales basadas en la publicidad deben reinventarse si quieren sobrevivir”, explica Valery Michaux profesora de Estrategia, Prospectiva e Inteligencia Económica en el Neoma Business School de París. “Algunos como Amazon, por ejemplo, suponen amenazas todavía más graves a largo plazo; ha adoptado un modelo híbrido de metaplataforma SVOD (Video on demand) y TVOD (Television on demand), que proporciona acceso a los canales de televisión de pago. En Francia ya ha adquirido los derechos de transmisión de la liga de fútbol, los de Roland Garros, etc”.

La cuestión es qué forma van a adoptar esos cambios. TF1 y M6 han defendido el interés de crear un campeón francés capaz de rivalizar con los operadores estadounidenses. Un argumento que los detractores de la fusión han señalado como ilusorio: la programación de TF1 en 2021 costó 981 millones de euros, la de M6, 516 millones. Muy lejos de 17.000 millones de dólares que Netflix invierte en contenidos para su plataforma. “La alianza entre los actores de la televisión no me parece la mejor solución para resistir las disrupciones del sector”, opina Michaux. “Cada empresa tendrá que pensar en su posicionamiento, su valor añadido y considerar su intersección con otros sectores de actividad. La tecnología, por ejemplo. Porque encontrar el socio adecuado, en el sector adecuado, para crear sinergias complementarias, es una cuestión de innovación”.

Pese a las críticas que suscitó el anuncio, la idea de la fusión fue bien recibida por el Gobierno francés. “Necesitamos grupos fuertes en el sector audiovisual privado que ofrezcan programas gratuitos de calidad”, declaró Roselyne Bachelot, titular entonces de la cartera de Cultura. También el presidente de la Autoridad Reguladora de la Comunicación Audiovisual y Digital se pronunció a favor. Más prudente, el ministro de Economía, Bruno Le Maire, consideró “legítimo” el proyecto de fusión.

Condiciones de competencia

Pero, pese al favor del Gobierno, el informe que los servicios de investigación que la Autoridad de la Competencia (ADLC) envió en julio a las partes marcó una línea roja: para llevar a cabo la fusión, TF1 o M6 debían separarse de uno de los dos grandes canales. Estableciendo un paralelo con el mercado español, la petición equivale a que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia hubiese impuesto a Atresmedia desprenderse de La Sexta o Antena 3 como condición para su fusión, o a Mediaset abandonar Telecinco o Cuatro.

A lo largo de este año ambos grupos han desplegado argumentos para vencer las reticencias de la ADLC. Por ejemplo, para esquivar los problemas que causaría que un grupo domine el 70% del mercado publicitario, TF1 y M6 reclamaron desde el principio que la Autoridad de la Competencia ampliase su análisis del “mercado de referencia”, para que incluyese no sólo la publicidad en televisión sino también la publicidad en línea, lo que reduciría considerable el porcentaje.

Así, en agosto TF1 y M6 enviaron una serie de medidas a la ADLC para contrarrestar las objeciones: se propuso mantener separados los departamentos de publicidad durante tres años y se evocó la posibilidad de vender varios de los canales menores de los grupos. A principios de mes se organizaron las últimas audiencias con los máximos responsables: Thomas Rabe, por Bertelsmann, y Martin Bouygues, por TF1, que acudieron a exponer su caso ante los responsables.

Pero, tras escucharlos, los miembros del comité de decisión de la ADLC reafirmaron las conclusiones avanzadas en el informe: para ser autorizada, la futura entidad se desprendía de uno de sus buques insignia. Poco después se anunciaba el fin de las negociaciones. “Las partes concluyen que el proyecto ya no tiene ninguna lógica industrial”, declararon en un comunicado, en el que lamentaban que “la Autoridad de la Competencia no haya tenido en cuenta la amplitud y la rapidez de los cambios en el sector audiovisual francés”.

Concentración de los medios

A principios de año se puso en marcha una comisión en el Senado para examinar la cuestión sobre la concentración de los medios de comunicación en Francia. La posible fusión TF1-M6, junto con la absorción del grupo Lagardère por Vincent Bolloré, fueron los detonantes de la iniciativa parlamentaria. Ante ella desfilaron los grandes propietarios, entre ellos, muchos detractores de la fusión aprovecharon para denunciar la amenaza que suponía para el sector y acusaron a TF1 y M6 de ocultar las principales razones de la fusión: reducción de costes y posición de fuerza en el mercado.

Uno de los más críticos fue Xavier Niel, presidente del grupo de telecomunicaciones (Iliad), accionista del editor de las cabeceras Le Monde y L’obs, además de ser propietario de uno de los principales grupos europeos de producción audiovisual, Mediawan. Según el diario Les Echos, Niel estaría en conversaciones con MediaForEurope -antiguo Mediaset- para presentar una oferta conjunta por M6, ahora que el camino ha quedado libre.

No es el único pretendiente. Según el Wall Street Journal varios empresarios franceses, como el magnate del transporte marítimo Rodolphe Saadé, Stéphane Courbit, del grupo de producción televisiva Banijay o el inversor Marc Ladreit de Lacharrière estarían planteándose entrar en la puja. También Patrick Drahi, a la cabeza del imperio en las telecomunicaciones Altice/SFR, y Vincent Bolloré, patrón de Vivendi, que se opuso activamente a la fusión y que ahora está evaluando si vuelve a presentar oferta, como ya hizo el año pasado. Aunque, según el diario Le Monde, en la nueva carrera para adquirir el canal francés el mejor colocado sería el empresario checo Daniel Křetínský, jefe de Czech Media Invest (CMI, que ya posee varias cabeceras de prensa escrita en Francia).

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