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'Tokens', la moneda de plástico de los festivales que se cuenta al peso

Un asistente a musicales muestra sus tokens.

Diego Larrouy

Cada verano, decenas de miles de personas acuden a la larga lista de festivales musicales que se celebran en España. La madrileña Andrea Morales es una asidua de estos eventos y este año ha repetido. En apenas un mes y medio ha estado en tres de las grandes citas estivales: el MadCool, en Madrid; Sonorama, en Aranda de Duero; y FIB, en Benicàssim. En su periplo festivalero, ha tenido que adaptarse a tres formas distintas de pago en los recintos. En el primer caso, el efectivo, en el segundo, las pulseras con chip y en el tercero, los tokens (fichas).

Es precisamente este último método el verdadero protagonista en la gran mayoría de citas musicales, imponiéndose al resto de alternativas. Así, para poder consumir algo en el histórico festival de Benicassim mientras escuchaba a bandas como The Killers o The Kooks, Morales tenía que acudir previamente a alguna de las casetas ubicadas junto a las barras para convertir su dinero del exterior del recinto, en tokens, la única moneda de curso legal en el interior.

Estas fichas, todas ellas de idéntico tamaño y valor, se han convertido en una herramienta que los organizadores de festivales defienden por su comodidad y seguridad y que los usuarios critican, en ocasiones, por cierta incomodidad en su uso y, sobre todo, en su devolución. Lo que empezó con billetes en papel, ha ido perfeccionándose a estas fichas que en ocasiones recuerdan a las propias púas de los músicos.

“Es mucho más práctico y rápido para los camareros y además evitas que puedan meterse dinero en el bolsillo”, apunta Carolina Rodríguez, vocal de la Asociación de Promotores de Música (APM) y organizadora de festivales como el Low Festival o el WAM, entre otros. En esta idea principal para la instauración de los tokens coincide José Morán, uno de los fundadores del FIB y actualmente organizador del festival Paraíso. “El objetivo es no tener dinero físico en circulación para evitar tentaciones”, apunta.

La gestión de las barras es fundamental para estas empresas. Rodríguez y Morán señalan que, aunque depende del tipo de público, su edad y la climatología, los festivales pueden llegar a captar hasta un tercio del total de sus ingresos. “Nos aporta un control bastante preciso de las consumiciones y facilita la gestión”, apunta la responsable del Low Festival, una cita a la que acuden más de 80.000 personas cada verano. La promotora señala además que, al ser piezas de plástico con el mismo tamaño y características, su contabilidad se hace mediante una báscula donde se vuelcan todos los tokens utilizados. “Es un peso muy preciso que te da una cantidad exacta”, señala.

Pocos productores y de confianza

Morán apunta que más allá de ser meras piezas de plástico, los tokens tienen un importante proceso detrás. “Se produce con pocos proveedores porque es muy importante la confidencialidad y la confianza para evitar falsificaciones que te puedan generar un problema. Es una moneda en circulación durante dos o tres días que es muy difícil copiar”, señala.

Por su lado, la organizadora del Low Festival apunta que los tokens se convierten incluso en piezas de merchandising de los propios festivales. “Hay gente que las guarda de recuerdo”, apunta. A ello se suma que empresas como la operadora de telefonía Tuenti, filial de Telefónica, haya visto en las monedas de plástico una herramienta para sus estrategias de publicidad y marketing. “Ve una manera de estar presente en el festival y hace que su fabricación le salga gratis al promotor o que incluso en los mayores eventos le pueda salir rentable”, apunta Morán.

Entre los usuarios es, sin embargo, común encontrar ciertas quejas sobre los tokens. “Tienes que estimar lo que vas a gastar, porque si compras pocos tienes que volver a cambiar dinero o si te haces con muchos y no los gastas, pierdes el dinero”, apunta Morales. En esta idea coinciden muchos asistentes, las dificultades para devolver las fichas que no se utilizan. Pese a que en varios festivales se pueden devolver, las colas o el mero desconocimiento provocan que haya quien se quede con fichas en el bolsillo de vuelta a casa.

En este sentido, Morán asegura que depende de la “honestidad” del promotor su política en este sentido. “El token o lo cambias in situ o lo pierdes, si pones más de una caseta donde poder cambiarlas los usuarios podrán devolverlas fácilmente”, añade. En esta línea, Rodríguez, del Low Festival, señala que las buenas prácticas en este campo ayudan al consumo y a fidelizar a usuarios.

Un sustituto a la vista

Pero el token, desde su posición asentada en las barras de los festivales tiene ya un sustituto para un futuro próximo: las pulseras con un chip para el pago. Se trata de un dispositivo que se convierte en un monedero virtual donde el usuario deja el dinero que considera. Con él abonará todas sus consumiciones. “El token es un paso intermedio y se camina al siguiente escalón”, señala Morán, que en el festival que organiza actualmente en Madrid, el Paraíso, ha comenzado ya a utilizarlo. “Además del pago, te permite un control mejor del consumo y un conocimiento de los flujos de personas en el recinto. Es el futuro”, apunta.

Rodríguez también le ve futuro, aunque por ahora lo toma con cautela. “Necesita de una infraestructura que es más cara que otros métodos y por ahora nos vemos más cómodos con el token”, apunta. “Se está caminando en que sea rentable para el promotor, por ahora supone un importante desembolso y el organizador se lo piensa dos veces”, subraya.

Morales tuvo ocasión de probar ya este método en Aranda de Duero durante el Sonorama. Celebra la facilidad y la seguridad que aporta este nuevo método de pago. Pero de nuevo, hay contras que se repiten, como la imposibilidad para devolver el dinero que sobra o la ausencia de control en el gasto.

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