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Un sindicato de inquilinos para promover otro tipo de viviendas en Alemania

Proyecto del Sindicato de Casas de Alquiler en Alemania

Aldo Mas

La unión hace la fuerza. El dicho cobra sentido en el mercado inmobiliario sabiendo de la existencia del Sindicato de Casas de Alquiler alemán (Mietshäuser Syndikat). Esta organización se dedica a hacer posible la adquisición de edificios destinados al alquiler para dejarlos al margen de la actual tendencia alcista de los precios de la vivienda en grandes ciudades como Berlín, Hamburgo, Múnich o Friburgo.

“Nuestra idea es que el terreno, el suelo, no debe ser un material de compra-venta y especulación”, dice a eldiario.es Jochen Schmidt. Él es uno de los 200 miembros activos del sindicato, que cuenta con un millar de miembros. Schmidt habla a este periódico antes de viajar a Barcelona. Desde allí han llamado al Sindicato de Casas para que presente su modus operandi a un grupo de vecinos en el barrio barcelonés de Sants.

“El principio de nuestro funcionamiento es que hay un grupo organizado de personas que se unen, sean 10 o los que sean. Se ponen en contacto con nosotros. Entonces, miramos con ellos las posibilidades que hay en el mercado, porque de lo que se trata es de adquirir un edificio, ya sea obra nueva o un edificio antiguo que, por ejemplo, esté vacío”, explica Schmidt.

El Sindicato de Casas, que tiene su sede en Friburgo (suroeste germano), se ha especializado en crear vías de financiación para este tipo de adquisiciones. Bajo su paraguas organizativo, es más fácil acceder a recursos financieros. Con ellos se puede recurrir a bancos en condiciones ventajosas, pero también a prestamistas privados que compartan las ideas políticas del sindicato de Schmidt y compañía.

“Nosotros nos ocupamos de elaborar el plan de financiación, para ello trabajamos también con autoridades y entidades públicas, incluyendo proyectos sociales”, aclara Schmidt. En sus proyectos suele haber espacio para la vivienda social, refugiados o personas necesitadas. En cualquier caso, una vez adquirido el edificio, las personas asesoradas por el sindicato pasan a ser los inquilinos. “El alquiler es entonces el modo que se tiene para devolver el préstamo al banco y a los prestamistas que han contribuido en el proyecto”, dice Schmidt.

Una vez devueltos los créditos, los inquilinos siguen pagando el alquiler, que pasa a las arcas del Sindicato de Casas, habilitándolo para poder lanzar nuevos proyectos. “Es una contribución solidaria”, según los términos de Schmidt. La organización cuenta 141 casas-proyecto sólo en Alemania, aunque también ha lanzado iniciativas en los Países Bajos y en Austria. Estos días Schmidt busca inspirar con el modelo del Sindicato de Casas en Barcelona.

Su organización ha conseguido en sus proyectos dos logros que a buen seguro interesan en esos mercados “inmobiliarios tensionados” de grandes urbes españolas como son Barcelona o Madrid. Esos logro son: uno, las casas son de la gente que vive en ellas; dos, los inquilinos pagan alquileres muy moderados.

En el “Lama”, uno de los proyectos levantados con ayuda del Sindicato de Casas en Friburgo, los inquilinos de sus trece apartamentos del edificio de obra nueva en el que viven pagan 6,7 euros por metro cuadrado, de acuerdo con las cuentas recientes que hacían habitantes de ese proyecto al diario alemán Süddeutsche Zeitung. Ese precio está muy por debajo del precio medio que se paga en la ciudad del suroeste germano (11,99€/m²).

Sólo en Berlín, ciudad que vive desde hace unos años una auténtica explosión del precio de la vivienda, el sindicato de Schmidt tiene 18 proyectos en marcha. En Hamburgo, a través del sindicato de Schmidt existe hasta un centro de talleres, el Patio de Artesanos de Ottensen, donde el espacio se alquila a 13,5 euros el metro cuadrado. Un total de 25 personas trabajan aquí evitando el caro precio del suelo de oficinas en la ciudad portuaria del norte alemán.

Cuando los inquilinos son los propietarios

“Económicamente, se podría decir que los alquileres de nuestros proyectos están congelados. Si suben, lo hacen poco y es por motivos asociados a gasto energético, agua o cosas así, o por renovaciones”, mantiene Schmidt.

Así, los proyectos del Sindicato de Casas están liberando conscientemente espacio habitable del mercado inmobiliario, que en Alemania presenta precios al alza. “Cuando en uno de nuestros proyectos se compra el edificio, se garantiza que no habrá venta. En general, el precio de los alquileres sube en el mercado porque los edificios se compran y se venden, y claro, cada vez son más caros. Es un círculo infernal. Nosotros planteamos salir de ese círculo, porque en nuestros proyectos se mantiene el compromiso de que el edificio se quedará en manos de los inquilinos”, según Schmidt.

Él es, sin embargo, realista. No cree que las iniciativas de su organización, que ha permitido encontrar soluciones de vivienda a unas 5.000 personas, pueda hoy por hoy cambiar la deriva del mercado inmobiliario. “Somos demasiado pequeños como para tener un impacto en el mercado inmobiliario”, asegura.

Otra cosa es que, a medida que crece la preocupación por la carestía de la vivienda, soluciones como la de este sindicato generen interés. Grandes medios generalistas parecen ahora en Alemania descubrir la solución de Schmidt y compañía. Los partidos políticos por ejemplo, se han acercado en alguna ocasión al sindicato. “Los partidos se muestran interesados antes de las elecciones, pero después de las elecciones dejan de estarlo”, apuntan desde el Sindicato de Casas.

Schmidt, además , se muestra muy escéptico con las iniciativas políticas implementadas en Alemania de un tiempo a esta parte para tratar de frenar el alza de los precios del alquiler, ya sea a través de medidas como ley de “freno al precio del alquiler” o la que más recientemente se viene planteando en Berlín. A saber, parar en seco el alza del precio por cinco años. “Eso son medidas cosméticas. No resuelven el problema, que viene de algo muy sencillo y es que no se debería comerciar con las casas de la gente”, sostiene el miembro del Sindicato de Casas.

Al margen de esas tentativas, y de la sistemática violación de los textos internacionales que reconocen el derecho a una vivienda adecuada como ocurre en la mismísima Declaración Universal de los Derechos Humanos, Schmidt y compañía van a seguir concentrados en sus proyectos de declarada inspiración anarco-sindical.

“Sí, en documentos internacionales se afirma que existe el derecho a la vivienda. Pero eso sólo no funciona, no basta afirmar algo en un documento internacional si luego éste no se aplica. Por eso hemos lanzado esta iniciativa del sindicato. Es más fácil hacer esto: comprar un edificio de viviendas y ocuparse de él, vivir en él, y no pensar en venderlo”, concluye Schmidt.

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