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Tasa Tobin en la UE: mucho marketing, pero ni rastro de solidaridad

Manifestante en favor de la Tasa Tobin frente a la sede de JP Morgan en Nueva York en junio de 2012. Flickr de Michael Fleshman CC.

Pilar Blázquez

Las campanas sonaron por todo lo alto el 22 de enero cuando el Ecofin dio luz verde a la propuesta de la Comisión Europea de implantar un tasa a las transacciones financieras en Europa. La famosa Tasa Tobin parecía abandonar por fin el terreno de las utopías para convertirse en una realidad, gravar con un 0,1% las transacciones financieras en general y con un 0,01% las realizadas en los mercados de derivados. Pero lo cierto es que a pesar de los bombos y los platillos que han acompañado a esta noticia, la verdadera implantación y los objetivos que en los años 70 del siglo XX enunció el conocido economista británico están lejos de ver la luz.

En plena crisis del petróleo de los años 70 y con una impresionante guerra de divisas jugándose en los mercados internacionales, Tobin propuso crear una tasa aplicable a las transacciones financieras y dedicar su recaudación a la ayuda a los más necesitados. Aquella propuesta se bautizó como Tasa Tobin y desde entonces ha sido reivindicada por ingentes colectivos con el objetivo de frenar la especulación financiera. Es el caso de la ONG Intermon Oxfam, que tras años de lucha celebra con optimismo la decisión del Ecofin.

“Es un paso muy importante. Hasta hace nada parecía que hablábamos de una utopía. Ahora, ya es una posibilidad real que esperamos esté implantada antes de que acabe el año”, explica la portavoz de asuntos fiscales de la organización, Emilia Sánchez Pantoja.

Pero su gozo, como el de todos los que reclaman un freno a la especulación y una mayor solidaridad con los más castigados por la crisis, puede quedar en un pozo si escudriñamos la letra pequeña del proyecto presentado por la Comisión Europea.

Su implantación puede durar más de dos años

La primera decepción puede llegar en los plazos. Aunque la directiva presentada contempla que el gravamen podría estar operativo a principios de 2014, fuentes de la Comisión Europea ya lo descartaban de pleno el día de su aprobación en declaraciones para eldiario.es: “En el escenario más optimista podríamos hablar de un año y medio. Pero sería mucho más realista hablar de dos años o dos y medio”, aseguraban.

La mayor o menor celeridad en la implantación de la tasa dependerá mucho del modelo jurídico que finalmente tome la propuesta. Si es un reglamento, los estados firmantes estarán obligados a implantarla en cuanto se apruebe. Pero si continúa en el modo de directiva, como hasta ahora, cada Estado tendrá un plazo (por definir) para implantarla.

Por otro lado, los objetivos teóricos de la Tasa Tobin original (frenar la especulación y favorecer la lucha contra la pobreza) también distan mucho de lo que ahora mismo hay sobre la mesa. “El principal objetivo es que la banca, principal culpable de esta crisis, pague parte de su culpa. Y también compensar el trato de favor que, fiscalmente, tiene el sector financiero en Europa ya que sus operaciones están exentas de IVA (motivo por el que el sector se ahorra 18.000 millones de euros al año)”, explican en la Comisión Europea.

Hasta aquí, nada que criticar. Efectivamente, es hora de que alguien más que los ciudadanos asuma la carga de los platos rotos causados por la crisis. Pero, ¿qué hay del destino de los posibles fondos recaudados? (37.000 millones de euros, de los cuales 5.000 irían a parar a España, según las estimaciones del Deutsches Institut für Wirtschaftsforschung (DIW), uno de los mayores institutos de estudios económicos de Alemania).

