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Una investigación señala que inversores conocían con antelación el ataque de Hamás a Israel y lo aprovecharon en Bolsa

Palestinos buscan cadáveres y supervivientes entre los escombros de una casa destruida tras los ataques aéreos israelíes en Deir Al Balah, en el sur de la Franja de Gaza.

Daniel Yebra

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Una investigación publicada este lunes en Estados Unidos señala que algunos inversores conocían con antelación el ataque de Hamás a Israel y sacaron provecho en bolsa. Poco después de conocerse este informe, la agencia Reuters recogió que las autoridades israelíes están comprobando estos hechos, que han detectado Robert J. Jackson, Jr., de la Universidad de Nueva York, y Joshua Mitts, de la Universidad de Columbia.

La investigación —titulada “Trading on terror? [¿Comerciar en bolsa con el terrorismo?, en inglés]” y que se puede consultar en este enlace— apunta a que inversores desconocidos sabían que Hamás tenía un plan para ejecutar un atentado en Israel el 7 de octubre y a que habrían utilizado esta información en los días previos para “ponerse cortos” en empresas cotizadas del país atacado y obtener ganancias con estas operaciones.

Traducido de la jerga financiera, ponerse cortos o bajistas significa apostar contra las acciones de empresas concretas, esperando que caigan. Es una operación que ciertos inversores realizan cuando consideran que una compañía va a tener problemas y que el precio de sus títulos va a descender. Es decir, consiste en anticiparse a las pérdidas de una empresa en bolsa y aprovecharse de ellas en beneficio propio.

Apostar en corto es una práctica legal y habitual de grandes fondos especuladores, conocidos como 'hedge funds' [fondos de cobertura], pero está extendida a todos los agentes que participan en los mercados financieros. La ortodoxia económica defiende que estas apuestas bajistas sirven para “identificar debilidades y desinflar burbujas”, según palabras de la CNMV de España.

Es habitual que firmas de inversión como Goldman Sachs lancen recomendaciones públicas sobre posiciones bajistas en una empresa o en un índice, como podría ser el Ibex 35. Da igual que las pérdidas de las compañías sean consecuencia de una crisis económica o que se traduzcan en despidos masivos. Tampoco importa que tengan que ver con un conflicto bélico y con miles de asesinatos, como en el caso actual que han estudiado Robert J. Jackson, Jr. y Joshua Mitts.

Tras el ataque de Hamás, la mayoría de compañías israelíes efectivamente cayeron en bolsa, al desencadenarse inmediatamente una guerra que ya dura casi 2 meses y que ha provocado una grave crisis humanitaria en el territorio palestino de la Franja de Gaza. El índice Tel Aviv Stock Exchange [TASE, que reúne a las empresas más negociadas de Israel, al igual que lo hace el Ibex 35 en España] llegó a hundirse un 23% desde el 5 de octubre al día 26 de ese mismo mes.

En su informe, los investigadores de la Universidad de Nueva York y de la Universidad de Columbia documentan “un aumento significativo de las posiciones cortas [short-selling, en inglés] en decenas de empresas israelíes que cotizan en Tel Aviv” en las semanas previas al atentado.

Robert J. Jackson, Jr. y Joshua Mitts señalan especialmente a Banco Leumi, uno de los principales valores del índice TASE. Según han detectado, se registraron “4,43 millones de posiciones cortas sobre él durante el período del 14 de septiembre al 5 de octubre, que generaron ganancias de 30 millones de séqueles [7,5 millones de euros, aproximadamente, al cambio actual]”.

“Las posiciones cortas de ese día superaron con creces las que se produjeron durante muchos otros períodos de crisis, incluida la recesión posterior a la crisis financiera, la guerra entre Israel y Palestina de 2014 y la pandemia de COVID-19”, añaden los investigadores estadounidenses. “Nuestros hallazgos sugieren que inversores que tenían información sobre los ataques del 7 de octubre, antes de que ocurrieran, se beneficiaron de estos trágicos sucesos”, concluyen.

Sin duda, una de las caras más inhumanas y codiciosas de los mercados financieros es la reacción de ciertos inversores ante las crisis geopolíticas y los conflictos bélicos. Aquello de que “la guerra no es buena para nadie” nunca fue exactamente así. En el ensayo Los mongoles en Bagdad, el economista José Luis Sampedro resumía así las ventajas económicas de una guerra “para quienes se la administran”: “Los agentes de bolsa recomiendan comprar acciones de empresas de armamento mientras dura y luego acciones de constructoras para la reconstrucción”.

Este es un hecho que se ha repetido históricamente, y que también se está dando ahora. Distintas empresas armamentísticas han subido en bolsa tras el inicio de la guerra entre Israel y Hamás. Por ejemplo, las acciones de la estadounidense Lockheed Martin han ganado cerca de un 13% desde el atentado terrorista que desencadenó el conflicto. Solo en la sesión posterior al ataque se dispararon un 9%. Otro grupo norteamericano del sector, Raytheon Technologies, acumula ganancias del 20%. Lo mismo ocurre con Northrop Grumman y General Dynamics o con las francesas Dassault Aviation y Thales, la italiana Leonardo, la británica BAE Systems o las alemanas MTU Aero Engines y Rheinmetall AG.

Un pico de apuestas bajistas el 2 de octubre

Pero las posiciones cortas detectadas por los investigadores de la Universidad de Nueva York y de Columbia afloran un grado más de crueldad en los mercados financieros. Entre las principales evidencias de su informe destaca un pico de apuestas bajistas (apuestas a que iban a sufrir pérdidas) sobre empresas cotizadas de Israel “el martes 2 de octubre, pocos días antes del ataque” de Hamás.

“El pico es tan alto (más de 200.000 acciones) que es difícil ver los demás valores en el gráfico, que rara vez superan las 10.000 acciones”, explican Robert J. Jackson, Jr. y Joshua Mitts. De acuerdo con la misma investigación, solo el 3 de abril se superaron los niveles de posiciones cortas del 2 de octubre sobre empresas de Israel. Recientemente, se ha sabido que Hamás planeó ejecutar otro gran ataque el 5 de abril, aunque finalmente no lo hizo hasta octubre.

Aunque menores, el informe documenta otros picos llamativos durante 2023, sobre los que no aporta una interpretación. En declaraciones concedidas a la CNN, Joshua Mitts advirtió que “solo estamos viendo la punta del iceberg. Hay muchas más cosas que no podemos detectar pero que los reguladores deberían considerar”. Otros investigadores consultados por elDiario.es coinciden en que se trata de un trabajo “serio pero preliminar”.

El profesor de Universidad de Columbia añadió que él y Robert J. Jackson, su coautor, están “muy seguros” de que la actividad comercial es “excepcional” y “extraordinaria” en comparación con más de una década de negociación. “Vincularlo con Hamás es muy especulativo y no estamos sugiriendo esto. Existe una amplia gama de posibilidades”, concluye.

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