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La inflación bajará con fuerza en marzo por comparación con la extraordinaria escalada de la energía de hace un año

La bonificación a los carburantes fue retirada por el Gobierno al cierre de 2022.

Daniel Yebra / Raúl Sánchez

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La inflación general bajará con fuerza en marzo por comparación con la extraordinaria escalada de la energía de hace un año. El IPC (Índice de Precios de Consumo) podría reducirse incluso en varios puntos, desde el 6,1% de febrero. Las subidas de precios en tasas interanuales se verán totalmente distorsionadas por los saltos que provocó la invasión rusa de Ucrania en el gas, los carburantes y la electricidad, y los expertos recomiendan vigilar la variación mensual “hasta que pasen los meses influenciados por este efecto base”.

Los productos energéticos se dispararon un 60,9% en marzo de 2022 respecto a marzo de 2021. Un avance histórico, el mayor desde la crisis del petróleo de los 70, precedido por otro del 44,3% en febrero, otro del 33% en enero y, antes, por el 21,2% de media en el conjunto de 2021. Aquel dato de marzo del año pasado fue el pico de una crisis energética con mayúsculas, que poco a poco se iba a extender por prácticamente toda la cesta de consumo durante el año, a medida que las empresas han ido trasladando el encarecimiento de estos costes energéticos a los precios de venta, que se han traducido en altos beneficios.



Aquel pico de los precios energéticos dejará inservible para el análisis económico el IPC interanual de marzo de este año. Distintas previsiones lo sitúan por debajo del 4%, pero solo se tratará de un espejismo estadístico. El coste de la vida seguirá sin dar tregua, como se observa en los gráficos. Y esta realidad que esconderá el efecto base de la inflación se verá tanto en el IPC subyacente, que excluye de su cálculo precisamente la energía y los alimentos frescos, como en la variación mensual de los precios.



La inflación subyacente

“Los datos agregados tienen esto. La inflación subyacente al menos te corrige este error [el efecto de la energía]”, observa Albert Recio, profesor de Economía Aplicada en la UAB y miembro del Consejo Científico de Attac España.

El IPC subyacente da una visión más estructural de la inflación porque “elimina los elementos más volátiles (energía y alimentos no procesados) que se pueden ver afectados por fenómenos meteorológicos o conflictos geopolíticos, por lo que esta medida refleja mejor el coste de la vida”, añade María Romero Meléndez, analista de Afi. “Si bien es cierto que algún elemento que se incluye en la subyacente también se ve afectado por estos fenómenos, como es el caso del aceite de oliva, cuya producción depende de la evolución del clima”, continúa.

La inflación estructural o subyacente supera a la general desde diciembre en tasas interanuales porque, mientras la energía ha caído o ha moderado los ascensos en los últimos meses respecto a los mismos meses del año pasado, los productos en los supermercados, los precios en los restaurantes, en las tiendas de ropa o en los almacenes de muebles han cogido el relevo y han aumentado con fuerza.

De esta manera, el 7,7% en el que alcanzó un récord el IPC subyacente en febrero, según el dato adelantado del INE, es producto del contagio casi total de la inflación a todos los bienes y servicios.



Actualmente, para el conjunto de 2023, el consenso de firmas de análisis que reúne el Panel de Funcas lanza una estimación media del 4% para el IPC general y del 4,5% para el IPC subyacente, frente al 8,4% y el 4,9% en 2022, respectivamente. La vicepresidenta primera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, se refirió este mismo lunes a la volatilidad que espera para la inflación en los próximos meses, aunque “será mucho más baja que en 2022”. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo (BCE), admitió la semana pasada que en marzo habrá una bajada.

El IPC mensual

Para evitar las 'trampas' o las falsas conclusiones que estarán detrás de esa “volatilidad” a la que se refierió Calviño, María Romera considera que “habría que tener en cuenta la evolución mensual (tanto de la general como de la subyacente)”. En marzo de 2022, el salto respecto a febrero fue de tres puntos para la inflación general. Fue el mayor repunte de un mes a otro de toda la crisis, y así queda reflejado en el siguiente gráfico.



La caída más pronunciada se produjo en septiembre del año pasado, del 0,7%, por la caída de la energía. Mientras que en enero de este 2023 hubo un esperanzador descenso del 0,2%, pese a la retirada del descuento de los carburantes y con retroceso de los alimentos tras la bajada del IVA de la selección de productos básicos del Ejecutivo. Esa tendencia se truncó en febrero, con una escalada mensual del 1% del IPC general.

Repuntes tras la retirada de las medidas de choque

Por un lado, la bonificación en las gasolineras fue una de las primeras medidas de choque del Gobierno a la distorsión que supuso la invasión rusa de Ucrania en el mercado internacional de petróleo. Este descuento fue retirado al cierre de 2022, provocando un rebote de los precios de los carburantes, aunque no han vuelto a los máximos de febrero o marzo del año pasado. Por otra parte, la reducción del IVA de los alimentos apenas está teniendo impacto en el carrito de la compra.

Del mismo modo, la propia Lagarde ha advertido de que, en 2024, “cuando se retiren las bajadas de impuestos (de los mismos alimentos o también en el caso de la energía) y el resto de medidas se producirá un nuevo repunte de la inflación”.

Pero antes, en este 2023, “una vez pasen los meses en los que subieron más los precios en 2022, veremos los niveles de inflación en los que estamos, que nosotros creemos que estarán por debajo de los niveles del año pasado, pero todavía lejos del objetivo del 2% del BCE”, concluye la experta de Afi.

“Otra posibilidad es fijarse en lo que ocurre en algunos sectores, especialmente en los que afectan más a la vida corriente. En la alimentación, por ejemplo, debería compararse la evolución de las materias primas y los productos acabados”, opina Albert Recio. “El problema es que con el instrumental actual [de medición], el Gobierno está inerme para hacer algo que pueda cambiar sustancialmente”, prosigue.

“Siempre he considerado la inflación como una cuestión distributiva y creo que ahora estamos asistiendo a la enésima ofensiva del capital”, reflexiona este economista de Attac.

La inflación de los alimentos empezó a acelerar en tasa interanual por encima del IPC general desde abril de 2022, y llegó a avanzar un 15,7% en diciembre, respecto al mismo mes del año pasado. En enero, el avance se moderó apenas tres décimas, al 15,4%. Última cifra conocida hasta que se publique el detalle del IPC de febrero el próximo 14 de marzo.

Las subidas de precios “no dan tregua y empiezan a evidenciarse los tan temidos efectos de segunda ronda, aunque de manera peculiar [no por la mejora de los salarios]”, explica Raymond Torres, director de coyuntura económica de Funcas.

“La aceleración del IPC en febrero, tanto en España como en el conjunto de la eurozona, ha sido una sorpresa negativa. Se esperaba otro comportamiento, habida cuenta de los efectos indirectos positivos que cabía anticipar como consecuencia de la desescalada de los precios energéticos, de la incipiente moderación de la cotización de las materias primas agrícolas (los precios pagados por los agricultores españoles se redujeron en noviembre, último mes disponible) y la cuasi normalización de las cadenas de suministro. De ahí el frenazo de los precios industriales [...]. Pero la menor presión de los costes de producción no parece haberse trasladado a los precios pagados por los consumidores, al menos de momento”, finaliza.

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