Sobre los papeles oficiales, ni rastro de un objetivo finalista y por supuesto nada de destinarlo a la lucha contra la pobreza. “Una parte irá al presupuesto comunitario, y el resto al de los países recaudadores”, aseguran en la Comisión. El argumento convence a Intermon Oxfam. “Mejor eso que destinarlo a un fondo para prevenir futuras crisis como se dijo al principio. Al menos así podremos luchar para que una parte vaya a frenar la pobreza; no ya en el Tercer Mundo, sino la que ha generado la crisis a nuestro alrededor”, reconoce Emilia Sánchez.

Por supuesto, algo siempre es mejor que nada. Pero las dudas sobre la efectividad recaudatoria del impuesto también arrecian. “Si todo fuera tan fácil, ¿no cree que Francia ya estaría alardeando de los ingresos obtenidos? No han dicho absolutamente nada desde que implantaron la tasa el pasado mes de agosto”, recuerda Miguel Ángel Bernal, analista del Instituto de Estudios Bursátiles.

Sin datos oficiales, el sector estima que la recaudación en Francia no llega ni al 20% de lo esperado. También tiene dudas de su efectividad Santiago Carbó, economista asesor de la Reserva Federal de EEUU y catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School de Reino Unido. “Esta es una tasa que se plantea como una forma de centrar culpabilidades sobre la crisis en el sector financiero. Se argumenta que existen beneficios potenciales como menor especulación y mayor eficiencia de mercado, pero eso no está, para nada, claro ni demostrado. En cuanto a la recaudación, la experiencia de la City demuestra que tampoco por ese lado es efectiva”, advierte.

Éxito de Londres vs. fiasco en Suecia

En la City de Londres, en pleno corazón de las finanzas europeas, donde tanto se ha criticado y vetado la implantación de la Tasa Tobin, llevan años gravando las transacciones financieras a través de un impuesto denominado “stamp duty”. Esta experiencia tira por los suelos el argumento de que una tasa sobre los movimientos financieros provoca la huida de capitales, pero también la de que supone una alta recaudación.

Para esquivar la stamp duty, el 50% de las operaciones con acciones de la Bolsa de Londres se hacen, según un estudio realizado por KMPG, a través de unos complejos productos financieros denominados CFDs (apuestas por la subida o bajada de un valor sin haberlo comprado) y que cada día son más demandados por grandes y pequeños inversores. Los grandes operadores, además, juegan con la ventaja de operar en mercados ocultos, con lo que al no haber operaciones registradas tampoco hay tasa alguna.

Claro que no todos han tenido tanta suerte como Londres. La experiencia de imponer una Tasa Tobin que realizó Suecia en 1983 no fue tan positiva. El volumen negociado en la Bolsa sueca cayó un 60% y el de los bonos del Estado se desplomó un 98%, tanto por la deslocalización (las operaciones se trasladaron a Londres) como por la invención de nuevos productos financieros no afectados por la tasa. Por eso, la propia Comisión reconoce desconocer qué consecuencias podría tener la implantación de la Tasa Tobin, máxime si países como Reino Unido, Luxemburgo o Malta se quedan fuera de la medida, como anunciaron el lunes pasado.

Pagarán los de siempre

Con unas u otras consecuencias, lo que parece fuera de dudas es que si hay Tasa Tobin los bancos acabarán encontrando el mejor resquicio para esquivarla. “Que nadie se engañe, esto no lo pagarán los bancos sino los ahorradores e inversores”, advierte Jonathan Tepper, director de la firma británica de análisis Varian Perception. E insiste: “La Tasa Tobin no es más que una distracción. La verdadera solución pasa por exigir a los bancos unos ratios de capital más duros y una mejor regulación financiera”.

No es un brindis al sol el de este analista. La propuesta de la Comisión reconoce que “resulta materialmente imposible impedir su traslación económica al cliente vía mayores costes de capital, menores retribuciones y más comisiones”. Esto implicaría, según sus cálculos oficiales una “repercusión negativa sobre el PIB del 0,28% a nivel europeo. Mientras, un estudio sobre la medida en España elaborado por KPMG calcula que para el caso exclusivamente español el impacto podría llegar al 0,53%.

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