De estar sin hogar a hacer de guía turístico en pleno corazón de Alemania
Klaus es un guía turístico como pocos. Vive en Berlín, y aquí se dedica a presentar a quienes le acompañan por las calles de la capital alemana los lugares de la ciudad más importantes para él. Klaus ha sido alcohólico. Ha pasado buena parte de su vida en la calle, sin hogar. En sus tours, Klaus enseña a quienes le siguen los lugares clave de sus días sin casa en Berlín.
“Mi trabajo consiste en hacer que las personas se den cuenta de los problemas que tienen las personas sin hogar. Porque la mayoría de la gente ve a las personas sin hogar pero no se pueden imaginar lo que es vivir en la calle”, dice Klaus a eldiario.es. “Me dedico a que las personas puedan abrir los ojos ante esta realidad, a que puedan ver los problemas que existen cuando se está en esta situación, desde la falta de medios económicos a la carencia de seguro médico”, asegura este hombre nacido en 1956 en Fráncfort del Óder, en tiempos de la extinta República Democrática de Alemania (RDA).
En Berlín hay 10.000 personas sin hogar, según los números de los que habla Klaus. No existen, sin embargo, datos oficiales al respecto. Otras estimaciones señalan la existencia de unas 37.000 personas que viven en la capital germana sin contrato de arrendamiento. En cualquier caso, en todo el país, pese a que Alemania cuenta con una robusta economía capaz de hacer de 'locomotora' económica para la Unión Europea, se estimaba en 2016 que había 860.000 personas sin un lugar para vivir que puedan llamar su “casa”.
“Pronto podría haber 1,2 millones de personas sin hogar”, es un titular de este año del semanario Die Zeit que aludía al problema de las personas sin hogar en Alemania.
En Berlín, “las personas sin hogar están muy presentes, porque cuando uno vive en Berlín, uno se cruza con gente sin hogar a diario, aunque es muy difícil que haya un diálogo con ellos: nunca se sabe sobre la situación de esas personas”, explica eldiario.es Dominika Szyszko, responsable de comunicación de la asociación berlinesa Querstadtein. “Existe mucho interés por este tema en la sociedad. Pero no existe mucha concienciación sobre lo importante que es saber cosas como por qué las personas sin hogar se encuentran en esa situación o cómo viven esas personas”, abunda.
La organización para la que ella trabaja se dedica, gracias a gente como Klaus, a “ofrecer una mirada nueva a la ciudad y también a explicar la problemática de lo que significa estar sin hogar”, según sus propios términos. En Querstadtein no hay que ver competencia directa para las empresas que hacen dinero con el turismo en Berlín, una de las ciudades de Europa más visitadas por turistas. En 2018 visitaron la ciudad 13,5 millones de personas, siendo 5,4 millones visitantes extranjeros. El turismo es uno de los pilares de la economía de la capital alemana.
Tours turísticos de concienciación social
Querstadtein, que es una organización sin ánimo de lucro, dirige sus tours a un público que busca formarse en la complicada temática de las personas sin hogar. Recurren a sus tours grupos de personas en formación en el campo del trabajo social, por ejemplo. También hay escuelas que ofrecen a sus alumnos este tipo de tours de concienciación social.
“Hay que encontrar formatos explicativos y de intercambio. Hay pocas plataformas y es difícil encontrar dinero que venga en apoyo de estas iniciativas”, subraya Szyszko. Para Klaus y los otros cuatro guías que vivieron años en la calle que ahora trabajan para Querstadtein, esta organización es una fuente de ingresos que se suma a las prestaciones sociales en las que se apoyan para mantenerse reinsertados en la sociedad.
“El sistema de ayudas alemán es bueno, pero cuando caes fuera es complicado reintegrarlo”, asegura Klaus. Él estuvo siete años sin hogar, entre 2002 y 2009. Lo empezó a perder todo por culpa del alcohol.
“Ahora llevo siete años sin probar el alcohol. Pero antes era alcohólico. Trabajaba en 2002 en la obra, como peón, y el trabajo me gustaba pero tuve problemas con mi jefe. Bebía y, llegado un momento, traté de huir de mis problemas. No podía resolver esos problemas y un día decidí romper con el lugar donde estaba y viajar a otra parte en Alemania, pero acabé en Berlín. Aterricé en un grupo de alcohólicos sin hogar”, recuerda Klaus.
“Pronto me di cuenta de que había olvidado que mi idea era irme a la otra punta de Alemania, pero me quedé un año con los alcohólicos, siempre teníamos algo que hacer, aunque había problemas, muchos relacionados con quién se bebe el último trago. Esos problemas se resolvían de forma violenta, y eso me llevó finalmente a alejarme de ellos”, añade.
Dinero a cambio de botellas
En el tour que realiza por la capital, este hombre comienza a hablar a quienes le siguen en el Spittelmarkt, una plaza histórica del centro de Berlín. Allí tenía Klaus sitio para dormir cuando lo encontró una familia alemana a la que él llama “un ancla salvadora”. “Esta familia me ayudó mucho, casi me adoptaron por así decir: me invitaban a comer los domingos, me trataron con respeto. Pero no me atreví a pedir más ayuda, que me ayudaran a salir de la calle”, cuenta Klaus.
Después del invierno de 2007 a 2008, en el que se vivieron temperaturas de menos 20 grados centígrados, Klaus se dijo que tenía que encontrar una solución a su situación. No podía seguir viviendo en la calle, entre otras cosas, con la mano tendida y recogiendo botellas de bebidas vacías para luego cambiarlas por dinero en el supermercado. “Dos botellas son un panecillo”, se llama el tour de Klaus. Ese nombre alude a lo que compraba al devolver dos cascos de bebidas.
En la Hausvogteiplatz, otra céntrica e histórica plaza de Berlín, Klaus cuenta las dificultades que entraña no disponer de dinero, de seguro médico o de la ayuda que prestan organizaciones sociales que se ocupan de los más desfavorecidos, como, por ejemplo, esa orden de franciscanos a la que recurrió en el distrito de Pankow (norte berlinés). En las instalaciones de esos religiosos, las personas sin hogar podían lavarse y lavar sus cosas dos veces por semana.
En Gendarmemarkt, también en el centro berlinés, Klaus cuenta cómo aprovechaba grandes citas culturales para pedir y conseguir botellas, además de escuchar algo de música. En la Gendarmemarkt se celebra un gran concierto con orquesta de música clásica todos los años que suena por las calles del centro de Berlín. Klaus lo llama uno de los 'highlights' de su tour. Éste acaba en el archiconocido Checkpoint Charlie, céntrico puesto de control fronterizo que en tiempos de la Guerra Fría separaba el este y el oeste de Berlín.
Dejar la calle y el alcoholismo
El principio del fin de la vida en la calle de Klaus se encuentra en frío invierno de 2007-2008. Por aquel entonces, “un amigo parado de larga duración que vivía en un gran apartamento me ofreció ayuda para vivir con él, algo que hice gracias también al propietario del apartamento que alquilaba”, rememora Klaus. “Este amigo casi que me forzó a resolver las cuestiones que tenía pendientes con la administración, como volver a tener un documento de identidad y pedir ayudas sociales”, abunda.
Así pudo empezar a reivindicar para él el reconocido derecho en Alemania a una vivienda, algo que en su caso se tradujo en vivir en centros de acogida durante varios años. En ese tiempo logró vencer su adicción al alcohol, con ayuda de especialistas y el apoyo de la familia que le “apadrinó” años antes. “Ahora mi situación es mucho mejor”, asegura Klaus. Sigue viviendo gracias a las ayudas sociales. Pero sus tours con Querstadteinson para él otra fuente de ingresos.
Entre sus planes de futuro está la jubilación, aunque primero tiene que someterse a una cirugía de bypass. Su salud también está fragilizada por una enfermedad pulmonar obstructiva crónica. Pero eso no impide que siga queriendo hacer tours por Berlín. “Cuando me jubile igual sigo haciendo los tours”, concluye.